La Razón (Madrid) - Especiales
Al Nobel le gusta la polémica
ElEl cielo nunca ha estado en la Tierra. El pecador que arrepentido de sus acciones acude al confesionario podrá encontrar consuelo para su conciencia, la absolución del sacerdote y la indulgencia del Altísimo. Pero la justicia de los hombres es más dura que la que imparte la Providencia. Dios perdona, pero las personas, no. Este año el comité del Premio Nobel de Literatura otorgó el galardón a dos escritores. Intentaban dejar atrás controvertidos escándalos que habían dañado su imagen y su prestigio. Pero las buenas intenciones no siempre prosperan. La elección de la polaca Olga Tokarczuk despertó sorpresa, sobre todo en nuestro país, donde era poco conocida. Pero que escogieran al austriaco Peter Handke no dejó indiferente a nadie. Si la Academia Sueca pretendía desmarcarse de la polémica, falló de manera clara. Mientras unas voces alzaban las cualidades de su obra literaria, otras, con más memoria, recordaban que el autor había asistido al entierro de Slobodan Milosevic, que falleció en prisión después de haber sido condenado por haber participado en el genocidio de Bosnia. El fallo no aplacó las protestas. Al revés, fueron arreciando las críticas y un miembro del jurado presentó su dimisión. Hace unas semanas, durante la recepción en Suecia, todo quedó negro sobre blanco. Mientras Olga Tokarczuk cenaba junto al rey de Suecia en el banquete posterior a la entrega, a Handke se le invitó sentarse a unas cuantas sillas de distancia. Si su presencia tensaba la diplomacia en el interior del salón, en el exterior varios manifestantes sostenían pancartas contra él. Cuando Handke comenzó a escribir aún existía un resquicio para el olvido y el perdón. En la época digital, eso no existe.