MAYORES CRÁNEOS, MÁS ALTOS, MÁS INTELIGENTES…
Hace tres décadas el periodista científico y asesor del CNRS, Robert Clarke, se pregunta en su libro El Hombre Mutante si la ciencia y la tecnología no nos estaban colocando al borde de un salto evolutivo. “El aumento de nuestras capacidades cognitivas se traduciría físicamente –escribía– en una frente más amplia para proteger mejor a nuestro cerebro. El futuro del hombre tal vez sea el de su cerebro; los hombres de mañana podrían tener una enorme frente protegida por una supercopa cortical. Podrían disponer por esto de una superinteligencia, tan diferente como lo es la nuestra respecto a la del Australopithecus de hace tres millones de años. Tal vez nosotros seamos sólo el comienzo de una revolución que no ha hecho más que esbozarse”. Clarke vislumbra humanos con menos mandíbulas y sin muelas del juicio por el desarrollo de alimentos más fáciles de masticar, así como la desaparición del apéndice, las amígdalas, el coxis y el bello corporal. El fortalecimiento de la columna junto con la reducción del tamaño del intestino delgado y la redistribución de los órganos adaptándose a nuestra verticalidad, con una tendencia a ser más delgados y alcanzar la media de 2 metros de estatura, forman parte de la optimización natural que prevé para el hombre del futuro.
Sin embargo, si nos auxiliamos con la biotecnología podríamos hacer maravillas desentrañando los mecanismos de las células madres y la información de nuestro código genético. Colado se muestra fascinado y al mismo tiempo inquieto con el proyecto
de: “chip conectado al cerebro que Elon Musk promete poner en el mercado en sólo unos años y que permitiría grabar en nuestra mente aquella información que queramos, así como conectarnos con la Red.
También me llama la atención la tecnología destinada a la inmortalidad mediante la cual podremos grabar nuestros recuerdos y conocimientos para ser reimplantados en un futuro. Por un lado, me hace pensar en las mentes brillantes que habremos perdido y en las mentes diabólicas que no podremos eliminar. Por otro, me resulta complejo entender cómo será ese nuestro yo restituido. ¿Tendrá los mismos miedos? ¿La misma personalidad? ¿Se sentirá extraño en un cuerpo diferente al que tenía? ¿Le provocará rechazo?”. Demasiadas preguntas…