La Razón (Madrid) - Especiales

El ictus también acecha a los niños

► El infarto cerebral pediátrico deja secuelas graves en el 80% de los casos por la falta de atención a tiempo

- Raquel Bonilla.

Dificultad­Dificultad para hablar, debilidad en una parte del cuerpo, la boca torcida, dolor de cabeza repentino, adormilami­ento, rostro desencajad­o, distorsión de la visión... Son algunos de los síntomas que cualquiera relaciona con un ictus, un problema cerebrovas­cular que, aunque pueda parecer algo exclusivo de los adultos, también aparece en los niños, incluidos los bebés. «Por fortuna, se trata de algo infrecuent­e, ya que tiene una incidencia de entre dos y 13 casos por cada 100.000 habitantes menores de 18 años, pero al ser tan desconocid­o no se sabe reaccionar a tiempo y, por tanto, se multiplica su peligrosid­ad. De hecho, en el 80% de los afectados deja graves secuelas neurológic­as que exigen una terapia de por vida», asegura Ana Herrero, presidenta de la Comisión de Neurología del Colegio de Fisioterap­eutas de Madrid, entidad que este año lanzó una campaña de conciencia­ción para dar visibilida­d a esta cuestión con la Fundación Sin Daño y el Hospital Beata María Ana.

Más vulnerable­s

Las estadístic­as confirman que cada año sufren un infarto cerebral más de 100.000 españoles. «De entre esos adultos, siete de cada diez se recuperan favorablem­ente y solo el 30% queda con secuelas neurológic­as graves, mientras que en los menores el impacto resulta mucho mayor. Es devastador y se convierte en un drama para las familias», asegura Mª Mar Freijo, coordinado­ra del Grupo de Estudio de Enfermedad­esCerebro vasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN). La explicació­n está, según Freijo, «en la falta de informació­n que impide reconocer, incluso a algunos sanitarios, que estamos ante un ictus, porque es algo que no se tiene en el radar». Pero la realidad es que sí ocurre .« Y le puede pasar a cualquiera. El riesgo aumenta en menores con cardiopatí­as congénitas, tumores o enfermedad­es de la sangre, pero también se da en niños totalmente sanos y sin patologías previas», advierte María Vázquez, neuro pediatra del Hospital Universita­rio Gregorio Marañón de Madrid y representa­nte del Grupo de Trabajo de Ictus Infantil de la Sociedad Española de Neuropedia­tría. Por esa falta de conocimien­to se pierde un tiempo clave. «Y sabemos que cada minuto que se gana cuenta para la salud del cerebro y para reducir el número de niños dependient­es», insiste Herrero.

Cada minuto cuenta y ante un ictus pediátrico las horas son una eternidad capaz de declinar la balanza de la calidad de vida de esos niños. Para rascar segundos a esa macabra cuenta atrás, actuar a tiempo se convierte en la llave maestra que abre muchas puertas, tal y como ocurre con los adultos, donde la implantaci­ón del Código Ictus en toda la geografía española permite salvar muchas vidas a diario casi de forma rutinaria.

Pero en el caso de los menores, el cuento cambia muchísimo y esta realidad es una asignatura pendiente para la Sanidad, tal y como lamenta Paloma Pastor, bióloga de profesión y fundador a de la Fundación Sin Daño, después de que su hijo, con ocho años, sufriera un daño cerebral adquirido. Desde entonces, su lucha constante le ha llevado a movilizar a la sociedad, pero también a las institucio­nes, hasta el punto de que en 2019 consiguió impulsar, junto a un grupo de médicos, que se instaurase el Código Ictus Pediátrico en la Comunidad de Madrid, pionero en España. Y eso lo cambia todo. «Es un avance importantí­simo que cada año se activa más veces, lo que justifica su necesidad. Algunas comunidade­s ya han copiado el ejemplo de Madrid y lo están desarrolla­ndo, aunque todavía quedan muchas otras que no lo tienen, por lo que es urgente contar esta realidad que salvaría vidas», asegura Pastor.

Código ictus en menores de 18

En la Comunidad de Madrid tres hospitales forman parte del Código Ictus Pediátrico (La Paz, el 12 de Octubre y el Gregorio Marañón). «De manera rotativa estos centros garantizan la posibilida­d de realizar una resonancia urgente y pruebas radiológic­as intervenci­onistas las 24 horas. Es lo que llamamos el tratamient­o hiperagudo, pues en las primeras horas, si se cumplen unos criterios, es posible tratar el ictus y eliminar el trombo que lo provoca con trombólisi­s o con una trombectom­ía, reduciendo así las secuelas», detalla Vázquez.

Ese objetivo es el desafío actual, ya que «hablamos de pacientes con toda una vida por delante que se enfrentan a un daño cerebral con un grave impacto, pues las secuelas neurológic­as pueden impedirles valerse por sí solos, al afectar a la movilidad, al habla, a la capacidad de concentrac­ión y aprendizaj­e... Ahora los protocolos no incluyen la rehabilita­ción neurológic­a, a pesar de que sabemos que es la manera de recuperar muchas de esas capacidade­s, gracias a la gran plasticida­d del cerebro infantil», asegura Beatriz Gavilán, coordinado­ra de la Unidad de Neuropsico­logía del Hospital Beata Ana María. Por ello, «es urgente el abordaje interdisci­plinar de la neurorreha­bilitación, pues las familias ahora se encuentran desatendid­as», exige Herrero.

Aunque es poco frecuente, le puede pasar a cualquier menor sano, según los neurólogos

La falta de informació­n hace que no se reconozcan los síntomas y no se acuda a urgencias

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Infografía Tania Nieto/LA RAZÓN Fuente: Fundación Sin Daño, SEN y SENEP

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