La Razón (Madrid) - Especiales
Un hombre entregado en cuerpo y alma a la medicina
Pedro Guillén, un apasionado de su profesión y de la investigación científica, está considerado uno de los traumatólogos más prestigiosos del mundo. Él fue quien introdujo la artroscopia, que tan buenos resultados ha dado, en España
PPedroPPedro Guillén está considerado uno de los traumatólogos más prestigiosos del mundo y un referente en traumatología deportiva. En su carrera destacan numerosas condecoraciones, como la de miembro honorario de las reales academias de Medicina y Farmacia o la de doctor Honoris Causa de varias universidades nacionales e internacionales. Fue el encargado de introducir la artroscopia en España, en 1977. 30 años después, inventó la artroscopia sin cables con el WAD. En 1980 logró reconstruir el LCA de una rodilla por vía artroscópica. En 1986 realizó, junto a su equipo, el primer implante de condrocitos autólogos en nuestro país para curar una lesión aguda de una rodilla. Ya en 2013 protagonizó la primera intervención quirúrgica asistida con las Google Glass, consiguiendo lo que se llama «El quirófano global».
Tal y como relata, desde bien niño y por influencia del médico de su pueblo, Archena (Murcia), comenzó a interesarse por la medicina, una carrera que estudió en la Universidad Complutense. Posteriormente se movió en los campos de la anatomía y de la traumatología y ortopedia, «la rama más pesada nacida del frondoso árbol de la medicina, puesto que los músculos, tendones, articulaciones y huesos suponen aproximadamente el 60% del peso corporal».
Tras especializarse, trabajó como Jefe de Servicio de Traumatología y Ortopedia en el Hospital FREMAP de Majadahonda. Y el 18 de mayo de 1998 inauguró la Clínica CEMTRO.
Al margen de su ejercicio profesional, a lo largo de toda su vida se ha volcado en la investigación de la célula, «que es donde reside la enfermedad».
GRANDES AVANCES
Guillén destaca las aportaciones de la artroscopia al deporte, tratándose de una técnica que permite reincorporar al jugador incluso en nueve-diez días, dependiendo del tipo de lesión.
Y junto a éste, el otro gran avance que se ha producido ha sido el de la osteosíntesis, que posibilita tratamientos más dinámicos de las lesiones.
De cara al futuro, el doctor Pedro Guillén confía en que el médico asumirá el cometido esencial de devolver al paciente las capacidades que la enfermedad le ha secuestrado, distinguiendo tres situaciones bien claras: enfermedad común (patología clínica), patología quirúrgica y terapias avanzadas.
El veterano especialista apunta que la patología quirúrgica se ha visto favorecida por los progresos que se han producido en la lucha contra la infección (antibiótico) y en los procedimientos anestésicos, por los analgésicos que hacen desaparecer o alivian el dolor pre y post quirúrgico, o por el nacimiento de la cirugía mínimamente invasiva de la que la artroscopia ha sido su catalizador. Sin olvidarse de los logros de la metalurgia (osteosíntesis o prótesis) ni de la gran aportación que ha supuesto la rehabilitación para acortar los tiempos de recuperación.
Guillén confiesa que, como médico, la mayor satisfacción que ha sentido en su vida es la mirada del enfermo agradecido que se ha curado. Y sobre los que no puede curar, añade que son los pacientes que le llevan a investigar. Y es que, «de cada conversación con uno de difícil tratamiento, si se recapacita, surge una posibilidad de ponerse en marcha, que a veces se logra y otras no, pero ese tándem médico-paciente es imprescindible».
Por otra parte, indica que la alta tecnología y la fragmentación del conocimiento están secuestrando el humanismo médico. De ahí que defienda «al médico que brinda la mano como saludo al entrar, que mira al paciente a los ojos dándole esperanza, que le habla añadiéndole mucha sinceridad y, por último, que le sienta en la silla y le arropa en ese momento».
Su dilatada experiencia y su exitosa carrera no ahuyentan sus sueños, pues aspira, como médico, « a devolverle al paciente las capacidades que la enfermedad le haya secuestrado» y desea que haya transferencia rápida entre la investigación y la aplicación clínica.
Así, lamenta que la burocracia entorpezca tanto e insta a facilitar que una idea sea pronto fértil. O lo que es lo mismo, aboga por aplicar aquello que decían que era capaz de hacer Lope de Vega de que en menos de 24 horas pasaba una historia a una obra de teatro.