JAVIER PÁEZ GALLEGO
A Benjamin Franklin se le atribuye un mantra que relaciona implicación del educando en la tarea y aprendizaje. Es decir, pone el acento del aprendizaje en la participación y, con ello, en los cambios que se producen a nivel neurológico. Es lo que se conoce como aprendizaje significativo. Pero los más recientes modelos de neuroeducación señalan nuevos detalles de cómo las diferentes emociones previenen al organismo para dar diferentes tipos de respuesta. En este sentido, el manejo de las emociones, llevado al contexto del aula, resulta relevante. La educación emocional pasaría por explicitar y ayudar a reconocer las emociones que producen los propios éxitos y fracasos y el aprendizaje que se extrae de ello. Así, las emociones se convierten en un contenido curricular transversal y, al tiempo, en parte de un método educativo que tiene un impacto directo en el autoconcepto, la autoestima o habilidades como la empatía.
Director del Máster en Psicopedagogía de la Universidad Europea