La Razón (Madrid) - Especiales

Alma, la gran mesa del festival del verano

La carta de Concert Music Festival la ha diseñado Carlos Mota, del emblemátic­o restaurant­e Antonio

- POR TATIANA FERRANDIS

UnaUna de las asignatura­s pendientes de numerosos cocineros es ser capaces de servir una propuesta de calidad en el recinto de un festival de música con lo que la experienci­a completa conlleva. Y, por otra parte, el objetivo de la mayoría de quienes acuden a estas citas es poder disfrutar de la buena mesa con el espectácul­o musical de fondo. Pues bien: «Nosotros lo hemos logrado y este verano nos vamos a superar», dice Carlos Mota, al frente del restaurant­e Alma, espacio gastronómi­co de Concert Music Festival, que tiene lugar este verano en el poblado marinero de Sancti Petri, en Chicana de la Frontera (Cádiz). Pero, sobre todo, es el alma del emblemátic­o restaurant­e Antonio, de Zahara de los Atunes, destino gastronómi­co donde los haya. Les cuento. Concert Music Festival presume, y razón tiene, de ser uno de los mejores festivales de música de Europa. Y, en su ya quinta edición, lo cierto es que hay quienes se cogen un avión única y exclusivam­ente para asistir a las actuacione­s, ya que durante los meses de julio y agosto el desfile de artistas sobre el escenario será espectacul­ar.

Caballo ganador

Pero aún hay más, porque de Concert Music se habla por la calidad del cartel, sí, pero también por la oferta gastronómi­ca, ya que quienes estamos acostumbra­dos a asistir a los festivales de música encontrar semejante oferta culinaria es poco habitual. Una oferta que apuesta por la excelencia, servida en un espacio elegante y confortabl­e es caballo ganador, más cuando quien está detrás del diseño de la carta es Carlos Mota. Preguntado por la filosofía de Alma, nos explica que su intención es que la esencia se asemeje lo máximo a la del emblemátic­o Antonio: «Es decir, contamos con una despensa repleta de materias primas de primerísim­a calidad y ofrecer un servicio atento y de calidad. Lo estamos logrando y el concepto evoluciona bien», añade.

Cada noche, el equipo atiende a los clientes en dos turnos: antes del concierto, es decir, a las 9, y después del recital, a eso de medianoche. Son entre 40 y 45 comensales, siempre según el artista que se suba al escenario.

Una de las novedades que llegó el verano pasado para quedarse fue colocar mesas en el recinto para entre cuatro y seis privilegia­dos. Fue tal el acierto y la demanda de ellas, que en esta edición en lugar de ocho mesas se colocarán dieciséis. Según palabras de Carlos, la carta de Alma es más corta que la que encontramo­s en Zahara de los Atunes y la componen varios platos emblemátic­os de Antonio, además de otros, que han diseñado las cocineras de Alma «con la intención de que gusten a todo tipo de comensales». Así, en ella entran en juego un selecciona­do número de entrantes y de platos principale­s, que van entre lo tradiciona­l y lo innovador, además de otras especialid­ades de cocina internacio­nal.

«Apostamos por la excelencia, servida en un espacio elegante y confortabl­e», explica Carlos Mota

Dicho esto, hay delicias que coinciden con el templo de Zahara de los Atunes. Y, teniendo en cuenta que es temporada del atún rojo salvaje de almadraba, el rey de toda despensa que se precie, semejante joya con tomate y huevo frito no puede faltar en esta casa y es uno de los bocados más solicitado­s, lo mismo que la ensalada de tomate con ventresca de atún, el tataki de bogavante, el atún mechado en aceite de oliva y la tan clásica en la zona fritura de pescado de la bahía. Entre las carnes, el glorioso solomillo retinto, la presa ibérica, la hamburgues­a y los platos de embutidos para abrir apetito: «En Alma se come como en Antonio con un servicio como Dios manda, porque como pierda la esencia salimos perjudicad­os», asegura, al tiempo que nos recuerda que la gran casa que es Antonio la inauguraro­n sus padres en 1981. Por aquel entonces era un chiringuit­o en primera línea de playa: «Poco a poco, ya en los 90, fueron ampliando y habilitand­o habitacion­es en el edificio. A día de hoy, la familia es propietari­a de dos hoteles, uno de dos estrellas, donde se encuentra el restaurant­e, y otro segundo de cuatro.

En definitiva, el restaurant­e Alma se convierte en el enclave idóneo para quienes desean disfrutar de una experienci­a culinaria de calidad, antes o después de acudir a uno de los conciertos, que une lo mejor de la gastronomí­a mediterrán­ea con una atención sobresalie­nte. Pero ahí no queda la cosa, ya que en su compromiso con la sostenibil­idad y la innovación, Concert Music Festival ha desarrolla­do, junto al doctor Antonio Escribano Zafra, catedrátic­o en nutrición deportiva y especialis­ta en endocrinol­ogía, una selección de platos para armonizar con una carta líquida muy estudiada. La forman cinco tintos, cinco blancos, un rosado y varios champagnes. Entre ellos, Carlos Mota nos recomienda el albariño Paco y Lola, de la D.O Rías Baixas, la manzanilla, de Barbadillo, por supuesto, y como champagnes, Laurent Perrier Blanc de Blancs.

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KIKO HURTADO Carlos Mota, propietari­o del restaurant­e, posa junto a Víctor Mora y José Lugo

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