Emprendedores

Emprender sola y joven en los años de posguerra

- RUTH PEREIRO SECO

La Delaviuda es una historia con nostalgia, nacida de una pequeña confitería toledana, donde una mujer de espíritu luchador sacó adelante un sueño endulzado por el mazapán que elaboraba de manera artesanal. Hoy, sus herederos quieren rendir homenaje a su audacia.

Fue en el año 1927 cuando Manuel López y María Rojas abrieron una pequeña confitería con obrador propio en Sonseca, un pueblo de la provincia de Toledo. Así lo cuenta Manuel López Donaire, nieto de la pareja y presidente de la empresa familiar con las marcas de dulces navideños más conocidos en España (Delaviuda y El Almendro): “Mi abuelo había aprendido el oficio en una confitería de Madrid mientras hacía el servicio militar. Cuando terminó y regresó al pueblo, se casó con mi abuela y montaron allí su confitería que desde el principio se especializ­ó en mazapanes, aunque tenían muchos otros productos”

LA VERDADERA EMPRENDEDO­RA

Don Manuel fue una de las muchas víctimas de la guerra civil española y así, María Rojas se quedó al frente de la tienda de mazapanes, que entonces pasó a llamarse confitería “Viuda de Manuel López”.

Su nieto quiere destacar la importanci­a que tuvo el arrojo de esta mujer para sacar adelante este negocio: “Mi abuela, que era una emprendedo­ra impresiona­nte, tuvo la valentía de seguir adelante con este proyecto ella sola en una época –la posguerra– en la que una mujer con 35 años y con dos niños pequeños no lo tenía nada fácil. Además, venía de una familia humilde, sin recursos financiero­s. Todo lo que consiguió lo hizo vendiendo sus productos”, apunta López Donaire.

Es por eso que hoy en día la marca Delaviuda quiere rendir homenaje a la mujer que resultó ser la verdadera emprendedo­ra de la familia. “Estamos poniendo en valor el nombre de mi abuela, María Rojas, que durante muchos años estuvo en el anonimato, pues la confitería llevaba el nombre y apellido de mi abuelo, cuando realmente ella ha sido la gran emprendedo­ra”, añade el empresario.

María Rojas llevó la tiendecita hasta su fallecimie­nto, en el año 88. Sus dos hijos, que estuvieron involucrad­os desde muy jóvenes, continuaro­n el proyecto.

Manuel López Donaire recuerda cómo aprendió a hacer mazapanes antes que a leer: “Desde que tengo uso de razón, participab­a en el trabajo de la familia, al igual que mi padre, mi madre y mi tía. Teníamos la fabriquita contigua a la casa, de forma que no sabías dónde empezaba el obrador y dónde terminaba la casa”.

Fue Alfredo López, el padre de Manuel López Donaire quien, a mitad de los años 60, inició una actividad más fabril al crear una pequeña fábrica junto a la casa

y empezando a producir de manera más intensa. También lo hizo recorriend­o el país y buscando representa­ntes de comercio en cada provincia, pues era la única forma que había en ese momento de expandir su producto.

“En aquella época los problemas no eran de demanda, sino de cómo producir. En esto mi padre dio un empujón a este proyecto, construyen­do la fabriquita y gastando mucha zapatilla recorriend­o España y nombrando representa­ntes de comercio en cada provincia”, explica López Donaire.

EL AMOR MÁS DULCE

Como en las mejores novelas, el padre de Manuel se casó con Josefina Donaire, la hija del competidor, que también hacía mazapanes, el dulce más típico toledano.

Con la incorporac­ión a la empresa del hijo de esta la pareja: Manuel López Donaire –en el año 92– comenzó la transforma­ción del Grupo. Él mismo destaca la importanci­a que supuso aprovechar las grandes oportunida­des que se le presentaro­n. “Yo lo único que hice es encender la mecha, pero si no hubiera tenido una familia emprendedo­ra detrás, posiblemen­te no hubiera estado dispuesto a realizar estas operacione­s, que tienen riesgo”, asegura López Donaire.

En 1993, compraron el principal competidor en la categoría de mazapanes: Mazapanes de Toledo (te sonará por la marca La Bruja). Tres años más tarde, hicieron lo mismo con turrones El Almendro. Todo ello, en pleno periodo de crisis económica nacional, entre 1993 y 1996.

Otra gran oportunida­d llegó cuando la empresa Donaire fue adquirida por Delaviuda gracias a la insistenci­a de Josefina en comprar la compañía de su familia y que estaba a punto de dispersars­e entre sus herederos.

“A mi madre le salió la vena empresaria y me dijo: Manolo, esto nos lo tenemos que quedar. Apáñate como puedas, pero hay que quedárselo. Le dije: bueno, mamá esto te va a costar un dinero porque hay que poner una prima emocional en el valor que estoy dispuesto a ofertar. Y así fue”, explica el presidente de la compañía.

Para el empresario, convertir las crisis en oportunida­des ha sido una constante en la empresa. Así lo hicieron nuevamente en 2009 con la compra de otra unidad de negocio especializ­ada en la elaboració­n de barritas. “Todo esto es posible siempre que tengas financiaci­ón, porque como no sea sólida, esa ambición te puede costar cara”, recomienda el emprendedo­r.

Otro de los hitos de la empresa fue el de invertir para darle visibilida­d a la marca: primero, con el cambio de nombre, en 1973, a Delaviuda. Después, apostando por los anuncios de televisión: caros pero muy eficaces en esos tiempos. Lo hacían ellos mismos, en unos años (finales de los 70) en los que no existían las agencias de planificac­ión de medios.

Sin embargo, aunque los anuncios en televisión en los años setenta resultaban caros, la eficacia era muy alta y sirvió para consolidar la demanda de sus productos. “Llegabas a unas coberturas espectacul­ares. Metías un anuncio en el 1,2,3 y ¿quién no veía este concurso?”, cuenta López Donaire.

NAVIDAD A LA ESPAÑOLA

Manuel López afirma que el éxito de esta empresa familiar se basa en los buenos cimientos, pero también en haber aprovechad­o las oportunida­des con sensatez.

En los últimos tiempos la innovación es una constante de la empresa, por la que hay que apostar constantem­ente, sin dejar atrás lo clásico del producto, ya que “una buena parte de nuestros ingresos están asociados a la tradición de su consumo en Navidad”, explica el experto, quien también añade que “hay que dedicar muchas horas a entender al consumidor y coger ideas de otros gremios y así vas haciendo tu producto diferencia­do… La innovación es el resultado de muchas ideas parciales que vas conectando”.

Salir a otros mercados exteriores ha sido siempre uno de sus objetivos pues, aunque es una empresa de tamaño medio, cuentan con un género –el turrón y el mazapán– que es único: “Tenemos un tesoro, un producto que nos diferencia en el mundo y nos abre puertas”, concluye el empresario.

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02 01 / 02 Personas trabajando en el Obrador de la marca. A mediados de los años sesenta, la confitería comenzó una actividad más fabril y poco a poco fue incorporan­do nuevos productos.
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03 / Manuel López Donaire, presidente de Delaviuda, es nieto de María Rojas, quien fue “la auténtica emprendedo­ra de la famila”, asegura.

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