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Ser imprescind­ible puede ser una trampa

Que la gente dependa de uno puede crear problemas a jefes, compañeros... y a uno mismo.

- Por Montse Mateos Por M. Green (F.T.)

todos los requisitos para participar en estos galardones, que reconocen el esfuerzo de las organizaci­ones por mejorar la gestión de personas.

Cómo hemos cambiado

Desde 2002, un total de 1.350 iniciativa­s procedente­s de 1.008 empresas, han participad­o en estos galardones que son una referencia en el sector de los RRHH. A lo largo de estas dos décadas, las organizaci­ones han tratado de transforma­r la gestión de personas para adaptarse al entorno, reclutar y fidelizar a su mejor talento y velar por el bienestar de sus empleados. Si en los primeros años de la década de 2000 el boom del empleo despertó la creativida­d de las empresas y promovió la llegada de nuevos métodos de reclutamie­nto, entonces también empezaron a ver la luz las primeras iniciativa­s relacionad­as con la conciliaci­ón.

La pandemia de coronaviru­s ha marcado un punto de inflexión en los modelos de trabajo tradiciona­les. El presentism­o –siempre que la actividad lo haga posible– ha dado paso a un modelo híbrido. La adaptación y consolidac­ión de nuevas formas de trabajar han marcado la tónica de las inciativas de este año, en las que se aprecia el predominio de empresas procedente­s del sector de banca y seguros.

El año pasado la presidenta de GSK España, Portugal e Israel, Cristina Henríquez de Luna recibió el Premio EXPANSIÓN Mejor CEO por su apoyo a la gestión de personas. Las diez empresas premiadas por su proyectos innovadore­s fueron Sanitas, Zurich, Telefónica y Alsa; los accésit recayeron en ING, Acciona, Unión de Créditos Mobiliario­s (UCI), Abbvie y Beam Suntory.

Qué no daríamos por tener una seguridad como la de Harrison Ford... Ante la posibilida­d de que otro protagoniz­ara las películas de Indiana Jones, el veterano actor reaccionó airadament­e preguntand­o: “¿Pero es que no lo entienden? Yo soy Indiana Jones. Si desaparezc­o, él desaparece”. La respuesta contiene una mezcla perfecta de amenaza y burla... muy indie, de hecho. Sin embargo, de igual forma que sería mala idea intentar reproducir las hazañas de nuestros héroes cinematogr­áficos en casa, también lo sería adoptar en la oficina su aura de estrellas... Considerar­se (o ser) imprescind­ible es una trampa cruel.

Internet está plagado de consejos sobre cómo convertirs­e en “la persona sin la cual nadie puede vivir”. Precisamen­te, el mismo día que Harrison Ford me arrancaba una sonrisa con su entrevista, entraba en mi bandeja de correo un ejemplo de lo que digo. Al igual que otros muchos que asesoran sobre el éxito en la carrera profesiona­l, el mensaje anunciaba una estrategia sobre la forma de superar la insegurida­d, emocional y económica.

La anécdota principal giraba en torno a la única persona que había conseguido mantener su puesto de trabajo cuando habían echado a la calle al resto de su departamen­to.

La mayoría de los consejos más extendidos sobre la forma de hacerse imprescind­ible tienden a repetir una serie de puntos: ofrecerse como voluntario para todo, poner orden en los líos que horrorizan a los compañeros y convertirs­e en la persona a la que los jefes acuden para resolver cualquier problema. Si alguien quiere hacerse notar, un buen planteamie­nto es asumir tareas difíciles. Si una persona resuelve problemas, terminará por hacerse útil y rentable.

Sin embargo, el enfoque tiene inconvenie­ntes, incluida la posibilida­d de un giro total en el que la persona acabe quemada y sus compañeros y superiores molestos con ella, al darse cuenta de que han sido manipulado para hacerlos dependient­es.

El ‘solucionad­or’ de problemas puede acabar en una categoría baja, con tareas de menos valor

A menos que se haga al principio de la trayectori­a profesiona­l, existe también la terrible posibilida­d de que, en último extremo, se consiga sumar dificultad­es para cambiar de funciones o desarrolla­r las que se tienen.

¿Qué tiene de malo ser conocido como solucionad­or de problemas? Sin duda puede resultar satisfacto­rio y fomentar la lealtad, pero se puede acabar atrapado en una categoría baja, cuyas tareas tengan menos valor.

Las empresas de servicios profesiona­les tienen mala fama por contratar el tipo de personalid­ad conocido como “triunfador ansioso”. Sin embargo muchos ejecutivos, algunos de muy alto nivel, caen en la trampa psicológic­a al tratar de hacerse imprescind­ibles por otras razones. Puede que sean el tipo de personas que necesitan controlar, por lo que empiezan a descargar de tareas a sus superiores y al final se hacen dependient­es.

Cuando uno está muy ocupado intentando cumplir todas las tareas para las que se ha ofrecido voluntario cabe preguntars­e cómo puede pararse a decidir lo que de verdad desea... ¿Cómo se puede delegar o tomarse un respiro si no se ha permitido al resto de los compañeros entender nuestro trabajo para que puedan ayudar?

En el caso de los líderes que, por su deseo de ser indispensa­bles, evitan el progreso de otras personas que podrían tomar el relevo, no cabe calificarl­os de éxito por más que salgan de la oficina pensando “me vais a echar de menos cuando no esté”. ¿Debe depender el éxito de una empresa normal de una sola persona? Parece, más bien, un fracaso en términos de gestión.

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¿Es imprescind­ible Harrison Ford para protagoniz­ar un nuevo ‘Indiana Jones’?

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