La economía consciente
La metamorfosis social requiere personas abiertas que reconozcan sus limitaciones
Casi sin darnos cuenta hemos entrado en un nuevo paradigma en el que lo nuevo queda obsoleto antes de poder llamarlo viejo. Nuevos modelos de negocio, nuevas formas de relación, nuevas formas de consumir, en definitiva, un aumento de los grados de libertad en todos los planos vitales que a algunos asusta y a otros ilusiona.
Gente adhiriéndose a un cambio que no sabe bien de qué trata sin cuestionarse el entorno y personas que cuestionándose los porqués, compagina la adquisición de conocimiento con la puesta en práctica de lo que sirve, desechando lo que no. Este aumento de posibilidades a nivel particular y en los distintos sectores que conforman la sociedad actual, conlleva una responsabilidad inevitable para poder mantener un equilibrio saludable. Los nichos estancos en los que podía vivir una persona durante toda su vida están enriquecidos y, por tanto, difuminados, y han pasado a ser ecosistemas en los que todo está relacionado. Esta metamorfosis social requiere personas abiertas que reconozcan sus limitaciones y abracen las aportaciones creíbles de otros, ya sea software o persona, para poder seguir creciendo al ritmo que hemos marcado entre todos.
Todo es relativo y depende del observador. Por un lado, eres la persona más importante del universo, tu universo, y por otro, eres tan solo un transportador de genes que está realizando la función natural por la que existes, así, sin más. Dentro pues, de este espectro tan amplio y del que es sano ser consciente, existe y es mucho más de lo que puedes percibir, pues a medida que avanzamos como sociedad, lo que era se matiza, se enriquece o se refuta, y lo que no era pasa de repente a ser. Estamos en constante cambio y formamos parte de un todo mucho más grande, y solo las aportaciones que contribuyen al cambio más grande son las que sobreviven, igual que en la naturaleza. Solo si en conjunto estamos alineados con Ella sobreviviremos como especie. Aquí es donde nace el consumo consciente. Concepto que ya ha empezado a aflorar en la sociedad y que vemos a través de las empresas, emprendedores y organizaciones que crecen, que cuidan a sus empleados, sus proveedores, sus clientes y el planeta. Y si no cumplen alguno de estos puntos, no sobrevivirán en el largo plazo.
¿CÓMO IMPACTA EL CONSUMO CONSCIENTE EN LA VIDA DE UNA PERSONA?
De la misma manera que la meditación nos entrena para poder controlar la mente en las distintas situaciones cotidianas enriqueciendo la perspectiva personal para llevar vidas más saludables, el consumo consciente, como el propio nombre indica implica aumentar la consciencia en las relaciones con las empresas y las personas, ya sea para adquirir un producto o un servicio, darle un like a alguien o algo, o votar. Es cierto que para que se produzca este aumento de consciencia es necesaria una proactividad previa por nuestra parte, así como mayor responsabilidad. El papel de introspección es fundamental para poder evadirnos de nuestros impulsos primitivos y no sucumbir así a los miles de impactos publicitarios que tenemos diariamente a través de todos los canales, prevaleciendo así una versión mejorada de nosotros mismos en el futuro. Igual
que en el experimento en el que le ofrecen dos caramelos a las niñas y niños que sean capaces de no comer el caramelo en el momento presente, tu mejor versión no está en las consecuencias inmediatas de tus actos, sino que eres la consecuencia de segundas y terceras derivadas de todas y cada una de tus decisiones.
Esto no significa que la economía tal y como la conocemos hoy en día no sea sostenible en el largo plazo, como todo, terminará adaptándose. La obsolescencia programada se combinará con durabilidad y reciclaje, y con ello, los modelos de negocio. Pero ni el Planeta ni nuestros bolsillos pueden sostener el ritmo de consumo al que hemos llegado.
Y aquí es donde cobra relevancia un movimiento que está sumando cada vez más adeptos: el de la libertad financiera.
Lo que subyace en la riqueza y prosperidad de una sociedad, al contrario de lo que se puede pensar, no es el consumo, sino el ahorro. El ahorro es lo que permite acumular capital para luego invertir o gastar. Sin una disciplina y un entrenamiento para ahorrar, la vida de las personas queda supeditada a un endeudamiento descontrolado, con la consiguiente pérdida de libertad que eso conlleva, y no solo económica, sino también personal. A la costumbre saludable de ahorrar, es decir, de controlar el dinero entrante de manera que no se gaste todo como indica la Ley de Parkinson (el gasto se expande hasta la totalidad de los ingresos con independencia de lo altos que estos sean), deben acompañarla políticas adecuadas, es decir, empleabilidad a través de entornos atractivos y favorables para las empresas, nivel salarial adecuado a los precios que garanticen un equilibrio en la economía personal y perspectivas de crecimiento.
Lo que subyace en la riqueza y la prosperidad de una sociedad no es consumo, sino el ahorro
El ahorro y el consumo consciente están intrínsecamente relacionados. Al cuestionar profundamente las necesidades, al mismo tiempo que nos proyectamos en el largo plazo, nuestros hábitos de consumo se transforman completamente. De manera espontánea se estaría avanzando hacia la libertad financiera, momento en el que no es obligatorio trabajar para vivir, estado que cualquier persona en un plazo de quince a veinte años puede alcanzar con el enfoque adecuado. Para llegar a este punto, los ingresos pasivos generados por una persona deben superar sus gastos mensuales. En el libro publicado con Grupo Planeta bajo el sello Alienta en 2018 titulado Tu llave a la libertad financiera comparto cuarenta y cinco ideas de ingresos pasivos, siendo las más conocidas el pago de dividendos, el alquiler de bienes inmuebles, la inversión como socio capitalista en un negocio, o los royalties cobrados por la venta de cualquier creación, ya sea canción, libro o infoproducto.
Existen pues, dos caminos principales que se deben combinar para alcanzar cierto grado de libertad financiera, nivel que se puede medir con la fórmula Esmeralda, ecuación matemática que diseñé para poder medir el punto del camino en el que nos encontramos: uno es el del ahorro y el otro es el de la construcción de un flujo de dinero entrante a través de ingresos que no requieran tu tiempo y esfuerzo directos como ocurre en cualquier trabajo, los mencionados ingresos pasivos.
Para ello, el conocimiento de uno mismo será esencial, pues no interpretamos la realidad como es, sino que la interpretamos de acuerdo al contexto, y estamos repletos de sesgos cognitivos que nos hacen tomar decisiones irracionales precisamente porque somos seres emocionales. El Premio Nobel de economía 2017, Richard Thaler, recibió el galardón por su contribución a la economía del comportamiento.
Con independencia de que se llegue o no al punto de independencia financiera, embarcarse en este viaje es beneficioso a nivel individual y también colectivo, siendo una alternativa más a los problemas que podrían surgir en el medio plazo con el envejecimiento masivo de la población, que podrían impactar en la estabilidad del sistema de pensiones, uno de los pilares de nuestro actual sistema de bienestar. ¿La alternativa? Una combinación entre el ahorro complementario, la inclusión de los robots en el pago de impuestos, el aumento de la presión fiscal o reformas estructurales que incidan en la tasa de empleo para aumentar la productividad. No hacer nada implica delegar toda la responsabilidad de tu futuro a un tercero, por el contrario, diversificar tus fuentes de ingreso y aumentarlas, controlar tu propio patrimonio personal y minimizar los riesgos existentes a través del conocimiento, contribuye a tu libertad y también a la estabilidad colectiva. Quien sabe, quizás la libertad financiera pase de ser un nuevo paradigma económico a una nueva forma de vida en un futuro no tan lejano.