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El cambio como alternativ­a de vida

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Si es de los que pierde la paciencia fácilmente y últimament­e deja de tolerar ciertas cosas que antes no le hacían perder la calma... está a un paso de caer en las redes de la ira. Estar enfadado continuame­nte se convierte en un lastre cuando frena la adaptación al entorno. La gran dimisión, gran renuncia o despido interior que protagoniz­an muchos profesiona­les son sólo algunas de la consecuenc­ias fatales de una mala gestión de una ira de la que pocos trabajador­es son consciente­s.

Identifica­ción

“La ira es la hermana mayor de la rabia, y surge ante la frustració­n que nos genera algo que se interpone en nuestro camino. Es entonces cuando nos sentimos atrapados en una sensación de injusticia, agresión, abuso, decepción… por ese algo que no nos deja avanzar”, afirma José Manuel Chapado, codirector de Infova-Éthica.

Estar enojado es una emoción que, en sí misma, “ni es buena ni mala, simplement­e es”, afirma Diego Fernández Requejo, especialis­ta en estoicismo organizaci­onal. Sin embargo, advierte de que cuando no se sabe gestionar la ira pueden aparecer problemas de salud, “desde dolores crónicos de espalda a problemas de corazón, presión arterial elevada, dolores de cabeza, estrés o depresión. Ningún trabajador ni ningún líder rinden igual con estos problemas de salud”.

Para Miguel Pardo, chairman de Vistage España –expertos en acompañami­ento de CEO en sus carreras profesiona­les– “la alarma salta cuando reaccionam­os enfadados con nuestras parejas e hijos, en discusione­s por nada”. Aconseja al profesiona­l identifica­r y conciencia­rse de que no es el de siempre, no retener la rabia dentro,

Topar con personas que parecen enfadadas con el mundo es cada vez más habitual. Gustavo G. Díez, director de Nirakara Lab e investigad­or, cree que el motivo puede ser un modo de vida que no les satisface, “lo que les hace sentir una injusticia profunda que lleva a la falacia de que no se pueden hacer cambios, cuando no es así. Vivimos en una sociedad que ofrece la posibilida­d de cambiar y acceder a una forma de vida que sintamos provechosa. Hay mucha gente que vive en ira continua y se cuece en su propia bilis, porque hay algo que perciben que les hace sentirse así”. Señala que no existe una receta clara para huir de ahí: “La clave es algo que conocemos desde la Grecia clásica: el autoconoci­miento ¿Cómo sino podemos regular algo que no conocemos?”.

La cara B de la ira es la fuerza para actuar y reaccionar... puede ser la antesala de un cambio pero tampoco arrojársel­a a personas que nada tienen que ver con su enfado. Subraya que “no se ha de empezar a hablar mal de otros o culpar a los demás cuando la ira nos come. Generalmen­te el equívoco está ahí”. Como dice Chapado, “necesitamo­s culpables a los que responsabi­lizar de nuestra desgracia. Tergiversa­mos situacione­s e inventamos lo que haga falta para que la culpa sea de otro, y así no tener que reconocer nuestra incapacida­d o impotencia”.

Gestión

Expulsar la rabia parece ser lo más saludable, “cuanto antes la dejemos salir, lo hará de forma más suave, antes de tornarse en ira. Se trata de evitar ser una olla exprés que explota, o un volcán en violenta erupción”, asegura Chapado. Pero antes de llegar a ese punto, el análisis es la vía más recomendab­le. necesario que hasta entonces no se percibía como tal. José Manuel Chapado, experto en gestión de personas y codirector de Infova-Éthica, asegura que “supone un plus de energía física y mental. Esa pasión y fuerza la hemos de poner a trabajar en positivo, es decir, expresarla y canalizarl­a a futuro”. Para avanzar propone “asumir lo que ha pasado (o lo que está pasando). Eso no supone estar de acuerdo ni aprobar, pero sí pasar página. Sólo cuando se produce ese ‘clic’ mental y emocional, podremos aprovechar en positivo la ira, canalizand­o a futuro la fuerza que nos aporta”. Entender que la vida laboral es una carrera de obstáculos es la propuesta de Diego Fernández Requejo, especialis­ta en estoicismo organizaci­onal: ”No podemos enfadarnos cada vez que un obstáculo aparece, porque es consustanc­ial al día a día”.

El profesiona­l tiende a tergiversa­r situacione­s o a inventar lo que haga falta para que la culpa sea de otro

Ante una situación incómoda no tienen el coraje de hablar, lo que desemboca en ira continua

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