La Razón (Madrid) - Especiales

Plácido Domingo

- GEMA PAJARES

SiSi para, se oxida. Es su mantra y lo repite casi desde que el mundo es mundo. Plácido es de los pocos artistas que no necesita apellido para que se sepa de quién hablamos. Y de él se ha hablado, lo hemos hecho muchos, este año. A veces, demasiado. Él ha seguido cantando a pesar de las denuncias de presunto acoso sexual que sobre él vertieron dos cantantes a través de una agencia de noticias y a las que se sumaron hasta una veintena sin identifica­r. Ha seguido siendo Nabucco en Valencia. Y Ernani en La Scala. Y volverá a la Ópera de Viena. A Berlín también. Le esperan Boccanegra y Giorgio Germont. Y conciertos en Tokyo. «Si me paro, me oxido», repite. Y estará sobre el escenario hasta que el público se lo demande. «Me siento más fuerte que nunca», confiesa quien acumula en su garganta un record tras otro. Se descubre optimista y frente a quienes le tachan de «extraterre­stre», dice que es «un hombre de este mundo. Es el único que conozco». Y ríe. Cada vez que sube a un escenario es como si lo hiciera por vez primera. Pero tiene muchas tablas y una carrera inmensa. ¿El final? No lo ve. ¿La despedida? Tampoco. Le quedan sueños por cumplir. Proyectos, también. Y seguir metiéndose en la piel de alguno de esos 150 personajes que le han marcado la vida para siempre y a los que ha llevado alto. El telón aún no ha caído. Si se para, se oxida. Y lo repite como un mantra.

¿El final? No lo ve. ¿La despedida? Tampoco. Le quedan sueños por cumplir. Y proyectos. Siempre

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