La Razón (Madrid) - Especiales
España, de espaldas al «boom» de la mininuclear que vive Europa
EL GOBIERNO IGNORA LA FIEBRE POR LOS SMR, PERO EL SECTOR NUCLEAR ESPAÑOL NO QUIERE QUEDARSE ATRÁS: «TENEMOS CAPACIDAD. SOLO FALTA VOLUNTAD»
DetrásDetrás del debate reabierto en Europa sobre el futuro de la energía nuclear como solución cero emisiones se esconde, para sorpresa de nadie, una carrera millonaria mundial. En sentido inverso al emprendido en España, las potencias compiten por desarrollar pequeños reactores modulares que suministren energía no contaminante, barata y estable. Los participantes mejor posicionados son Estados Unidos, Canadá, Rusia, China, Corea del Sur y Argentina. A estos se suma la reciente irrupción de la Unión Europea en el terreno de juego, con el caso visible de Francia. Todos ellos trabajan en sus propios modelos de SMR (del inglés, Small Modular Reactors), unas siglas que están destinadas a marcar el futuro del sector atómico.
Sus ventajas son variadas. Un pequeño reactor modulable es una instalación más compacta y segura en comparación con las mastodónticas centrales que funcionan en la actualidad. Tienen una potencia próxima a los 300 megavatios eléctricos, una tercera parte de la generación que alcanzan los grandes reactores todavía operativos en España. «Pero la característica fundamental es que son modulares. Se pueden construir en una fábrica y transportarlos a su ubicación. Esto los hace flexibles y escalables a la demanda: si quieres 1.000 MW, compras diez módulos. ¿Que necesitas 100? Compras uno y ya está», explica Óscar Cabellos, catedrático en Energía Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid. Además, su producción en fábrica ahorra costes. ¿Cuánto, exactamente? «Entre una cuarta o quinta parte de los miles de millones que cuesta una central clásica», responde Víctor Ruiz, profesor en el Máster de Gestión de Proyectos de OBS Business School. Son estimaciones. «Aún no hay ningún SMR funcionando en Occidente: el primero que se construya será un prototipo y, por lo tanto, más caro que los siguientes, que irán abaratándose», vaticina Cabellos. En cuanto al tiempo de construcción, éste se reduce a entre tres y cinco años frente a los más de diez de la nuclear clásica.
Entre sus virtudes, destacan también que los SMR necesitan menos combustible y generan menos residuos radiactivos que una central. También tienen la capacidad de alcanzar las altas temperaturas necesarias para descarbonizar procesos industriales como el del hidrógeno, el amoníaco o el acero. Pero una de las claves de la cuestión es que la energía nuclear no emite nada de CO2
y, por su flexibilidad, puede aportar robustez al sistema energético frente a la inestabilidad de las renovables, abaratando el coste energético (en términos prácticos, la factura). «Un país con un 80% de electricidad renovable necesita respaldo energético; un colchón que lo apoye. Si no, puede sufrir cortes de suministro, y recurrirá a los combustibles fósiles. Ojalá analizáramos bien lo que pasa en Alemania, donde el cierre de la nuclear está aumentando las emisiones de CO2», destaca el catedrático. Ruiz, por su parte, recoge que «el Instituto de la Ingeniería de
España, a través de su presidenta, Yolanda Moratilla, indicó hace poco que serían necesarias diez minicentrales para solucionar los apagones, fortalecer el sistema eléctrico español y dotarlo de estabilidad».
Así y todo, ¿veremos en España este tipo de pequeñas centrales? Mientras que en nuestro país la energía nuclear se encamina hacia su desaparición –con el cierre pactado por eléctricas y Gobierno de todo el parque antes de 2035–, en la COP-28 una veintena de países (no estaba España) se comprometieron a triplicar su capacidad nuclear para 2050 con el fin de descarbonizar la economía. Y cuando, hace unas semanas, la Unión Europea aprobó una iniciativa para hacer explotar los SMR en el continente, los partidos la izquierda española votaron no. Esta resolución incluye la creación de una alianza industrial para impulsar el desarrollo de un mercado europeo y un marco regulatorio favorable a su despliegue. «En la UE han visto que estábamos perdiendo la partida contra Rusia y China. Si no lanzamos nuestro propio proyecto, lo que tendremos en unos años serán SMR americanos», apunta Cabellos. Ruiz añade: «Rolls Royce quiere implementar SMR en Inglaterra. Culturas más pronucleares –como Francia o Polonia– están muy interesadas. En general, se están estudiando alternativas a los fósiles para frenar la dependencia a Rusia, a países árabes o norteafricanos... Sin embargo, en España, no tengo constancia de que se quiera implementar SMR en ningún sitio».
Educar a políticos y sociedad
El Gobierno ha decidido ignorar la fiebre de los SMR, en línea con su posición antinuclear. ¿Por qué? «En España no tenemos una cultura muy pronuclear; hay un estigma social», contesta el profesor de la OBS. «Las organizaciones ecologistas no quieren nuclear con su parte de razón, porque los residuos radiactivos se tardan muchas generaciones en eliminar. Pero la tecnología ha evolucionado mucho. Se está investigando un modo de reciclarlos, incluso un minirreactor cuyo combustible se mezcla con sal para hacerlo más seguro y fácil de manipular... Hay que avanzar y quitarse ciertos tabúes catastróficos que tenemos en la cabeza», considera. El fin es «concienciar en que, si queremos desprendernos de los combustibles fósiles, la contaminación y la dependencia, hay que apostar por otras vías».
Cabellos lo tiene claro: «No solo hay que educar a la sociedad, sino a los políticos». En su experiencia, en «todo lo que es nuclear, cuando no hay una política decidida de apuesta por una fuente de energía limpia y flexible, hay una falta de visión de futuro. Si no hay apoyo por parte del gobierno que sea, derechas o izquierdas; si se ponen trabas y se aumentan los impuestos, es muy difícil seguir adelante y apostar por la nuclear en tu país. Lo que está pasando es que empresas españolas con interés en esta industria están buscando realizar su actividad en Europa; fuera de España». Ruiz cuenta que, ahora mismo, la empresa española IDOM está embarcada en un proyecto canadiense de SMR y la Universidad de Sevilla también está involucrada en el diseño de un minirreactor para conectar a la red eléctrica en diez años. Hay cosas y esto es para hacer bandera. España es puntera en muchos aspectos tecnológicos, de conocimiento y de empresa. Tenemos las capacidades. Solo falta voluntad», matiza.
Pero los SMR también encuentran inconvenientes. Además de los tecnológicos y de la falta de un marco normativo, Cabellos plantea uno esencial: «Que los SMR son importantes, pero la Comisión Europea propone reducir las emisiones de carbono en un 90% para 2040. En otras palabras, hay que hacerlo con lo que tenemos. Los SMR son una solución a medio plazo que está muy bien. Pero, si las centrales nucleares funcionan, quizás deberíamos mantenerlas», opina. «Lo dice la OCDE: la energía nuclear es una oportunidad como complemento de las energías renovables. Cada día que pasemos sin hacer nada, es un día que tendremos que trabajar más rápido», concluye.