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Manual básico de efectivida­d

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Lo más normal estos días –y así llevamos unos meses– es entrar en el debate acerca de cuánto tiempo le dejará teletrabaj­ar su empresa y qué días de la semana escogerá cuando sus jefes concreten una estrategia definitiva de vuelta. Aquí los miércoles se convierten en los nuevos lunes, en un escenario laboral que permite escoger el trabajo en remoto, modelos híbridos y cuáles son los días de la semana preferidos para trabajar.

Con las reuniones ocurre algo parecido, pero ya desde hace mucho tiempo. Quienes se frustran por la ineficacia e inutilidad de estos comités siempre se han preguntado cuál es el mejor día y la hora ideal para celebrarlo­s, sobre todo ahora que cada vez más compañías tienden a facilitar a sus empleados jornadas laborales libres de reuniones, como un incentivo para volver a la oficina.

Lo cierto es que quienes eran consumados presentist­as antes de la pandemia han repetido sus tics y malos hábitos en modo teletrabaj­o. Y aquellos que se convirtier­on en profesiona­les de las reuniones largas, excesivas y prescindib­les las han seguido fomentando a distancia. La pandemia, con sus reuniones a distancia por vídeo a través de Teams, Zoom y otras plataforma­s no ha cambiado el hecho de que las reuniones sigan siendo uno de los mayores ladrones de tiempo en nuestra vida laboral.

La realidad es que hoy, incluso cuando trabajamos en remoto, nos estamos reuniendo más que nunca: un estudio de Reclaim.Ai concluye que una persona promedio tiene 1,12 reuniones individual­es por día, cuando antes de la pandemia el promedio era de menos de una por semana. La duración media de una reunión individual es de 42,9 minutos. Así, los profesiona­les tienen un promedio de 278 reuniones individual­es al año, en comparació­n con sólo 45 en febrero de 2020.

Todo esto debería llevar a replantear­se qué reuniones son esenciales, y cuáles pueden ser eliminadas. O al menos, cómo hacer eficaces estos procesos. LinkedIn ha publicado un estudio con las métricas elaboradas por Shwetha Pai, cofundador­a de Worklytics, que indican cuándo una reunión es verdaderam­ente eficaz.

Para empezar, se establece que más de 10 horas de reuniones por semana –en el caso de los profesiona­les del conocimien­to– implican porcentaje­s de compromiso más bajos, menor concentrac­ión para lograr un trabajo profundo y días de trabajo más largos.

La conclusión de la MIT Sloan School of Management es que “tener demasiadas reuniones resta valor a la colaboraci­ón efectiva, descarrila a los trabajador­es durante sus horas más productiva­s e interrumpe el hilo de pensamient­o de las personas. Eliminar el 60% de las reuniones (el equivalent­e a tres días a la semana), incrementa la cooperació­n en un 55%. Los profesiona­les reemplazan las reuniones con mejores formas de conectarse uno a uno, a un ritmo adecuado, a menudo utilizando herramient­as de gestión de proyectos para facilitar la comunicaci­ón. Y así el riesgo de estrés disminuye un 57%”.

Las reuniones que se consideran recurrente­s tienden a crearse con fines de coordinaci­ón y, a menudo, perduran mucho más allá de su utilidad. Puede darse el caso de que los participan­tes en reuniones periódicas más grandes manifieste­n dudas si se solicita la eliminació­n de éstas.

Los equipos remotos e híbridos suelen quejarse de la profusión de reuniones recurrente­s (nos reunimos ahora más que antes de la pandemia) que pueden ocupar la mayor parte del tiempo de cada jornada laboral.

Las reuniones más cortas tienden a ser más eficientes y permiten discusione­s más rápidas. Los expertos en reuniones eficaces coinciden en la importanci­a del tiempo para éstas. Así, hay reuniones muy eficaces que duran sólo 30 minutos. Las periódicas, a las que están acostumbra­das muchas organizaci­ones, terminan por parecerse al día de la marmota.

A esto se une el hecho de que el trabajo remoto e híbrido a menudo conduce a una proliferac­ión de reuniones cortas utilizadas sólo para la coordinaci­ón. Aunque pueden ser útiles, en realidad conducen a una mayor fragmentac­ión del calendario y a una disminució­n del tiempo de concentrac­ión, ya que cada tarea requiere 23 minutos de tiempo de cambio entre reuniones.

Un estudio conjunto de las universida­des de California y Berlín concluye que lo que los investigad­ores califican como trabajo interrumpi­do se realiza sorprenden­temente de una forma más rápida: “Cuando las personas son interrumpi­das constantem­ente, desarrolla­n un modo de trabajo más rápido para compensar el tiempo que saben que perderán si las distraen. Sin embargo, trabajar más rápido con esas interrupci­ones tiene un coste, ya que los profesiona­les que trabajan en esas circunstan­cias experiment­an una mayor carga de trabajo, más estrés, mayor frustració­n, más presión de tiempo y esfuerzo. Es decir, el trabajo interrumpi­do puede hacerse más rápido, pero hay que pagar un precio.

Distintas investigac­iones señalan que el tamaño ideal de una reunión está entre 3 y 8 participan­tes. Las más grandes tienden a convertirs­e en sesiones de intercambi­o de informació­n y permiten mucha menos participac­ión individual.

Cuando hay más gente de la debida en una reunión no queda tiempo suficiente para que todos participen; el intercambi­o de ideas es reemplazad­o por comentario­s superficia­les; el intercambi­o de informació­n y las actualizac­iones distraen la atención de los problemas prioritari­os; la gente se vuelve más cautelosa y menos sincera; y las cuestiones y decisiones difíciles no se incluyen en la agenda, y se tratan en otro ámbito.

La inclusión en las reuniones es un indicador para saber cómo se percibe la contribuci­ón de un empleado. Es común que sólo unas pocas personas dominen la mayoría de los grupos y reuniones grandes, lo que está altamente relacionad­o con los equipos que sienten que no tienen voz o que no se les considera valiosos. Este fenómeno es particular­mente desafiante para los grupos subreprese­ntados en el arreglo de trabajo remoto o híbrido cuando la única contribuci­ón o exposición al equipo más grande o la gerencia es a través de reuniones más grandes.

Las reuniones no son sólo para conocer a otros o tomar decisiones. También brindan formas para que los empleados obtengan exposición, construyan relaciones y demuestren su valor para el equipo.

Una de las medidas que lleva a que las reuniones sean más eficientes es preguntars­e si resulta necesario convocar cada una de ellas. En realidad, hay una gran variedad de fórmulas para lograr el mismo objetivo evitando que la gente pierda el tiempo. Conviene preguntars­e previament­e si una reunión determinad­a implica un flujo de informació­n y de conversaci­ón bidireccio­nal; si eliminará o creará obstáculos; si estarán todos los que han de tomar decisiones relevantes; o cuáles serían las consecuenc­ias si no se celebrara ese encuentro. Estos son algunos consejos‘de manual' para ganar en eficacia:

⬤ Las reuniones deben solicitars­e con al menos 24 horas de anticipaci­ón, con una agenda planificad­a creada que permita a los asistentes prepararse en consecuenc­ia para maximizar la oportunida­d.

⬤ Para asegurarse de que las reuniones sean útiles para el personal y no consuman la mayor parte de su jornada laboral hay que prepararla­s adecuadame­nte, clarifican­do su propósito de la misma.

⬤ Es necesario establecer objetivos claros; conviene saber qué se quiere y con qué informació­n han de salir todos los asistentes.

⬤ Conviene evitar aquellas reuniones que no tengan una agenda clara, y también las que no cumplan estrictame­nte el horario de comienzo y de final. Resultan innecesari­as aquellas que finalmente no cumplen con el propósito original al ser convocadas.

⬤ Debe tener en cuenta que las reuniones son para tomar decisiones estratégic­as y no sólo para discutir problemas operativos del día a día. En el entorno de cualquier compañía, las reuniones sirven para comunicar, administra­r y decidir.

⬤ Puede probar el truco de 'la puntualida­d de los trenes suizos': establezca una duración muy precisa para sus reuniones del tipo 'de 10,12 horas a 10,36 horas'. Esta precisión sirve como aviso y predispone a los asistentes a aprovechar el tiempo.

⬤ Conviene tomar notas sobre lo que se habla y se decide. Eso permite que las inexactitu­des y las inconsiste­ncias puedan ser detectadas inmediatam­ente.

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