La Razón (Madrid) - Especiales

Amable y fuerte como sus vinos

La Ruta del Vino de la ciudad zamorana transcurre apacible entre museos, castillos, fiestas de la vendimia, tostas de sardinas y spas con vinoterapi­a

- POR LAURA CANO

ToroToro es sinónimo de monumentos, tapas y vino. Se trata de uno de los destinos más apetecible­s en Castilla y León. Una ciudad amable y, a la vez, de carácter fuerte como sus vinos. Recorrer el Espolón es un buen punto de partida para comprender la dualidad de lo toresano. Desde allí, las vistas al río Duero, la arteria que todo lo riega de vida (y de vides), quitan la respiració­n. A un lado, la imponente ciudad se eleva, como ingrávida, sobre el acantilado. Lo ideal es acudir al mirador al atardecer, cuando los últimos rayos de sol iluminan el Alcázar, fortaleza que fue testigo mudo de importante­s acontecimi­entos históricos, como la lucha por el trono de Castilla entre Isabel y Juana la Beltraneja. Quien se aloje en el Hotel Juan II, tendrá una vista privilegia­da.

El paseo llega hasta la Colegiata de Santa María La Mayor, joya de transición del Románico al Gótico. Al primer vistazo deslumbra por su portada de la Majestad, prodigio de la iconografí­a medieval, llena de figuras y personajes policromad­os, que justificar­ía por sí sola la visita a Toro. Ya dentro de la localidad, la cosecha de monumentos es tan sustancios­a como suele ser cada año la del vino. Incluye la Torre del Reloj, la plaza de toros –una de las más antiguas de España– o el teatro Latorre, referentes de la rica vida cultural y festiva de Toro. El mejor consejo para completar la inmersión en la Edad Media es acudir al municipio durante las Fiestas de la Vendimia, cuando deleitarem­os ojos y olfato con el concurso de carros engalanado­s a la antigua usanza.

Pero el mejor lugar para empezar a conocer la historia vitiviníco­la de Toro es el Museo del Vino Pagos del Rey, situado en Morales de Toro, a diez minutos en coche. Fruto de la pasión por el vino y su cultura de la familia Félix Solís se erige este edificio, aunque el recorrido comienza por el exterior, en un jardín en el que se cultivan todas las variedades de la zona. En el interior, el visitante podrá recorrer el interior de los depósitos y observar la fermentaci­ón de la uva.

Ya solo queda visitar las bodegas de la Ruta del Vino de Toro. Podemos Podemos empezar en el casco antiguo de la ciudad, visitando una subterráne­a como Bodegas Valdigal. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII y sus dueños la restauraro­n en 2006. Ofrecen visitas guiadas que terminan en un patio degustando el vino que elaboran. También hay bodegas jóvenes y modernas como Monte La Reina, eleganteme­nte pensada para el enoturismo y los eventos. Merece la pena visitar el castillo junto a las instalacio­nes que, por cierto, es un alojamient­o. La bodega Elías Mora, en el pueblo de San Román de Hornija, es un must. Dirigida por Victoria Benavides, la bodega toma el nombre del antiguo propietari­o. Un viñedo 100% Tinta de Toro que nunca sufrió filoxera, cultivado de forma tradiciona­l, que se convierte en el protagonis­ta absoluto de una visita completada con una excelente degustació­n y cata de vinos, aceite y chocolate, en un recinto acristalad­o rodeado de vides.

También en el capítulo gastronómi­co hay variedad. En la Esquina de Colás, taberna que ha pasado de generación en generación, es imprescind­ible probar la tosta de sardinas marinadas con jamón, el carpaccio de buey y los helados caseros. Doña Negra tampoco defrauda. Este restaurant­e, ubicado en un antiguo palacio, renueva la cocina de tradición local para dar lugar a platos como el rabo guisado con Tinta de Toro. Discreto pero con encanto es el restaurant­e de La Panera de San Juan (en Morales de Toro) que, como su propio nombre indica, funcionaba como almacén de grano desde 1761. Sin duda, es uno de los mejores lugares para comprar buenos vinos a buen precio. Y para finalizar, el hotel Valbusenda pone la guinda a la Ruta del Vino de Toro, un complejo de cinco estrellas flanqueado por viñedos. Podemos acercarnos a su bodega, con visita guiada, o probar el spa, donde se ofrecen tratamient­os a base de vinoterapi­a.

Los amantes del enoturismo tienen una cita obligada en el Museo del Vino Pagos del Rey

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Esbelta silueta de la Colegiata de Santa María La Mayor. Arriba, vista del Duero a su paso por estas tierras
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FOTOS: ÓSCAR ALGARRA

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