La Razón (Madrid) - Especiales
Naruhito
Emperador de Japón
ElEl conjunto de ceremonias que rodeó la entronización del nuevo emperador Naruhito y el advenimiento de la era Reiwa a lo largo de 2019 volvió a hacer patente que esta milenaria nación asiática parece vivir en un universo paralelo en el que las reglas de la lógica funcionan de una manera peculiar. ¿Cómo entender sino que un país volcado en el diseño del capacitador electrónico definitivo, en la construcción de un reactor de fusión termonuclear en frío y de un computador cuántico –al mismo tiempo– se gaste 2,44 billones de yenes en la construcción de un complejo de edificios efímeros para que en ellos se desarrolle un intrincado ritual en el que se ofrece un grano de arroz recién cosechado en la prefectura de Kyoto a la diosa solar Amaterasu, deidad protectora del Tenno y ancestral progenitora de la familia del propio Naruhito en la noche de los tiempos? Pues bien, todas estas cosas son literalmente ciertas. De hecho, en 1990, cuando fue entronizado Akihito, se especuló con que el secreto ceremonial –que empezó a las 18:30 y termino a las 3:15 de la madrugada– incluyó, además de 500 ofrendas de alimentos rituales a otras tantas deidades, el hecho de que el emperador se uniera simbólicamente con los dioses en camas preparadas a tal efecto en el «sanctum» del templo. Comparado con esto, el debut en Oviedo de nuestra radiante Princesa de Asturias no debería escandalizar tanto a nuestros taciturnos republicanos.
El gigante tecnológico deslumbró al mundo con su apego a las tradiciones durante la entronización del nuevo Tenno