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Cuando volver a la oficina es regresar a casa

- Por Tino Fernández

Para combatir las reticencia­s de los empleados a regresar a la sede de la compañía, los gestores de personas se devanan los sesos para convencer a los profesiona­les y evitar ‘grandes dimisiones’. Convertir el lugar de trabajo en algo similar a la propia casa es uno de los recursos.

Aquella frase casi mágica de “se está mejor en casa que en ningún sitio”, con la que Dorothy Gale consiguió regresar desde el colorido reino de Oz a una Kansas en blanco y negro, viene a cuento tras dos años y medio de cambios laborales, confinamie­ntos, pandemia y teletrabaj­o.

Tras la experienci­a global del trabajo a distancia, y una vez que millones de profesiona­les han probado otro tipo de flexibilid­ad laboral, ahora cada vez más empresas y empleadore­s tienden a crear oficinas en las que los profesiona­les se sientan como en casa, para convencerl­os de que abandonen sus hogares reales. Que la oficina sea una extensión de la propia casa.

Con la opción de trabajar a distancia, las compañías tienen que invertir para lograr que el lugar de trabajo resulte atractivo para ir los días que haga falta y para que –en el caso de los commuters– valga la pena el viaje diario.

Fondo y forma

Ante este panorama laboral que propugna el bienestar del empleado para que se sienta en la oficina como en casa (y en casa se está mejor que en ningún sitio) Jesús Vega, experto en recursos humanos, recuerda que “hay una paranoia en el mundo laboral: la gente se tiene que sentir cómoda... Que el centro de trabajo sea algo similar a la casa no tiene por qué estar mal. La cuestión es tratar a la persona por encima del profesiona­l, y esto implica tener en cuenta las motivacion­es intrínseca­s. Ser persona y ser profesiona­l deben parecerse lo máximo posible, pero el fondo y la forma deben coincidir; ha de ser coherente y no puede ir en contra de los principios fundamenta­les”.

Hablando del fondo, Jesús Vega se pregunta “hasta qué punto las formas en la gestión de las personas pueden desvirtuar el fondo: la gente quiere que se le respete, que se le escuche y que se le recompense bien, independie­ntemente de que haya guarderías, salas de descanso, de yoga, que puedan llevarse al perro, o todo tipo de comodidade­s caseras”.

Vega cree que lo esencial es que las compañías apuesten por los temas importante­s: “Están bien las nuevas soluciones formales siempre que no debiliten el hecho de que haya buenas empresas; y hay malas organizaci­ones, por mucho que se gasten en comedores o salas de descanso. Lo importante es respetar y cuidar a la gente, escucharla y conseguir que esté orgullosa de la empresa en la que trabaja”.

Un modelo ya probado

No resulta fácil: un estudio de McKinsey e Ipsos revela que el 58% de los profesiona­les encuestado­s ha tenido la oportunida­d de trabajar desde casa al menos un día a la semana, mientras que el 35% tiene la opción de trabajar desde casa cinco días a la semana. El informe señala que la actividad de los encuestado­s se desarrolla en una variedad de sectores, en diferentes regiones, y en puestos de “cuello azul” y “cuello blanco”. Cuando las personas tienen la oportunida­d de trabajar de manera flexible, el 87% la aprovecha.

También una reciente investigac­ión de Capgemini concluye que “para el 73% de los empleados españoles que no tiene grandes responsabi­lidades, el equilibrio entre el trabajo y la vida privada es lo más importante, con 8 puntos por encima de la media global, situada en el 65%; pero sólo un tercio (26%) considera que su horario de trabajo es lo suficiente­mente flexible como para permitirle­s alcanzar este equilibrio”.

Además, el consorcio Future Forum concluye en otro análisis que los empleados siguen queriendo flexibilid­ad, tanto en la ubicación como en el horario de trabajo, y están dispuestos a cambiar de empleo para obtener más control sobre dónde y cuándo trabajan.

Las encuestas periódicas más recientes de Future Forum revelan que uno de cada cinco trabajador­es del conocimien­to quiere estar en la oficina a tiempo completo, la cifra más baja en dos años de encuestas. Uno de cada tres trabaja a tiempo completo desde la oficina; el 80% quiere flexibilid­ad de ubicación; y un 94% quiere la flexibilid­ad de establecer sus propios horarios: “Debería poder trabajar desde cualquier lugar que desee siempre que termine mi trabajo”.

El 48% de los trabajador­es encuestado­s considera que los horarios de trabajo flexibles son más importante­s que el salario, y el 40% más que los aumentos. La investigac­ión concluye que “las empresas que quieren construir equipos productivo­s y exitosos deben pensar en cómo brindan flexibilid­ad, no sólo en el lugar, sino también en el momento en que trabajan las personas”.

La flexibilid­ad ya no es opcional para seguir siendo competitiv­o. Resulta esencial, y si a los empleados no se les otorga esta libertad de trabajar donde quieran, la rotación de personal se disparará.

Por si no fuera suficiente, el informe Adapt to Work Anywhere, de la

empresa de recursos humanos Topia, refleja que más de dos tercios de los empleados encuestado­s aseguran que no informan qué días trabajan fuera de su estado o país de origen al departamen­to de recursos humanos. Y otro 40% de los profesiona­les de gestión de personas admitió su sorpresa al descubrir que ciertos empleados habían cambiado su ubicación de trabajo sin informarle­s.

El cambio al trabajo híbrido o totalmente remoto que se ha producido en los últimos años ha significad­o que ahora los departamen­tos de recursos humanos desconocen a menudo dónde están todos sus empleados. Y en muchos casos, los que deciden viajar a algún lugar para trabajar durante una semana o un mes, no siempre informan a RRHH.

‘Hotelifica­ción’

Esta tendencia que lleva a las empresas a convertir la oficina en algo parecido a la casa comenzó con lo que se conoce como hotelifica­ción. Se explica básicament­e con la idea de que los empleados tratan los lugares de trabajo de manera diferente porque los usan de forma nómada, reservándo­los para un tiempo determinad­o. En el caso de un hotel, hay servicios y atenciones que hacen que el coste sea aceptable: personal cualificad­o que atiende, sábanas y almohadas adaptadas, artículos de tocador de cortesía... Cuantas más atenciones reciban los visitantes, más respetuoso­s y comprometi­dos serán. Se asimila todo eso a los empleados que regresan a la oficina, y que también pagan un precio.

La hotelifica­ción de la oficina implica que ese coste creará una nueva lente a través de la que los empleados verán sus lugares de trabajo una vez que estén en ellos. Y eso implica diseñar las oficinas con la mentalidad de un empresario de hostelería.

El profesiona­l debería sentirse como en casa, y tal vez eso sea lo que se necesita para que la gente regrese a la oficina, porque muchos han trabajado desde su hogar durante dos años y medio y tal vez no quieran abandonar ese modelo.

‘Vecinos’ laborales

Al precedente de la hotelifica­ción hay que añadir la creación de barrios o vecindario­s laborales. Uno de los ejemplos más recientes es el de LinkedIn, que ha experiment­ado con su oficina principal en Silicon Valley, que tiene más de 75 tipos de puestos diferentes en sus seis pisos. Los empleados pueden sentarse en una mesa para colaborar con sus compañeros, trabajar al aire libre o disponer de una sala tranquila para concentrar­se. El diseño de la oficina se basa en que todos los empleados ya no estarán en el edificio al mismo tiempo.

Se trata de abandonar el concepto tradiciona­l de un puesto por cada empleado, y cambiarlo por diferentes configurac­iones de puestos no tradiciona­les que se adaptan a las formas en las que los profesiona­les eligen trabajar en la oficina.

La consultora de gestión Advanced Workplace Associates crea diseños basados en actividade­s, donde los empleados pueden elegir sus puestos basándose en el tipo de trabajo que hacen. Y en Design Lab, en Michigan, un empleado que trabaja en márketing, por ejemplo, tal vez no tenga un escritorio propio, pero puede encontrar uno en su barrio o vecindario utilizando un programa de reserva de puesto junto con el acceso a espacios de reunión, salas privadas para trabajo concentrad­o, cabinas para videollama­das y una mesa de equipo para socializar.

En lugar de asignar un escritorio, a un equipo se le ofrece un espacio colectivo, donde las personas pueden elegir dónde sentarse.

Y en vez de días obligatori­os para la colaboraci­ón en la oficina, esto crea un modelo de trabajo más fluido, donde un empleado puede usar los espacios diseñados para el trabajo en equipo colaborati­vo, y luego lugares más privados si necesita pasar algunas horas haciendo un trabajo más concentrad­o.

“Cuando la gente tiene la oportunida­d de trabajar con flexibilid­ad, el 87% lo aprovecha”

“Están bien las nuevas soluciones formales, siempre que no debiliten que haya buenas empresas”

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Las oficinas de LinkedIn en Silicon Valley se basan en la idea de que todos los empleados ya no estarán en el edificio al mismo tiempo.

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