La Razón (Madrid) - Especiales
¿Tienen «pelo» los agujeros negros?
LoLo crean o no, la insólita pregunta que encabeza estas líneas ha traído de cabeza a la comunidad científica desde los años setenta. Este «teorema alopécico» no era sino una metáfora, un chiste usado por los investigadores para responder que no, que los agujeros negros eran tan extremadamente simples, capaces de ser definidos con apenas tres parámetros, que cuestiones tan accesorias como el vello debían quedar al margen. ¿Qué eran pues? Básicamente, enormes concentraciones cósmicas de masa capaces de absorber cualquier materia o energía situada en su campo gravitatorio. El 10 de abril lo comprobamos con nuestros propios ojos: por primera vez en la historia se captaba una imagen de este evento, situado en el corazón de la galaxia M87, en la constelación de Virgo. Las cifras eran millonarias: 55 millones de años luz de distancia, tres millones de veces más grande que la Tierra, un diámetro de 40.000 millones de kilómetros... El proyecto Even Horizon Telescope precisó de más de 200 científicos en todo el mundo, una compleja red de telescopios sincronizada por relojes atómicos, décadas de investigación invertidas... respondidas por el resto de los mortales con una generosa ración de «memes» que comparaban la instantánea con el Ojo de Sauron o un donut. Eso sí, reconozcámoslo todo: del «pelo» no había ni rastro.
Un consorcio internacional de científicos obtuvo las 10 - 4 - 19 primeras imágenes de un agujero negro supermasivo