La maldición de Crowley
Tras años de estudio, un historiador británico atribuye al célebre “mago negro” las muertes de seis personas vinculadas al hallazgo de la tumba del faraón Tutankhamon.
Seis extrañas muertes registradas en la capital británica en la primera mitad del siglo pasado, y que en su momento la prensa vinculó con la célebre “maldición de Tutankhamon” fueron causadas, en realidad, por el famoso ocultista británico Aleister Crowley, quien se autodenominó como “el hombre más malvado del mundo”. Así lo asegura, al menos, el historiador inglés Mark Beynon en su último libro, en el que recoge los frutos de una investigación que se ha prolongado durante varios años.
Según Beynon, estas seis personas fallecidas en “circunstancias extrañas”, y que estuvieron vinculadas con el importante hallazgo arqueológico dirigido por Howard Carter, fueron asesinadas por Crowley durante crímenes rituales. Unos asesinatos que no fueron apropiadamente investigados gracias a la labor de la prensa, que explotó a fondo la “hipótesis” de la maldición del faraón, una historia que proporcionó pingües beneficios a los diarios de la época. Entre las supuestas víctimas del ocultista estaría el capitán Richard Bethell –secretario personal de Carter–, hallado muerto en una cama del exclusivo club Mayfair; Lord Westbury –padre del anterior–, fallecido al caer desde la ventana de su domicilio, desde una altura de siete pisos o Aubrey Herbert –hermanastro de Lord Carnarvon, mecenas de Carter–, quien falleció poco después de visitar Luxor, entre otros.
El libro de Beynon, titulado La maldición de Londres: asesinato, magia negra y Tutankhamon, basa su tesis en los datos encontrados en los diarios del propio Crowley, el estudio de sus libros y otros ensayos. En ellos, según su autor, se encuentran las claves que permiten asegurar que el siniestro personaje llevó a cabo dichas “ejecuciones” para vengarse del sacrilegio que había supuesto perturbar el descenso de quel joven faraón egipcio.
Además de esta revelación, Beynon explica también en su ensayo que Crowley estaba obsesionado con una figura de la historia británica igualmente siniestra: el temible asesino en serie Jack el Destripador, cuya identidad todavía hoy sigue siendo un enigma.