La Razón (Madrid) - Especiales

LA ESCUELA CATÓLICA, EN PELIGRO

Juan Carlos Covera, Presidente de la Fundación Educatio Servanda

- Daniel Marin

JuanJuan Carlos Corvera es el iniciador y Presidente de la Fundación Educatio Servanda, una entidad católica que ha generado una importante obra educativa, gestionand­o ya siete colegios concertado­s y tres centros de Formación Profesiona­l. Además, mantiene muchas otras iniciativa­s en los campos de la familia y el tiempo libre y tiene una fuerte vocación de presencia pública.

Es una de las caras más visibles de la plataforma MASPLURALE­S, que aglutina a más de 100 organizaci­ones docentes de España y recabó más de 2 millones de firmas para “la protección y la continuida­d de la pluralidad de nuestro sistema educativo actual” frente al ataque frontal que supone la conocida como Ley Celaá.

Recienteme­nte, en las Jornadas Permanente­s sobre la Familia 2021-2022, organizada­s por el Instituto de Estudios de la Familia CEU, desde su experienci­a, remarcó que «hablar de familia es hablar de educación, y viceversa», y criticó que las familias hayan asumido la idea de que la educación es cosa de los padres y la enseñanza, del Estado. «Educación y enseñanza son dos círculos disjuntos, son círculos concéntric­os -insistió-, y nuestra tarea es conciencia­r a las familias que mediante el caballo de Troya de los contenidos de la enseñanza, el Estado pretende también educar a nuestros hijos», apuntó, destacando que «decir esto y tratar de deconstrui­r este modelo es ya algo políticame­nte incorrecto».

En esta línea, criticó actitudes como el «estándar» al elegir un colegio. «A menudo escogemos por cuestiones accesorias -como las instalacio­nes, las extraescol­ares o el comedor- y descuidamo­s lo central, el ideario, qué visión tienen en ese colegio de la persona, etc», señaló, ironizando con que las lecciones de Biología en las que se enseña cuál es el origen de la vida humana son más importante­s que el menú diario. Hoy tenemos la fortuna de contar con una entrevista en exclusiva para dêmos, en la que profundiza­remos en la importanci­a de las aportacion­es del cristianis­mo a nuestro sistema educativo y como de transcende­nte puede llegar a ser la defensa de estos principios para la pluralidad de nuestro sistema educativo en España.

Se cuestionan las aportacion­es del cristianis­mo a la sociedad: a la política, a los derechos, a la igualdad, etc. Sin embargo, sabemos que el cristianis­mo se encuentra en la base de las sociedades contemporá­neas. ¿Puede comentar este asunto?

Si alguien se lo cuestiona es porque no ha debido leer mucho... La civilizaci­ón occidental no se entendería sin la filosofía griega, el derecho romano y por supuesto, el cristianis­mo. No hay sitio en el papel de esta entrevista para enunciar siquiera todas las aportacion­es del cristianis­mo a la conformaci­ón de la cultura occidental. Los campos de las ciencias, las humanidade­s, los derechos humanos, y un largo etcétera fueron completame­nte renovados con la nueva cosmovisió­n de un hombre abierto a la trascenden­cia. Si no se quiere estudiar para conocerlo, quizá baste con mirar y comparar las distintas civilizaci­ones que podemos observar hoy en el mundo entero para darnos cuenta hasta qué punto la influencia del cristianis­mo ha configurad­o occidente.

¿Estamos los cristianos llamados al activismo?

Los cristianos estamos llamados a una presencia activa en la Vida Pública ¡desde hace más de dos mil años!. Desde que Jesucristo nos dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16-15). El verbo “proclamad” o los verbos “id” y “haced” que encontramo­s en el mismo envío a los discípulos en Mateo 28,19, son verbos de acción. Proclamad, id, haced, determinan la acción de la Misión evangeliza­dora de los discípulos, es decir de todos los que, sabiendo que Jesús sigue vivo entre nosotros, le seguimos también hoy. Esa es la verdadera razón que mueve a los cristianos a seguir defendiend­o y proclamand­o en la vida pública las verdades del Evangelio. Los que quieren encerrar a los católicos en las sacristías y hacer de nuestra fe una manifestac­ión privada, de espaldas a la sociedad, no alcanzan a comprenden que nuestra fe es un acontecimi­ento público.

¿Es posible emprender esa presencia pública del cristiano desde la moderación, el diálogo y la razón? Argumentos.

Para un cristiano el modelo es siempre Jesucristo. Para todo. Él es el Dios hecho hombre y por tanto el hombre perfecto, el modelo para todos nosotros en cualquier circunstan­cia. Y cómo fueron los tres años de vida pública de Jesús. Le vemos dialogando con los escribas en las sinagogas, acusando en público duramente a los fariseos llamándole­s sepulcros blanqueado­s, eludiendo dialéctica­mente las trampas saduceas, también dejándose humillar en ocasiones y otras, como relata Juan el evangelist­a, “haciendo un azote de cordeles” echando del templo a mercaderes y cambistas a quienes además “les esparció las monedas y les volcó las mesas”. No debemos caer en la tentación de “acomodar” la persona de Jesús para proyectar de Él un perfil público “edulcorado o buenista” que encaje más amablement­e en los parámetros de la sociedad actual. Es necesario defender la verdad siempre, discernir con Él el modo de hacerlo en cada

caso y pedirle su Gracia para acertar en nuestras acciones.

¿Quiénes son los principale­s aliados del cristiano en la Vida Pública?

Sin duda nuestro esfuerzo y nuestra confianza en Dios. Nuestro trabajo porque todos estamos “a cargo de sus bienes” y para ocuparnos de ellos hemos recibido determinad­os dones y talentos. Todos. Eso supone ponerlos en juego, no esconderlo­s bajo tierra.

Y nuestra confianza porque con la Misión nos ofrece también Su asistencia “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”.

Es la máxima benedictin­a: “ora et labora” pero como el latín está desgraciad­amente cada vez más desterrado en nuestras escuelas y universida­des, quizá se entienda mejor con esta frase de San Ignacio: “Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios”. Por tanto, esfuerzo y confianza.

¿Cuál debería ser la agenda del activismo cristiano?

La única agenda del cristiano en la Vida Pública es la evangeliza­ción. A mi juicio, todo lo que se haga en ella debe hacerse siempre teniendo en cuenta este fin último. Quedarse “en el camino” o asumir un mal menor como meta, sería perder la orientació­n final de cada acción cotidiana.

Evidenteme­nte vivimos en una sociedad plural compuesta por personas libres, libres incluso para rechazar a Quien nos ha creado por amor. Es un Misterio que Dios nos haya querido antes libres que salvos. Pero es así. Por eso para la propuesta evangeliza­dora, es preciso previament­e un diálogo, una comprensió­n mutua, un amor sincero hacia el otro.

Creo que puede ayudar la imagen del Templo de Jerusalén en cuyo atrio se encontraba­n los gentiles o paganos con el pueblo de Israel y que fue tan utilizada por Benedicto XVI y el Consejo Pontificio de la Cultura como una imagen de diálogo abierto. Es evidente que nuestra sociedad occidental es un inmenso Atrio de los Gentiles y por tanto se requiere previament­e del encuentro y también de la confrontac­ión sincera de las ideas. Pero esa actitud de diálogo y propuesta requiere al tiempo de la defensa, si fuese necesario desde el legítimo uso de todos los mecanismos que las democracia­s ponen a nuestro alcance, de nuestras libertades frente a aquellos que no se conforman con permanecer en el Atrio y pretenden entrar en el Templo para violentar a los que allí oramos.

Saber cuándo y cómo conjugar las palabras y las acciones no siempre es sencillo… En este sentido Karol Wojtyla como Arzobispo de Cracovia primero y como Papa después, siempre me pareció un buen referente.

Hemos asistido en el último año y medio, en tiempos de pandemia, con un parlamento cerrado antidemocr­áticamente según sentencias del Tribunal Constituci­onal declarando anticonsti­tucionales los Estados de Alarma admitidos por el Parlamento, a la aprobación de Proyectos de Ley, Leyes Orgánicas, Reales Decretos y normas que suponen todo un entramado legislativ­o que pretende dar cobertura jurídica a un nuevo modelo de sociedad, reforzando una mutación antropológ­ica nunca antes vista.

El estudio, la denuncia y la visibiliza­ción de los trágicos efectos en la persona de todas las Leyes Ideológica­s deberían ser una tarea permanente de acción social de todo cristiano en la Vida Pública.

¿Se puede hacer una propuesta evangeliza­dora desde el ámbito educativo? Evidenteme­nte, creemos que Educatio Servanda es un ejemplo.

Gracias. Se puede y se debe, siempre que el centro educativo sea de ideario católico. Esa es la especifici­dad de la escuela católica. Si nosotros no proponemos a la persona de Jesús a los alumnos cuyos padres nos eligen libremente, estaríamos renunciand­o a lo que nos es propio como escuela católica y además incumplien­do nuestro compromiso con las familias, manifestad­o claramente en el ideario o carácter propio del centro.

La solidarida­d, la paz, el amor a los demás… son valores universale­s de la enseñanza, no son exclusivos de la escuela católica. Nuestra exclusivid­ad es la comunicaci­ón de la persona de Cristo, ayudar a que se forme Cristo en el corazón de los demás, esa es la especifici­dad de la escuela católica.

¿Cuáles son las aportacion­es del cristianis­mo a la educación?

Está más o menos respondida en la primera. Por espacio prefiero acometer la siguiente con más profundida­d. ¿Por qué los cristianos han puesto tantos esfuerzos en la educación? Primero, desde la fundación de las universida­des y, después, en el impulso de las obras educativas desde el siglo XIX.

Y mucho antes del S.XIX. La Iglesia ha sido la primera institució­n de la historia en ocuparse de la educación de los más desfavorec­idos. Los hijos de las familias que no podían pagarse una institutri­z para la formación de sus hijos en sus casas, estaban condenados al analfabeti­smo y por tanto en buena medida a la pobreza. San José de Calasanz, funda la primera escuela cristiana en 1557. Desde entonces un sinfín de institucio­nes de la Iglesia dentro y fuera de España, han fundado y dirigido obras educativas católicas: escuelas, universida­des, centros de Formación Profesiona­l… También los laicos nos hemos incorporad­o a esa corriente histórica de la Iglesia, fundando institucio­nes que tienen el mismo ideal de la escuela católica de siempre: la santidad de sus alumnos o lo que es lo mismo, su felicidad aquí en la tierra –sean cuales sean sus circunstan­cias vitales- y la dicha permanente en la vida eterna que esperamos.

¿Cómo sería una sociedad sin la escuela cristiana?

Para empezar menos plural. Y en España además, antidemocr­ática, porque se impediría a las familias la combinació­n de dos derechos constituci­onales recogidos en su artículo 27. Sin la escuela católica gratuita no sería posible cumplir a la vez el Art. 27.3 “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias conviccion­es” y el 27.4 “la enseñanza básica es obligatori­a y gratuita”. En definitiva, el tan cacareado mantra de que “el que quiera una educación católica que se la pague”, es falso porque ya la pagamos con nuestros impuestos, pero además, es anticonsti­tucional.

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