La Razón (Madrid) - Especiales
Espectáculo de fuego y la furia
LaLa sentencia del 1-O desató un huracán social y político en Cataluña sin precedentes tras siete años de «procés». El independentismo, convocado por la enigmática entidad Tsunami Democràtic, los CDR o la ANC, se echó a la calle masivamente durante días –hoy todavía la llama de las protestas sigue sin apagarse del todo, pese a que ha perdido mucha fuerza– y protagonizó episodios de violencia y máxima tensión por diferentes puntos de la autonomía, aunque Barcelona se erigió en el epicentro del alboroto. Las barricadas y los disturbios cercaron a Barcelona durante una semana, que se convirtió en una ciudad abonada a la batalla campal entre los manifestantes y la policía. Los agentes policiales sufrieron situaciones de máxima presión y pasaron fases de desbordamiento –en torno a 300 policías heridos–, pese a que lograron aguantar y defender los principales objetivos de los independentistas –el Aeropuerto de El Prat, el edificio de la Delegación del Gobierno o la Jefatura de la Policía Nacional–. El balance de daños materiales quedó valorado en 3,1 millones de euros –según el informe del Ayuntamiento publicado el 23 de octubre–. Los disturbios coparon todo el protagonismo, aunque también hubo otro tipo de iniciativas que colapsaron Cataluña: una huelga (18 de octubre); o una marcha de tres días con diferentes puntos de partida (Vic, Berga, Tàrrega, Tarragona y Girona) entre el 16 y el 18 de octubre que confluyó en Barcelona. El reguero de protestas no se limitó a Barcelona ni se detuvo tras la primera semana. También el resto de las capitales de provincias (Lleida, Tarragona y Girona) o importantes ciudades como Sabadell sufrieron relevantes protestas y todavía hoy menudean los cortes de carreteras por parte de los CDR.