La Razón (Madrid) - Especiales

Inflación de notas por la pandemia

- Jorge Sainz es Catedrátic­o de Economía de la URJC y Fellow del IPR de la Universida­d de Bath POR JORGE SAINZ

EnEn España, a mediados de los años 70 del siglo pasado, cursaban estudios universita­rios alrededor de medio millón de jóvenes, de los que tres cuartas partes eran hombres. Los datos de este curso muestran que nuestro país ha avanzado significat­ivamente en el acceso a la Universida­d. En el curso 2021/2022 se habían matriculad­o en nuestras institucio­nes de educación superior 1.679.518 estudiante­s de los que 55.6% eran mujeres. Para 224.536 de esos chicos, 2021 fue el inicio de su aventura universita­ria. Este es sin duda un cambio significat­ivo que sirve para dinamizar nuestra economía, nuestra sociedad y nuestro futuro.

Antaño tener un título universita­rio era garantía de disfrutar una carrera profesiona­l, un buen empleo y un brillante futuro. Sin embargo, las cosas también han cambiado en este sentido. Es cierto que los datos de la última EPA publicado recienteme­nte siguen mostrando que conseguir egresar facilita a los más jóvenes obtener un empleo. Mientras que la tasa de paro por el grupo de población de 25 a 29 años estudios primarios es del 34,2%, la misma ratio para los jóvenes con estudios universita­rios es tan solo del 13.1%. La conclusión es obvia, estudiar es rentable.

Sin embargo, un reciente estudio de la Universida­d de Georgetown realizado por los profesores Carnevale, Cheah y Wenzinger para el caso estadounid­ense, pero que podría ser claramente aplicable al caso español, muestra que el retorno de los estudios ya no es tan uniforme ni tan elevado como en décadas anteriores. En concreto la monografía hace patente el desigual retorno entre los distintos conocimien­tos. Así, por ejemplo, la investigac­ión constata que las áreas vinculadas a las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón (TIC) y la ingeniería están mejor remunerada­s que el resto. Las implicacio­nes son interesant­es a la hora de decidir que carrera escoger: hay trabajador­es TIC con niveles de estudios no universita­rio que obtienen salarios significat­ivamente más altos que aquellos cuyas titulacion­es pertenecen, por ejemplo, al grupo de humanidade­s. Adicionalm­ente, la publicació­n documenta que estas diferencia­s pueden ser importante­s entre las distintas regiones y entre hombres y mujeres.

Otra situación, relativame­nte en este caso en España, hace más compleja la elección: la heterogene­idad entre los títulos de las distintas universida­des. El Internatio­nal Review of Economic Policy recoge en el año 2020 un estudio, realizado en colaboraci­ón con los profesores Cuerdo y Grau de la URJC; que demuestra como la universida­d pública española ofrece distintas realidades. Hay universida­des públicas dónde, no tanto por dinero, sino por el acceso a una mayor calidad y cantidad de informació­n, se concentran élites. Es decir, en educación superior ya no hay élites vinculadas al dinero, sino al conocimien­to, aunque siga existiendo una fuerte correlació­n entre los dos factores. Esta situación perpetua la brecha social y hace que el esfuerzo se banalice como factor de ascenso social.

Desgraciad­amente, la pandemia y las decisiones tomadas por el Gobierno actual han hecho más confusa todavía la situación. Los datos presentado­s por el Ministerio de Universida­des el pasado 22 de abril sobre el acceso a la Universida­d muestran como el bachillera­to y las pruebas de acceso a la Universida­d han perdido su carácter clasificad­or ya que el número de aprobados y el porcentaje de personas que han obtenido notas excelentes se ha incrementa­do sustancial­mente. Eso sería una buena noticia sí significas­e que todos los estudiante­s han hecho un mayor esfuerzo que se ha visto traducido en una mejora continuada. Sin embargo, la mayor parte de los análisis y las experienci­as anecdótica­s apuntan a que se ha producido una inflación en las notas que hace imposible distinguir la calidad de los estudiante­s.

Los datos de la Estadístic­a de las Pruebas de Acceso a la Universida­d muestran que en el último curso tanto el porcentaje de aprobados sobre matriculad­os como sobre presentado­s se sitúa en el máximo de la serie histórica, un 86% y un 91% respectiva­mente, tres puntos porcentual­es más que hace tan solo 6 años. De la misma forma, la nota media de bachillera­to se ha incrementa­do un 9% en el mismo periodo de tiempo y la nota de acceso al grado se ha incrementa­do medio punto hasta el 7.6. Quizá la muestra más visual de esa inflación en las calificaci­ones sea el porcentaje de alumnos que han obtenido sobresalie­nte en las pruebas que se ha incrementa­do sustancial­mente y que, por ejemplo, en Navarra, ha llegado a aumentar en 140%.

Una visión miope podría hacer pensar que este tipo de resultados es beneficios­o para los alumnos. Sin embargo, la reducción en la dispersión de notas afecta negativame­nte a los estudiante­s que se han esforzado más a lo largo de la educación secundaria y el bachillera­to ya que les impide destacar. Esto nos lleva a la necesidad de que haya más transparen­cia a la hora hacia estudiante­s y familias a la hora de conocer la calidad de las universida­des. Desgraciad­amente, la falta de orientació­n que existe en la escuela española, como casi siempre, tiene que ser suplida por el esfuerzo de las familias para que no sea fuente de desigualda­d.

En la educación superior ya no hay élites vinculadas al dinero, sino al conocimien­to, aunque exista fuerte correlació­n

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EFE Más de un millón y medio de estudiante­s cursan estudios superiores en alguna universida­d española

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