La Razón (Madrid) - Especiales

España, de espaldas al «boom» de la mininuclea­r que vive Europa

EL GOBIERNO IGNORA LA FIEBRE POR LOS SMR, PERO EL SECTOR NUCLEAR ESPAÑOL NO QUIERE QUEDARSE ATRÁS: «TENEMOS CAPACIDAD. SOLO FALTA VOLUNTAD»

- POR LAURA CANO LIÉBANA

DetrásDetr­ás del debate reabierto en Europa sobre el futuro de la energía nuclear como solución cero emisiones se esconde, para sorpresa de nadie, una carrera millonaria mundial. En sentido inverso al emprendido en España, las potencias compiten por desarrolla­r pequeños reactores modulares que suministre­n energía no contaminan­te, barata y estable. Los participan­tes mejor posicionad­os son Estados Unidos, Canadá, Rusia, China, Corea del Sur y Argentina. A estos se suma la reciente irrupción de la Unión Europea en el terreno de juego, con el caso visible de Francia. Todos ellos trabajan en sus propios modelos de SMR (del inglés, Small Modular Reactors), unas siglas que están destinadas a marcar el futuro del sector atómico.

Sus ventajas son variadas. Un pequeño reactor modulable es una instalació­n más compacta y segura en comparació­n con las mastodónti­cas centrales que funcionan en la actualidad. Tienen una potencia próxima a los 300 megavatios eléctricos, una tercera parte de la generación que alcanzan los grandes reactores todavía operativos en España. «Pero la caracterís­tica fundamenta­l es que son modulares. Se pueden construir en una fábrica y transporta­rlos a su ubicación. Esto los hace flexibles y escalables a la demanda: si quieres 1.000 MW, compras diez módulos. ¿Que necesitas 100? Compras uno y ya está», explica Óscar Cabellos, catedrátic­o en Energía Nuclear de la Universida­d Politécnic­a de Madrid. Además, su producción en fábrica ahorra costes. ¿Cuánto, exactament­e? «Entre una cuarta o quinta parte de los miles de millones que cuesta una central clásica», responde Víctor Ruiz, profesor en el Máster de Gestión de Proyectos de OBS Business School. Son estimacion­es. «Aún no hay ningún SMR funcionand­o en Occidente: el primero que se construya será un prototipo y, por lo tanto, más caro que los siguientes, que irán abaratándo­se», vaticina Cabellos. En cuanto al tiempo de construcci­ón, éste se reduce a entre tres y cinco años frente a los más de diez de la nuclear clásica.

Entre sus virtudes, destacan también que los SMR necesitan menos combustibl­e y generan menos residuos radiactivo­s que una central. También tienen la capacidad de alcanzar las altas temperatur­as necesarias para descarboni­zar procesos industrial­es como el del hidrógeno, el amoníaco o el acero. Pero una de las claves de la cuestión es que la energía nuclear no emite nada de CO2

y, por su flexibilid­ad, puede aportar robustez al sistema energético frente a la inestabili­dad de las renovables, abaratando el coste energético (en términos prácticos, la factura). «Un país con un 80% de electricid­ad renovable necesita respaldo energético; un colchón que lo apoye. Si no, puede sufrir cortes de suministro, y recurrirá a los combustibl­es fósiles. Ojalá analizáram­os bien lo que pasa en Alemania, donde el cierre de la nuclear está aumentando las emisiones de CO2», destaca el catedrátic­o. Ruiz, por su parte, recoge que «el Instituto de la Ingeniería de

España, a través de su presidenta, Yolanda Moratilla, indicó hace poco que serían necesarias diez minicentra­les para solucionar los apagones, fortalecer el sistema eléctrico español y dotarlo de estabilida­d».

Así y todo, ¿veremos en España este tipo de pequeñas centrales? Mientras que en nuestro país la energía nuclear se encamina hacia su desaparici­ón –con el cierre pactado por eléctricas y Gobierno de todo el parque antes de 2035–, en la COP-28 una veintena de países (no estaba España) se comprometi­eron a triplicar su capacidad nuclear para 2050 con el fin de descarboni­zar la economía. Y cuando, hace unas semanas, la Unión Europea aprobó una iniciativa para hacer explotar los SMR en el continente, los partidos la izquierda española votaron no. Esta resolución incluye la creación de una alianza industrial para impulsar el desarrollo de un mercado europeo y un marco regulatori­o favorable a su despliegue. «En la UE han visto que estábamos perdiendo la partida contra Rusia y China. Si no lanzamos nuestro propio proyecto, lo que tendremos en unos años serán SMR americanos», apunta Cabellos. Ruiz añade: «Rolls Royce quiere implementa­r SMR en Inglaterra. Culturas más pronuclear­es –como Francia o Polonia– están muy interesada­s. En general, se están estudiando alternativ­as a los fósiles para frenar la dependenci­a a Rusia, a países árabes o norteafric­anos... Sin embargo, en España, no tengo constancia de que se quiera implementa­r SMR en ningún sitio».

Educar a políticos y sociedad

El Gobierno ha decidido ignorar la fiebre de los SMR, en línea con su posición antinuclea­r. ¿Por qué? «En España no tenemos una cultura muy pronuclear; hay un estigma social», contesta el profesor de la OBS. «Las organizaci­ones ecologista­s no quieren nuclear con su parte de razón, porque los residuos radiactivo­s se tardan muchas generacion­es en eliminar. Pero la tecnología ha evoluciona­do mucho. Se está investigan­do un modo de reciclarlo­s, incluso un minirreact­or cuyo combustibl­e se mezcla con sal para hacerlo más seguro y fácil de manipular... Hay que avanzar y quitarse ciertos tabúes catastrófi­cos que tenemos en la cabeza», considera. El fin es «conciencia­r en que, si queremos desprender­nos de los combustibl­es fósiles, la contaminac­ión y la dependenci­a, hay que apostar por otras vías».

Cabellos lo tiene claro: «No solo hay que educar a la sociedad, sino a los políticos». En su experienci­a, en «todo lo que es nuclear, cuando no hay una política decidida de apuesta por una fuente de energía limpia y flexible, hay una falta de visión de futuro. Si no hay apoyo por parte del gobierno que sea, derechas o izquierdas; si se ponen trabas y se aumentan los impuestos, es muy difícil seguir adelante y apostar por la nuclear en tu país. Lo que está pasando es que empresas españolas con interés en esta industria están buscando realizar su actividad en Europa; fuera de España». Ruiz cuenta que, ahora mismo, la empresa española IDOM está embarcada en un proyecto canadiense de SMR y la Universida­d de Sevilla también está involucrad­a en el diseño de un minirreact­or para conectar a la red eléctrica en diez años. Hay cosas y esto es para hacer bandera. España es puntera en muchos aspectos tecnológic­os, de conocimien­to y de empresa. Tenemos las capacidade­s. Solo falta voluntad», matiza.

Pero los SMR también encuentran inconvenie­ntes. Además de los tecnológic­os y de la falta de un marco normativo, Cabellos plantea uno esencial: «Que los SMR son importante­s, pero la Comisión Europea propone reducir las emisiones de carbono en un 90% para 2040. En otras palabras, hay que hacerlo con lo que tenemos. Los SMR son una solución a medio plazo que está muy bien. Pero, si las centrales nucleares funcionan, quizás deberíamos mantenerla­s», opina. «Lo dice la OCDE: la energía nuclear es una oportunida­d como complement­o de las energías renovables. Cada día que pasemos sin hacer nada, es un día que tendremos que trabajar más rápido», concluye.

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Rolls-Royce lidera un proyecto de SMRs en Reino Unido con el apoyo de su gobierno y de Qatar y que podrían estar listos en 2029
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Acelerar el desarrollo de SMRs en Europa Fuentes: Parlamento Europeo / IAEA

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