ISABEL MARTÍNEZ ÁLVAREZ
Un nuevo reto educativo que ha surgido con fuerza es el de convertir al docente en un “neuroeducador”, un profesional capaz de formar a seres emocionalmente competentes que desarrollen todo su potencial cerebral. Con el fin de alcanzar este propósito, podemos servirnos de la reciente, pero también instaurada y avalada, neuroeducación, que analiza el desarrollo cerebral para optimizar al máximo el proceso de aprendizaje. Aprender significativamente implica desarrollar conjuntamente competencias cognitivas y socioemocionales. En palabras del reconocido Francisco Mora: “el binomio emoción-cognición es indisoluble, intrínseco al diseño anatómico y funcional del cerebro”. Saber cómo funciona el cerebro permite diseñar prácticas, combinando principios pedagógicos y neurocientíficos, que despierten curiosidad y emoción. Aquello que se aprende desde la perspectiva emocional, se interioriza mejor y de manera significativa.
Profesora de UDIMA