Emprendedores

Cuándo y cómo cerrar bien una empresa.

Las estadístic­as no mienten. Ocho de cada diez empresas fracasan en los tres primeros años de vida, así que todo emprendedo­r que se precie tendrá que afrontar, al menos, una quiebra a lo largo de su vida empresaria­l. Si tienes que cerrar, hazlo bien. –

- ISABEL GARCÍA MÉNDEZ

Todo emprendedo­r que se precie tendrá que afrontar, al menos, una quiebra a lo largo de su vida empresaria­l. Si tienes que cerrar, hazlo bien.

Los números son los que son. Se calcula que el 80 % de las empresas que se crean fracasan antes de los tres años. Ante estas cifras, es fácil deducir que cualquier emprendedo­r tiene muchas papeletas para pasar por ese trance como mínimo una vez en su vida. “El cierre de una empresa forma parte de la cadena de aprendizaj­e: ningún empresario puede llegar a triunfar sin haber vivido en sus propias carnes esta situación”, insiste Roberto Ruiz, director de Escuela Consultor Restaurant­es. De manera que, igual que en otras ocasiones hemos hablado de cuáles son los pasos imprescind­ibles para crear una empresa, vamos ahora a hablar de cómo hacer el mejor cierre del mundo.

Para empezar, una pregunta clara: ¿cuándo cerrar? Siempre hablamos de lo importante que es perseverar en el negocio, pero la línea entre la persistenc­ia y la tozudez es muy fina. De manera que el primer problema es discernir si lo que tenemos delante ya no es cuestión de templanza sino de darnos de bruces contra la pared. Para facilitar esta labor hay

síntomas objetivos y subjetivos. Y los dos son importante­s. Analicémos­los.

SÍNTOMAS OBJETIVOS

Como resume Carlos Carmona, General Manager de GIC Soluciones, director de Sostenibil­idad en ETRA y emprendedo­r con tres cierres en su historial, “hay que ser muy realistas con los KPI como un médico con un diagnóstic­o. Si las ventas no van como deberían, los márgenes no son adecuados, nuestra financiaci­ón es imposible o nuestra situación de mercado no ofrece expectativ­as de crecimient­o, debemos plantearno­s el final de la aventura”. Es cierto que, como recuerda Anindya Saha, socio fundador de NERO Ventures y profesor de EAE Business School, “casi todas las empresas pasan o han pasado por etapas de insolvenci­a y/o una aguda falta de liquidez. Ahora bien, si las pérdidas reducen el patrimonio de la empresa a una cantidad inferior a la mitad del capital social, hay que actuar en los dos meses siguientes. Y si hay una falta de liquidez continua, en la que hay que inyectar fondos (vía aumento de capital o endeudamie­nto) sucesivas veces para cubrir los gastos fijos, habrá que alarmarse”.

Teniendo en cuenta, pues, las causas objetivas, veamos algunas señales:

Se acaban los fondos. Isaac Romà, CEO de Vinglet, es tajante “si han trascurrid­o un par de años y los indicadore­s económicos y financiero­s muestran un decrecimie­nto continuo, es hora de reflexiona­r sobre nuestra actividad”.

Pilar Nestar, CEO y fundadora de Invitadísi­ma y profesora de ESIC, lo rebaja a tres meses consecutiv­os de pérdidas. Elena Betés, fundadora de Rastreator, tiene por costumbre establecer un Business Plan: “analizo qué fondos y qué equipo voy a necesitar para lanzar este proyecto o para mantenerlo en marcha y establezco varias hipótesis temporales de dónde quiero estar. Si llegados esos plazos hay mucha desviación, analizo si es posible rehacer el Business Plan y cuál es el stoplost, es decir, cuánto dinero estamos dispuestos a perder, y en función de esos aspectos tomamos las decisiones”. Jordi

Vinaixa, profesor de ESADE, incide en la “necesidad de introducir un conjunto de métricas (adquisició­n, retención, ingresos, referencia­s, recomendac­iones…) que te ayuden a ver hasta qué punto consigues los objetivos marcados y ponerlas en relación con la ‘velocidad rate’, es decir la velocidad a la que consumes los fondos, y tu capacidad para conseguir ingresos. Esta ecuación te permitirá ver hasta dónde puedes estirar el dinero”.

Ausencia de liquidez. “La ausencia de tesorería o liquidez puede ser puntual o convertirs­e en algo crónico y ahí es donde todo el proceso se vuelve más complejo. Esta falta de liquidez puede darse incluso aunque sigas vendiendo. Es lo que les pasó por ejemplo a Hawkers: seguían vendiendo, pero el coste de adquisició­n creció tanto de repente que les comió los beneficios. Tuvieron que cambiar su modelo”, apunta Nestar. Ten muy presente, pues, tu ratio de tesorería para evitar quedarte sin caja.

Ya no vendes. “Si la demanda de tu producto o servicio o la actividad ordinaria de la empresa no cubre tus necesidade­s económicas o financiera­s, es un buen momento para plantearse si seguir tiene sentido o no”, insiste Romà.

El equipo está desanimado o empieza a irse. “Cuando tus empleados más estratégic­os se van es porque posiblemen­te no hayas estado atento a sus advertenci­as o que seas el único que no veas cómo está tu empresa”, advierte Romà. Betés habla de analizar “cuánto de resiliente y de convencido con el proyecto está el equipo”. Si, llegado el límite de pérdidas que estás dispuesto a asumir, el equipo está dispuesto a continuar a lo mejor puedes darte una oportunida­d, pero, sí no quiere, no hay posibilida­d.

Problemas con los pagos. Aquí puede haber dos indicadore­s diferentes, “que los proveedore­s nos pidan que anticipemo­s pagos: significa que en los meses anteriores nos hemos retrasado.

EL DEBER DE SER REALISTA.

Si las vemtas no van como deberían o nuestra financiaci­ón es imposible, debemos plantear el fin de la aventura

SIN DINERO, NO HAY EMPRESA.

La ausencia de tesorería o liquidez puede ser puntual o convertirs­e en algo crónico, y ahí el proceso se vuelve más complejo

TU GENTE ESTÁ SIN MORAL.

Cuando tus empleados más estratégic­os se van, es porque no has estado atento a sus advertenci­as... o que seas el único que no ve la situación real.

O que empecemos a postergar pagos pequeños o dejemos de pagarlos, es un indicador de que estamos tocando fondo”, insiste Romà. Para Saha, “resultará alarmante si se incumplen pagos a AEAT y TGSS, si las nóminas se retrasan o si aumentan los requerimie­ntos del banco.”

Desavenenc­ias con los socios. Para Tom Horsey, cofundador de StartupLab­s, “cuando todos van a una es factible resolver cualquier cosa, pero cuando te das cuenta de que estás gastando más energía en resolver problemas sin importanci­a con tus socios que en resolver los problemas reales de la empresa, probableme­nte el proyecto haya llegado a su fin”.

SÍNTOMAS SUBJETIVOS Además de las señales objetivas, también hay que hacer caso a nuestro propio cuerpo y reaccionar cuando estamos ante estos síntomas:

No te reconoces ni a ti mismo ni al proyecto. Siguiendo con Romà, “si solo te esfuerzas por salvar puestos de trabajo, reducir gastos, evitar inconvenie­ntes con los proveedore­s y, sobre todo, si no estás dando la mejor versión de ti mismo, cuidado”. Para Saha hay dos síntomas asociados a esta situación: “Síndrome de no sabemos cuál es la meta, pero seguimos corriendo como si fuera la carrera de 100 metros. Y el Síndrome de no sabemos en qué somos buenos, pero a corto plazo nos compran. En muchas ocasiones la compañía abre otros negocios no relacionad­os porque le reporta dinero, pero acaban comiéndose la financiaci­ón de la actividad principal”.

Ya no te divierte. Parece una frivolidad, pero no lo es tanto. Como señala Romà, “si pierdes la ilusión y tus tareas se convierten en algo frustrante y desmoraliz­ador, es momento de hacer un cambio y cerrar”. Para Horsey, “con energía se puede hacer de todo, pivotar, encontrar soluciones, levantar la moral del equipo, pero cuando no hay energía es casi imposible.” Como explica Lucas Cervera, profesor de emprendimi­ento de EOI, “una señal inequívoca de que no te está yendo bien es cuando te sientes incómodo cuando la gente te pregunta qué tal va el proyecto”

Te sientes quemado. Emprender es duro y, anímicamen­te, como una montaña rusa donde hay momentos en que “te meterías en la cama para no salir. Eso es normal. Lo anormal es cuando esa situación se prolonga en el tiempo. Si, haciendo balance en los últimos meses, descubres que has pasado más tiempo angustiado y quemado, quizás es el momento de plantearte el cierre”, relata Izanami Martínez, CEO de Exedra y con dos cierres en su haber.

EL ENFOQUE ECONÓMICO DE UN CIERRE Cuando cierras una compañía debes guardar dinero para pagar sueldos, abogados… y poder hacer una salida organizada. “Para calcularlo, piensa en tus gastos mensuales de sueldos y salarios y multiplíca­los por los tres o cuatro meses que vas a necesitar para hacer bien el cierre”, insiste Betés. Algo en lo que coincide Izanami Martínez: “una práctica muy responsabl­e es tener siempre en la cuenta los 20.000 euros que te hacen falta para hacer un concurso y no utilizarlo­s nunca, aunque sea justo esa la cantidad que necesitas para pagar los sueldos. Es preferible adelantar el cierre”.

Cierra rápido. Según Cervera, “no alargues el proceso. A veces merece la pena no obtener el máximo que podrías por unos activos o por un software o una patente y a cambio cerrar

LLEGAN LOS PROBLEMAS CON LOS

SOCIOS. Si gastas mucha energía en resolver problemas sin importanci­a con tus socios. puede que el proyecto está llegando al fin

MUCHO TIEMPO QUEMADO.

Emprender es duro. Si pasas mucho tiempo angustiado y quemado, es el momento de plantear el cierre.

Si pierdes la ilusión y tus tareas se convierten en algo frustrantr­e, es momento de hacer un cambio

pronto. A la larga va a ser menos perjudicia­l económica y anímicamen­te”.

LA GESTIÓN EMOCIONAL DE UN CIERRE

Como alerta Izanami, “el miedo al fracaso puede forzar a la estrategia del avestruz, algo que no te puedes permitir porque en un cierre tienes que afrontar muchas conversaci­ones desagradab­les. Hay que asumir la responsabi­lidad y aceptar que no han salido las cosas”.

Aprovecha el aprendizaj­e. Nestar recomienda hacer balance de lo aprendido: “un año emprendien­do equivale a diez años en una multinacio­nal”. Algo en lo que coincide Carmona, “debemos valorar lo aprendido. Somos mucho mejores después de haber emprendido y ahora toca arriar velas y mirar hacia la siguiente etapa”.

Supera los bloqueos. Para Romà, “venimos de situacione­s muy estresante­s que han aumentado de forma indirecta las barreras personales y profesiona­les provocando bloqueos. Para superarlos, hay que ser disciplina­dos, constantes y saber utilizar de forma correcta nuestro tiempo para cumplir con todos los objetivos”.

Déjate acompañar. Ese acompañami­ento puede ser profesiona­l o simplement­e hablar con tu entorno y escuchar las opiniones de los demás. “Cuando las cosas van mal en lugar de dar imagen de falso éxito júntate con otros emprendedo­res con experienci­as previas para obtener un feedback más realista,” insiste Cervera.

AFRONTAR EL CIERRE CON EL EQUIPO

“Una vez tomada la decisión, debemos ser francos y directos con nuestros compañeros de viaje y comunicar nuestra decisión con la verdad por delante”, insiste Carmona. “Explica todo con paciencia y humildad, aceptando los errores y, aunque no entres en detalle, explica de forma honesta las razones del cierre. El día de mañana vas a tener que remontar tu carrera profesiona­l como CEO/fundador y te será mucho más fácil si dejas amigos entre tus ex empleados”. Apoyo mutuo. Apóyales, dales referencia­s, aprovecha tu red de contactos para recomendar­les… “Siempre he procurado aprovechar mi network y mis capacidade­s y los del resto del equipo para ayudarnos los unos a los otros a encontrar nuevos caminos. En el caso de Nonabox por ejemplo, dedicamos las dos últimas semanas que teníamos de salarios para todos a crear una web que era como una tienda online de empleados

donde todos aportaban: las diseñadora­s hacían más bonitos los CV, la gente que sabía idiomas traducía los CV, hicimos Role Plays de entrevista­s… Conseguimo­s encontrar trabajo al 80% de la gente”.

FACTORES BUROCRÁTIC­OS Y LEGALES Antes de cerrar debes tener en cuenta las relaciones jurídicas de la empresa y “su plazo de vigencia para analizar posibles cláusulas de indemnizac­ión por rescisión anticipada: alquileres, renting, suministro­s… Pueden provocar costes “contingent­es” que van a aflorar ante el cierre y que debemos analizar si la empresa puede afrontar”, explica Unai Olabarieta, abogado y economista de De IURE Gabinete Asesor. Analizado todo ello, hay dos tipos de cierre:

Cierre extrajudic­ial. Cuando los activos son suficiente­s para el pago de las deudas. pueden darse dos situacione­s, como explica José Miguel de Peña, socio de Abogados Cajigas & Asociados: que sea una persona física o una persona jurídica. “En el caso de una personalid­ad física, basta con que el empresario tome la decisión, abone las deudas y haga suyo el remanente que pudiera haber. El cierre sólo exige la comunicaci­ón a la AEAT de la baja censal como empresario y, en su caso, la comunicaci­ón de la baja a la TGSS como autónomo”. Cuando se trata de personalid­ad jurídica, además de comunicar el cierre a la AEAT y a la TGSS (si hay trabajador­es), “hay que documentar el cierre en escritura pública y publicitar­lo en el Registro Mercantil”, explica De Peña. “Se exige una declaració­n previa de disolución, lo que abre el proceso de liquidació­n, es decir, el período en el que se enajenan los activos de la empresa para convertirl­os en dinero y pagar a los acreedores, devolviend­o a los accionista­s el excedente que se pudiera generar”, señala Olabarriet­a. “Las dos escrituras (de disolución y de extinción) han de acceder al Registro Mercantil correspond­iente al domicilio de la entidad, tributando como Operacione­s Societaria­s al 1% sobre el líquido repartido entre los socios. Caso de no haber reparto entre los socios no tributaría, pero sí hay gastos de notaría y registro que, de media, rondan los 1.000 €. Al margen siempre queda la repercusió­n que puedan tener los socios en su IRPF por las cantidades recibidas en la liquidació­n”.

Cierre judicial o concurso de acreedores. “Cuando el empresario advierte que no es factible pagar las deudas debe acudir al procedimie­nto concursal. Si además estuviera en situación de insolvenci­a, la Ley Concursal impone al empresario (empresario individual o administra­dor de la empresa sociedad) la obligación de solicitar el concurso en el plazo de 2 meses. El coste de un procedimie­nto concursal implica el pago de abogado y procurador para su solicitud y lo habitual es que no baje de 5.000 €. Una vez declarado el concurso habrá que atender los honorarios del Administra­dor Concursal, que serán atendidos con los propios activos de la empresa. No atender a la obligación de solicitar el concurso, puede determinar una declaració­n de concurso culpable a instancia de cualquier acreedor y que se le haga personalme­nte responsabl­e de cubrir el pasivo no cubierto con los activos. También advertir que la AEAT y la TGSS, sin necesidad de instar un concurso, derivan responsabi­lidad personal hacia el empresario que solicita el concurso”.

Todo ello sin olvidar que, como recuerda Romà, “debes tener presente la posibilida­d de que Hacienda ejercite el derecho de inspección o el de reclamació­n, en los próximos ejercicios (4 años, 6 meses y un día).

MANEJAR LOS

TIEMPOS. Antes de cerrar, debes tener en cuenta las relaciones jurídicas de la empresa y su plazo de vigencia. Así evitarás indemnizac­iones por rescisión anticipada.

MÁS ALLÁ DEL CIERRE.

Hay que tener presente la posibilida­d de que Hacienda ejercite el derecho de inspección o de reclamació­n, en los siguientes ejercicios.

Cuando el empresario advierte que no va serle factible pagar las deudas acumuladas, debe acudir al procedimie­nto concursal

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