LA GUARDIANA DEL OCÉANO ALEXANDRA COUSTEAU
Nieta del gran capitán Jacques, esta exploradora y defensora de los ecosistemas marinos despierta nuestra CONCIENCIA AZUL a través de los verbos proteger, recuperar y regenerar. Acciones que pone en práctica desde su fundación Ocean 2050.
A« Amo el mar Mediterráneo, pero hay demasiados retos que superar en su conservación: la polución, la construcción masiva en las costas, el exceso de pesca... Debemos luchar por él » , confiesa Alexandra Cousteau ( California, 1976), una mujer decidida y alta, de estatura y de espíritu, que sueña con evitar que el océano acabe siendo un vulgar contenedor de basura. La sencillez, la amabilidad, su licenciatura en Relaciones Internacionales con la especialidad de Ciencias Ambientales y el amor por la naturaleza atravesando sus venas han hecho de ella la heredera moral de su abuelo, el comandante Jacques Cousteau. « Sólo conocemos cerca de un 5% de los océanos, menos de lo que sabemos de la superficie de la Luna, ¡ cómo es posible! – alega–. Es importante el valor que damos a las palabras para conseguir nuestros objetivos, pasemos de hablar de conservar a regenerar, de sostenibilidad a recuperación. No es justo que nuestros hijos estén perdiendo la fe en el futuro. Así que sueño con encontrar el modo de hacer transformaciones positivas en el planeta para los que vienen detrás de mí » . Su vida bien podría narrarse como una historia de aventuras: exploradora, realizadora de documentales, asesora de Oceana, activista medioambiental y defensora de los ecosistemas marinos a través de su fundación Ocean 2050. En su discurso no hay cantos de sirena.
¿ Cómo el cambio climático afecta ya a los océanos?
Estudios recientes indican que los mares se han vuelto más ácidos como resultado de las emisiones de carbono. La pregunta es: ¿ qué pasa cuando la química del agua cambia? En los años de la Revolución Industrial, el dióxido de carbono afectó a la atmósfera alterando el pH del océano con nefastas consecuencias para sus moradores. Ahora los científicos creen que las barreras de coral empezarán, literalmente, a fundirse; que los moluscos, las caracolas y los erizos tendrán dificultades para coger del esqueleto del coral y de las conchas el calcio que necesitan; que los calamares se volverán asmáticos por respirar agua acidificada; que el plancton desaparecerá y enormes cantidades de especies desconocidas morirán. A pesar de que sabemos que el impacto será grande y terrorífico, nadie puede prever exactamente qué pasará. Es el cambio químico más dramático que han experimentado los océanos en 650.000 años.
¿ Y qué pasa con el agua dulce?
Vivimos en un mundo muy cambiante en el que glaciares, lagos, ríos, reservas y acuíferos afectan directamente a los osos polares, los tigres siberianos, los gorilas y demás especies en peligro de extinción. El crecimiento de una población sedienta es incesante y la contaminación del agua no disminuye. Esto será una sorpresa para algunos, pero cuando consideras que el agua dulce constituye sólo el 2,5% del agua total del planeta, te das cuenta de que hay que cuidarla
más, que sus reservas no son ilimitadas. De esa pequeña fracción, únicamente el 1% es accesible para consumo humano, pues el resto da forma a hielos y glaciares.
¿ La mayoría no piensa de dónde proviene el agua?
Tal vez. Abrimos el grifo y ahí está: limpia, fría, lista para beber, cocinar, bañarnos... Pero debemos recordar que se trata de mucho más que de un líquido que corre por las tuberías y sale cuando lo necesitamos. Acciones aparentemente tan simples como no dejar que corra mientras nos cepillamos los dientes o enjabonamos los platos, disminuir la presión con que sale, arreglar los grifos que gotean, reducir el tiempo de ducha y poner el lavaplatos o la lavadora cuando estén llenos puede dar como resultado un ahorro de hasta 367 litros por persona y día. En un planeta donde los recursos son finitos, no existen las elecciones insignificantes.
A pesar de conocer las graves consecuencias, ¿ por qué seguimos eludiendo el equilibrio natural, el ciclo de la vida?
Los océanos son el soporte, la red vital del planeta, que afecta al tiempo, regula la temperatura y da vida a todos los organismos. Hemos saqueado los ecosistemas marinos como si fueran inagotables, simplemente para satisfacer nuestros caprichos. Cada vez hay menos peces en el mar y, al centrar nuestros esfuerzos en conseguir pescar lo poco que queda, perdemos de vista lo que importa: que nuestra responsabilidad no es consumir, sino proteger y preservar. A aquellos que argumentan que la economía mueve el mundo, se les debería decir que la degradación prolongada de la Tierra no sólo está mal, sino que va en contra de nuestros intereses. Hemos comprobado que la destrucción del hábitat natural y la extinción de las especies conduce a la pobreza, no a la prosperidad. Todos los seres vivos estamos interrelacionados de alguna forma y ninguno de nosotros puede sobrevivir en un planeta enfermo. Una vez que aceptemos que la Tierra es parte de nuestra comunidad, asumiremos que no tiene un mero valor económico, sino también intrínseco.
¿ Veremos guerras por este bien preciado?
Bueno, las estamos viendo. No sólo gente luchando por un río o por un lago, hay situaciones como la guerra civil de Siria, donde la escasez de agua hizo que la población se fuera a las ciudades y esto contribuyó al conflicto. Y por lo que respecta al asunto de los refugiados, es sólo el principio. El cambio climático va a contribuir a que haya muchos más de los que ha habido en la Historia.
« Aunque abramos el grifo y ahí esté, fría, limpia, lista para beber, debemos recordar que el agua es más que un líquido que corre por las tuberías y sale cuando la necesitamos »
¿ Por qué soluciones apuestas en estos momentos?
Es imprescindible restaurar lo que hemos perdido. Hay que reconstruir los ecosistemas, los arrecifes de coral, controlar el cambio climático y cumplir con nuestras obligaciones ante este problema. Para evitarlo, debemos comprender que esa narrativa de la sostenibilidad, que funcionó bien en el pasado, tiene que cambiarse ahora por la de la reconstrucción. Sólo así podremos tener en 2050 unos océanos más ricos de lo que lo son hoy en día.
Es la fecha que marca el reto que plantea Ocean 2050.
Se trata de una organización que fundé con mi marido y con el profesor Carlos Duarte que, además de gran amigo, es uno de los biólogos marinos más importantes del mundo. Hace unos años le llamé y le pregunté: « ¿ Es inevitable que en 2050 nuestros océanos mueran y se conviertan en páramos? ¿ Será la generación de mis hijos la que escriba su obituario, o podemos restaurar lo que perdimos? » . Me respondió que además de ser científicamente posible recuperarlos, por cada dólar que invirtamos en ello, podemos obtener un retorno aproximado de 10. Nuestro primer gran proyecto ha sido analizar la capacidad de las granjas de algas marinas para capturar el carbono y contribuir a reducir el cambio climático. Dado que estas acumulan biodiversidad, nuestro objetivo es crear un sistema donde, en lugar de recompensar a las personas por explotar los océanos, las premiemos por reconstruirlos.
Hay una frase de tu abuelo que dice: « Hace treinta años descubrí un nuevo mundo y entonces quise mostrarlo, explorarlo y contárselo a los demás. Después, desee conquistarlo. Y al final me di cuenta de que lo que necesitaba era protegerlo » . ¿ Qué significa para ti?
Desde el inicio de los tiempos, el ser humano quiere conquistar: mi territorio, mi terreno, mi mujer, mi esto y lo otro. Durante sus últimos años, mi abuelo entendió que no es una cuestión de dominar la naturaleza, más bien de preservarla, porque es frágil y dependemos de ella. Se dio cuenta de que no es suficiente con explorar. Hay que entender, amar y cuidar, y este mensaje está más vigente que nunca. No entiendo a la gente que quiere sólo viajar para conquistar y decir: « Fui a no sé dónde » . Estupendo, ¿ y qué más? ¿ Qué sentiste? ¿ Qué viste? Cuéntame una historia: fuiste a indagar en una cultura, comprender sus tradiciones, mezclarte con los locales... Al final somos contadores y acercándote de esta forma a otro ecosistema, también lo estás protegiendo. ■
« Es importante el valor que damos a las palabras para conseguir nuestros objetivos. Pasemos de hablar de conservar a regenerar, de sostenibilidad a recuperación »