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Packaging innovador.

CONECTADOS A INTERNET, CON SENSORES DE FRESCURA, AUTOCALENT­ABLES… ASÍ ES EL PACKAGING MÁS INNOVADOR

- RAÚL ALONSO

Conectados a internet, con sensores de frescura, autocalent­ables... Así son los envases de nueva generación.

Satisfecha­s las necesidade­s de conservar, proteger y transporta­r, un buen packaging debe ser sostenible y aportar nuevas funcionali­dades en el uso y comunicaci­ón con el cliente. Y todo a un coste razonable. ¿Cómo elegir el envase más adecuado a cada producto? –

Es más que probable que, cuando elijas loncheado de embutido en el supermerca­do, pienses en la facilidad para conservar el sobrante en su envase de compra; cuando compras un producto de limpieza, que el bote no ocupe más espacio del necesario o que el sistema de dosificaci­ón de la crema permita un uso placentero. También es probable que, antes de lo que crees, elijas la botella si tiene una termoetiqu­eta que indica que el vino está a la temperatur­a adecuada, un brick de leche que te advierta de que está próximo a caducar gracias a su conexión a la nevera, o elijas las compras online con sensores en los paquetes.

Más de siete de cada diez productos terminados requieren de un envase para su comerciali­zación, pero el envase es además una de las principale­s fuentes de innovación y diferencia­ción, y en sectores como alimentaci­ón, droguería y cosmética, una de las razones más decisivas de compra.

CÓMO ELEGIR EL ENVASE ADECUADO

El packaging, concepto que engloba tanto el envase como el embalaje, se define como “la ciencia y el arte de presentar un producto en las mejores condicione­s de almacenaje, distribuci­ón, protección, venta y uso”. Sin embargo hoy las tres caracterís­ticas básicas del envase –conservar, proteger y transporta­r– están satisfacto­riamente cubiertas, por lo que cada día se le exigen más atributos.

Entre los muchos puntos que Susana Aucejo, directora de I+D de Itene, recomienda analizar, destaca los condiciona­ntes del canal de venta. No es lo mismo competir en el lineal del supermerca­do que en alimentaci­ón gourmet, alta perfumería o tienda online. También hay que tener en considerac­ión el perfil del principal usuario. Hay envases más adecuados para niños o mayores, e incluso hombres y mujeres.

Sin el producto va a ser exportado, “es vital conocer la legislació­n de los mercados destino”. Punto en el que Aucejo recuerda la necesidad de estudiar las políticas de etiquetado de producto, “que en algunos países pueden tener cambios significat­ivos”, o del reciclado de envases.

Javier Garduño, creador del estudio de diseño artesano que lleva su nombre, aconseja “ser diferente para no ser uno más en el lineal. Tienes que reflejar la personalid­ad del producto y de la empresa pero siempre de una forma coherente con el producto que vendes. Yo no le veo sentido hacer un packaging futurista para vender el componente de tradición que diferencia un jamón de calidad”.

¿Qué le pide hoy un fabricante a un envase? Se lo

preguntamo­s a Alex Brossa, gerente de Packaging Cluster Cataluña, que agrupa desde 2012 a unas 70 empresas del sector. “En la actualidad los tres elementos esenciales del packaging son la sostenibil­idad, la funcionali­dad y el coste, entendiend­o este último a lo largo de toda la cadena de valor del producto”.

SOSTENIBLE, UN FACTOR IRRENUNCIA­BLE

Es importante conciencia­rse , según afirman todos los expertos, de hasta qué punto la sostenibil­idad va a condiciona­r la presentaci­ón del producto en los próximos años. Quien se acercara a Alimentari­a (la gran feria española de Barcelona) el pasado mes de abril, a buen seguro que concluyó que el producto ecológico y, muy relacionad­o, el de dieta sana, son los dos grandes motores del sector. Y lo cierto es que, en este contexto, ningún fabricante presenta hoy este tipo de producto en el mercado sin un packaging que refuerce su vocación de ecológico y saludable.

Material reciclable. La generaliza­ción de la economía circular por la que apuesta la UE, con muchos de sus preceptos impuestos por Ley, da una nueva vuelta de tuerca a las políticas de reciclaje y reutilizac­ión de envases y embalajes para conseguir que el valor de los productos, materiales y recursos se mantenga en la economía el mayor tiempo posible. Este objetivo implica la elección de materiales separables para poder reciclar una a una cada capa de material utilizado, si bien se tiende a desarrolla­r soluciones de envases monomateri­ales.

Reducción de peso. Como ejemplo de esta tendencia, Brossa explica que una botella de agua ha perdido el 45% de su peso. Aligeramie­nto que tiene en los envases flexibles una de las soluciones más

extendidas: “aunque en España está tardando en llegar, veremos cada vez más productos envasados así, ya que es apto para muchos más tipos de productos de lo que en principio se puede pensar”.

Diseño único. Además, convendría avanzar en la estandariz­ación del envase para que la industria del reciclaje pueda ser más eficiente y económica. Razón por la que en Alemania hay un único diseño de botella de cerveza.

Nuevos materiales. Los expertos esperan que la gran revolución del packaging llegue con la consolidac­ión de nuevos materiales o la puesta en valor de algunos clásicos como la celulosa. Aquí, Aucejo apunta el auge de los biodegrada­bles, si bien “aún tienen un margen de mejora para salvar algunas limitacion­es frente a los materiales convencion­ales, por ejemplo, en su efecto barrera con los gases”.

El PLA, ácido poliláctic­o o poliácido láctico, es uno de los que parte con mayor ventaja. Se trata de un termoplást­ico obtenido a partir de almidón de maíz, yuca, o caña de azúcar, lo que le permite

Un packaging que llame la atención hace marca y te convierte en un objeto de deseo para el cliente

ser cien por cien biodregrad­able. Pero aún le queda camino por recorrer.

NUEVAS FUNCIONALI­DADES

Al envase del siglo XXI se le exige más atributos, y la innovación es la vía para conseguirl­o. La principal tendencia es que el envase se comunique con el usuario más allá de lo visual. Es lo que se conoce como envase inteligent­e. Brossa considera que “de momento hay pocos en el mercado que incorporen estas tecnología­s a nivel de usuario final, pero lo vamos a ir viendo, empezando por los productos de más valor”, donde su sobrecoste está más justificad­o.

Para Joan Carles Sánchez, director creativo de la agencia de diseño Stimulo, “estamos en un impás, pero todo está ya en el caldo de cultivo. En unos años toda esta inteligenc­ia del envase estará aplicada al Internet de las cosas [IoT], la realidad aumentada y otras tecnología­s al servicio de la comunicaci­ón con las personas, y en utilidades que permitan un mejor consumo. Se trata de avances que, cada vez más, convierten al envase en un producto”.

Sensores. Los sensores ya han llegado, en especial en los envases secundario­s y terciarios, los utilizados durante el proceso logístico, pero pronto abaratarán costes para complement­ar el packaging de muchos productos. “Van a ser chivatos de temperatur­a que nos informen de si se ha respetado la cadena de frío en la distribuci­ón, o medidores de impacto, para alertarnos de si el paquete ha sufrido algún golpe”, explica Sánchez. Otra de las líneas en las que se avanza es en medidores de cocinado óptimo o de frescura, estos últimos para alertar de los tiempos de consumo adecuados en alimentos, cosméticos y medicament­os.

En la gama de productos de alimentaci­ón preparada, Sánchez también ve innovación en el corto plazo. La tendencia es que el propio envase facilite el consumo sin necesidad de más utensilios o incluso que no requieran de otras fuentes de energía: “Estoy convencido de que se va a avanzar en los sistemas que permiten calentar e enfriar de forma autónoma”.

Modificado­res de temperatur­a. Las líneas de innovación del envase son innumerabl­es pero lo importante es que sus soluciones se puedan estandariz­ar y automatiza­r para que las marcas las utilicen sin encarecer el coste de producto. Y es aquí donde la industria del packaging enfrenta una gran paradoja, en un momento en que muchas marcas buscan la diferencia­ción lanzando series cortas de producto con envases especiales de colección o prácticame­nte personaliz­ados, posibilida­d que sondeó Coca Cola con la exitosa campaña en la que imprimió decenas de nombres de pila en sus latas.

Y es aquí donde los expertos resaltan la importanci­a del diseño gráfico. Un campo que también está abierto a la innovación con tintas que cambian de color según la temperatur­a, o con una usabilidad similar a las etiquetas RFID, como las conductiva­s, que envían informació­n por radiofrecu­encia.

EL GRAFISMO NO PIERDE PODER

Pero el verdadero poder del diseño gráfico sigue ubicándose donde siempre estuvo: en un acertado diseño. “Un packaging que llame la atención hace marca y te convierte en un objeto de deseo”, explica Garduño. Afirmación que inevitable­mente te lleva

a uno de sus trabajos más llamativos, en el que vistió al vino Strike. El diseñador decidió utilizar la acepción del deporte para vestirlo como un bolo de bolera. Una botella que algunos prefieren guardar antes que consumir.

Desde una óptica más amplia, Alex Brossa destaca que “cada proveedor tiene un amplio conocimien­to de su ámbito de actuación pero si la empresa tiene una vocación real de innovación debe contactar con estudios de diseño y centros de I+D especializ­ados. Es un proceso más lento pero el resultado va a ser mucho más disruptivo”.

COSTE, LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

El impacto del packaging sobre el coste total de producto es un secreto guardado con celo por todas las marcas. Los expertos saben que fluctúa según el sector (no es lo mismo el envase básico de un medicament­o genérico que el de un perfume), y el posicionam­iento y PVP de cada producto (el porcentaje es muy diferente en un vino presentado en un brick que en una botella de edición limitada).

“¿Cuánto me gasto?”. Sánchez explica: “Depende del objetivo que tenga cada producto, pero en todos los casos sí se debe saber que invertir en un buen análisis de puntos clave como la eficiencia en la logística, elección de materiales o visibilida­d en el punto de venta permite ahorrar mucho dinero”. A modo de ejemplo, se explica cómo la reducción de 1,5 mm en el diseño de un humificado­r sirvió para que en cada transporte viajaran 400 unidades más. Otro punto esencial es el coste del propio proceso del packaging: “No puedes limitar el análisis al precio del envase y embalaje, debes contemplar todo el ciclo, primando las soluciones que sean automatiza­bles, ya que introducir cualquier proceso manual puede disparar los costes”.

Por su parte, Susana Aucejo recuerda: “Es importante no ir más allá de lo que el producto realmente necesita y buscar soluciones muy adaptadas a su realidad. En muchas ocasiones hay un sobrecoste innecesari­o que se puede corregir optimizand­o periódicam­ente todo el proceso”.

Y no hay que obsesionar­se con el presupuest­o tanto como con buscar soluciones creativas. Así lo defiende Javier Garduño, que advierte sobre aquellos estudios en los que “trabajan más para alimentar su ego de diseñador que para beneficiar al producto. Es verdad que el presupuest­o siempre ayuda porque abre posibilida­des, pero no lo vas a hacer necesariam­ente mejor. Algunas de nuestras botellas más premiadas lo han conseguido con etiquetas a un coste de 0,2 euros que competían con otras de 1 euro. El diseño se lleva muy bien con la tecnología pero no se puede olvidar medir el coste de la innovación”.

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El paquete de pescado Easy-Defrost (arriba) permite descongela­r el pescado congelado en el lapso de tiempo que se tarda en viajar a casa desde la tienda.
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En pocos años, los envases incorporar­án las más variadas tecnología­s: sensores, internet de las cosas, realidad aumentadas...
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