EL LUJO DEL TIEMPO
Here Comes The Sun, cantaban los Beatles... ¡Por fin llega el sol, las vacaciones y el tiempo para ti! Es verano, ponte en modo avión y aprende a nadear. Quiero decir que, aunque te apasione tu trabajo, deberías aprovechar la pausa estival para recargar las pilas, dedicarte a tu hobby preferido o no hacer absolutamente nada. Venga, desconecta, párate, disfruta. Saborea la calma, tómate un respiro, descubre el poder de la holgazanería sin sentirte culpable. Sé que te puede parecer un pecado mortal en el mundo tan hiperconectado y acelerado en el que nos encontramos, donde se promueve el culto de la performance y la productividad y en el que parece que, cuanto más haces, más vales. Porque, créeme, estar constantemente ocupados está sobrevalorado y no nos hace más felices. Pero el modo multitasking se ha apoderado de nuestra manera de vivir. Estoy convencida de que no vas a poder leer esta página del tirón, concentrada. Seguro que ya has contestado a un WhatsApp, que has mirado los mails o que estás escuchando música con los auriculares puestos. ¿Lo ves? ¡Vete de vacaciones! Nietzsche decía que las personas creativas necesitan el aburrimiento si quieren tener éxito; y mi amiga Bárbara, que también es un poco filósofa, que el descanso es el momento más fértil del trabajo. Este verano el gesto realmente subversivo va a ser tener todo el tiempo del mundo y no hacer nada. Y nos va a costar. Sobre todo al principio. Pero cuando le cojamos el gusto...
«¿Cómo hemos llegado a aceptar como normal que todos los mensajes se tienen que contestar al instante?», se pregunta la actriz y empresaria Elsa Pataky, espectacular protagonista de nuestra portada de este número de julio que tienes ahora en tus manos. «Estar disponible todo el rato no es una obligación. Nada es tan urgente. Tenemos que reeducarnos, dejar de sentirnos inseguros e impacientes si no recibimos una respuesta inmediata. Empecemos a poner límites porque, de otro modo, nos vamos a perder muchos instantes importantes de la vida», concluye con sabiduría.
«Nada cuesta más que no hacer nada». Y tanto. Eso lo dice Jenny Odell en su libro Cómo no hacer nada: resistirse a la economía de la atención, que acabó siendo un auténtico best seller hace un par de años y del que Barack Obama se confesó fan. En él, la artista y escritora californiana trataba de explicar por qué debemos parar de producir, de compartir en redes sociales, de existir a través de las pantallas... «Me motiva un rechazo muy sencillo: el rechazo a creer que la época y lugar presentes, y las personas que están aquí con nosotros, no son suficientes», escribe, más partidaria de una cosa tan complicada como dejarse llevar. «Seguimos reconociendo que gran parte de lo que da sentido a la vida surge de accidentes, interrupciones y felices casualidades: esa desconexión que es la que persigue eliminar la visión mecanicista de la experiencia». Ahora, Odell publica Saving Time, donde cuenta cómo pasó el periodo de confinamiento, cómo el tiempo dejó de ser lineal y se estiraba y se contraía. Explica que tal vez el punto no es vivir más, en el sentido literal de una existencia más larga o más productiva, sino estar más vivo en cualquier momento dado.
Y qué mejor momento que el verano para comenzar a cambiar eso...