MUNDOS PERDIDOS
ES UNA DE LAS CÁPSULAS DEL TIEMPO MÁS IMPORTANTES DEL PLANETA. Y EN SUS SALAS DE EXPOSICIÓN, UN OBJETO PARECE PASAR DESAPERCIBIDO. PERO ALLÍ ESTÁ…
Cada vez que caigo por la capital británica siempre recuerdo mi primer viaje. Fue a finales de los años 70 del siglo pasado. En aquel tiempo era como caer en un planeta diferente. Aún no se hablaba de la globalización y nosotros estábamos saliendo del régimen de Franco y se abría un mundo de libertades ante nuestros ojos. Londres era eso, un mundo de libertades que ya existía. Las tiendas de ropa de Carnaby Street con sus extravagantes diseños, hoy te hacen suspirar de melancolía cuando ves que donde estaban dichos establecimientos
undergound, hoy han sido sustituidas por las mismas franquicias textiles que tienes a la vuelta de la esquina en tu centro comercial más cercano. Estos sólo son algunos de los “avances” de la globalización. Todo el mundo viaja, tenemos acceso a casi cualquier parte del mundo, y eso sin contar con el bendito Internet, que te pone cualquier artículo en la puerta de tu casa en pocos días.
Pero no debemos olvidar que eso no siempre fue así. Si querías ver algo no le dabas a un botón de un teclado de ordenador; tenías que viajar allí.
Uno de las lugares que no ha podido cambiar este mundo globalizado que cada día se hace más pequeño, donde las fronteras parecen no existir, es el famoso Museo Británico. Allí vemos la historia de manera diferente. Parece que el tiempo se ha detenido; nada impide la sensación de estupor cuando contemplamos los miles de años que duermen bajo sus tejados.
Fue inaugurado un día ya lejano: el 7 de enero de 1753. Desde entonces
este museo es uno de los más importantes del mundo, con colecciones de arte griego, egipcio o romano únicas, tanto que no encontrarás algo igual en ninguna otra parte del mundo. Hoy en día se puede escuchar por sus pasillos a los visitantes cuchicheando “esto son copias, los originales están en Egipto”. Craso error. Todo lo que allí ves es original. No olvidemos que estamos en la casa de uno de los gobiernos que más saqueos hizo en todo el planeta. Y gracias a esos robos se han conservado muchas piezas que, de otro modo, habrían desaparecido.
Sin embargo la pieza que hoy nos ocupa es especial: la famosa calavera de cristal que hizo famosa la última entrega de Indiana Jones. Hoy la podemos ver en un rincón del museo, en una vitrina apagada y llena de polvo.
Esta calavera la encontró un explorador británico, Frederick Albert Mitchell-Hedges. El museo la compró y fue un objeto estrella, del que decían que los mayas los fabricaron en Belice alrededor del año 1300 a.C.
Mitchell-Hedges tenía varias denuncias por estafa en la venta de obras de arte, y a pesar de ello el Museo Británico adquirió la calavera que el explorador les ofreció a través de una compañía neoyorkina. Ésta estaba hecha en dos piezas de cuarzo de más de 5 kilos de peso, y a simple vista y con los métodos que tenían en los años 40 del siglo pasado, llegaron a la conclusión de que se había fabricado con herramientas que no existían en el tiempo en el que se databa.
No fue hasta finales de los años 90 que se hicieron nuevas pruebas, dando como resultado que se había fabricado con tornos y pulidoras que no se inventaron hasta principios del siglo XX. Con lo que el cartel de la calavera cambió en su vitrina, añadiendo: “Posiblemente fabricada a finales del siglo 19 de nuestra era”, y se apartó de su lugar estelar de exposición.
Lo que no está claro es por qué si vieron que era falsa no la apartaron definitivamente de la sala de exposición. Posiblemente la explicación radique en la cantidad de visitantes que vienen a verla como el objeto estelar y de culto que creen que es. Y es que hay cola para verla, cosa que no ocurre con maravillas del arte egipcio que muestran en plantas superiores.
Pensemos por un momento: la calavera se fabricó con maquinaria de la que no tuvo conocimiento el ser humano hasta principios del siglo XX. Pero, ¿y si se fabricó en el 1300 a.C., primera fecha de su datación, por alguna cultura que ya conocía herramientas que nosotros tardaríamos más de un milenio en inventar?
No podemos llegar a una conclusión firme sobre el misterio de esta “calavera del destino”, como la llaman. El abanico es amplio: existe la probabilidad de que sea falsa, dada la fama del propio Frederick, pero también hay posibilidad de que sea auténtica. De hecho no sería la primera vez que un ladrón o un estafador se encuentra con el hallazgo de su vida, y para evitar que se le echen encima los miembros del Departamento de Antigüedades recurre a la excusa del fraude para evitar la acusación de expolio. Sea o no así, lo que nunca nos podrán prohibir es soñar. Porque, qué triste sería un mundo que tuviese explicaciones lógicas para todo, ¿verdad? Pues eso es en lo que parece que se empeña la sociedad actual… la mayoría de las veces sin, como hago yo, ir para opinar.