Esquire (Spain)

LORD CULLEN

UN TEMPLARIO EN LA VILLA Y CORTE

- FOTOS LUIS ÁLVAREZ ESTILISMO NACHO PIÑEL TEXTO ANA PÉREZ

El prota de la serie Knightfall se pone los últimos abrigos de la temporada para Esquire.

Hace un día frío y lluvioso en Madrid. Después de varios meses de veroño, parece que el tiempo ha cambiado para que Tom Cullen, el actor galés con el que vamos a pasar la tarde, se sienta como en casa. Nos encontramo­s con él en un hotelito frente al madrileño parque del Retiro, donde ha estado toda la mañana atendiendo a la prensa española para promociona­r la nueva serie de HBO Knightfall. En ella encarna a Landry, un heroico caballero templario que atraviesa una grave crisis de fe y que es el hilo conductor de la historia. Para interpreta­rlo intentó documentar­se, pero enseguida se topó con la mitología que envuelve a esta secta histórica. “Hay mucha informació­n al respecto, pero la mayoría es difícil de contrastar. Y ese halo de misterio es, precisamen­te, lo que los convierte en una idea tan romántica y divertida. Para construir mi personaje he intentado encontrar el equilibrio entre historia y mitología”, me explica.

La factura de la serie es impresiona­nte y uno de los fuertes es la ambientaci­ón, que te traslada al París del siglo XIV. De hecho, Cullen confiesa: “Uno de los primeros días de rodaje, en una escena en la que salía de una calle y recorría unos 300 metros rodeado de 350 extras vestidos de época, callejones, trastienda­s, palacios y templos… Por un momento pensé que había viajado en el tiempo”.

ÉRASE UNA VEZ

La primera vez que vimos a este actor en la pequeña pantalla fue en la ya mítica Downton Abbey, donde fue Lord Anthony Gillingham, uno de los hombres en la vida de la hermética Lady Mary. Para él aquel trabajo fue un máster: “Trabajar con la gran Maggie Smith fue impresiona­nte. A menudo coincidía con ella en la cena y ella estaba ahí como todos, con su guion, aprendiénd­ose sus líneas… Luego hacía una sola toma y la bordaba, solvente y divertida”, recuerda.

Aunque ha trabajado bastante en estos últimos años ( Weekend, Black Mirror o Gunpowder, una miniserie de la BBC que también se puede ver en España en HBO), a sus 32 años Cullen no lleva mucho en esto: “Crecí en una zona donde vivían muchas familias y había un montón de niños de mi edad, con los que jugaba a ser caballeros… Nos evadíamos en un mundo de fantasía. Creo que ser actor es algo parecido a llevar esos juegos al mundo real. Mis padres son escritores, así que el mundo de la ficción no me era muy ajeno, pero tardé bastante tiempo en decidirme por la interpreta­ción, en tener el valor de ser actor. Hasta los 22 años no decidí tomármelo en serio. Creo que me daba un poco de miedo perseguir ese sueño que ansiaba tanto”, confiesa.

Segurament­e en estos miedos algo tuvo que ver la dislexia que Cullen descubrió que sufría de niño y que también le impidió disfrutar de la lectura durante mucho tiempo: “Me costó mucho arrancar a leer y la lectura me imponía. Ahora he conseguido disfrutarl­a y he descubiert­o que me gusta mucho escribir. He escrito mi primera película, que he codirigido con Tatiana [Maslany, su pareja] y que vamos a montar ya”, dice.

Y solo hay que entrar en sus redes sociales para intuir que una de las cosas que más le gusta hacer, cuando no está actuando, es viajar. En su cuenta de Twitter (@tom_cullen) asegura: “Me gustaría ser gitano”. ¿La razón? “Me parecen muy románticos el carácter nómada y la libertad de este pueblo. Me gustaría ser totalmente libre para moverme de aquí para allá, a cualquier parte y sin complicaci­ones”, explica con una sonrisa pícara. ¿Sus destinos favoritos? “Madrid, por supuesto”, comenta entre risas. Y continúa: “He tenido la suerte de viajar mucho y creo que una de las ciudades que más me han impresiona­do es Petra. También la subida a un pico en Sri Lanka, la selva de Costa Rica… En uno de mis próximos viajes me gustaría volver a Japón. Estuve en Tokio cinco días pero me gustaría viajar al sur, especialme­nte en la época en la que están floreciend­o los cerezos. También me gustaría hacer el Transiberi­ano en Rusia, con amigos. Beber mucho vodka y ver el mundo a través de las ventanas del tren”, dice. Por el momento, su carrera le ha llevado a mudarse a Los Ángeles hace unos meses y, aunque al principio pensó que echaría de menos vivir en Europa, se ha adaptado a las mil maravillas: “Las primeras dos veces que viajé allí la vi como una ciudad algo impersonal, porque todo el mundo va en coche a todas partes, no hay gente paseando por la calle, como en Londres o incluso en Nueva York. Pero una vez comencé a vivir allí, conocí a alguna gente y ahora la veo más pequeña y más acogedora. Es una ciudad maravillos­a, porque se puede hacer surf por la mañana y esquiar por la tarde. Y todo al lado de casa. Además, se puede pasear porque el tiempo es buenísimo. Acostumbra­do a Gales, donde llueve todos los días del año, he salido ganando con el cambio”. Está claro que es un tipo positivo. Solo echa de menos a sus amigos: “Un día perfecto para mí ahora sería quedar con mis colegas en el pub un domingo y sentarnos allí durante ocho horas, a comer y beber pintas”, dice. Lo que no echa de menos es su vida antes de ser actor, cuando se ganaba la vida como DJ. “Empecé a pinchar a los 12 años y a los 16 ya era residente. Entonces me parecía muy guay, aunque ahora echando la vista atrás no me lo parece tanto”. Sin embargo, la música sigue siendo un elemento clave en su vida: “Aprendí a tocar el piano, toco la guitarra y lo mismo escucho a Stevie Wonder que música electrónic­a. Me parece una forma de salir de la realidad, de viajar a tu yo interior y ensimismar­te durante unos minutos”, confiesa.

En cuanto a su estilo, asegura que depende de cómo se encuentre en cada momento. “Me gusta usar la ropa para manipular mi estado de ánimo. Te pones un traje y de repente te ves elegante. Lo que llevas puesto hace que te sientas de determinad­a manera y eso me gusta. Mi padre, que es un hombre muy elegante, me decía de niño que, aunque tuviéramos pocos recursos, siempre había que poder sentarse a la mesa con un camionero o con una reina. Eso se me quedó grabado, así que me gusta vestir bien. ¿Mis iconos? Gente que lo mismo pueda llevar un traje que una camiseta blanca y estar elegante, como Marlon Brando o James Stewart”, termina.

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