CON UN PAR
¿HAY #METOO COMO EL DE PAUL NEWMAN O NO?
Ha quedado claro que no seréis nunca tan generosos como el gran Paul Newman, que compartió su sueldo con Susan Sarandon en 1998 en la película Al caer el sol porque le parecía excesiva la brecha salarial. Puede que la comunidad Esquire no esté preparada para tanto amor por la igualdad, pero sí para dar cientos de likes a la historia y compartirla en Facebook hasta la extenuación. No cundirá el ejemplo, pero sí se extiende la actitud.
Entráis en bucle
Os habéis vuelto locos con el vídeo de las montañas rusas más impresionantes, pero confesad: lo que más os mola es ver el careto de Alonso en el Ferrari World de Abu Dabi.
Habitan muchos valientes en las redes de Esquire este mes, pero no habéis sido vosotros, son ellos
Campeones es una historia plagada de personajes con alguna discapacidad. La de algunos es intelectual, está diagnosticada y les permite por ello recibir cierta ayuda del Estado. La de otros es menos visible a primera vista, ningún experto la ha dictaminado y no da derecho por tanto a subvención alguna. Curiosamente es esta última forma de discapacidad la que provoca en muchas casos las limitaciones más acuciantes. Así como las personas con dificultades de visión desarrollan de manera extraordinaria su capacidad auditiva, tengo claro que quienes tienen limitaciones a nivel intelectual desarrollan sobremanera su capacidad emocional. Su corazón. Es un equilibrio natural. Y cuando uno entra en contacto con corazones tan grandes, tan limpios, tan desprovistos de prejuicios, tan cálidos y tan sinceros, no puede más que sentir admiración, dejarse acariciar por ellos y llegar a la conclusión de que la capacidad intelectual, en general, está sobrevalorada. Presumimos mucho antes del brillante expediente académico de nuestros hijos que de sus habilidades para emocionarse, para disfrutar de su existencia o para relacionarse con el pajarito del coco. Simplemente disfrutando, viviendo el momento. Cabreándose si se tercia pero perdonando en tiempo real, que lo de estar enfadado más de un minuto se lo dejan a personas más inteligentes. Podría ser esta, por cierto, una nueva clasificación de la humanidad. Me preguntan a menudo si ha sido difícil hacer una película con personas con discapacidad intelectual, cuando realmente la pregunta lógica sería si ha sido difícil trabajar con personas que no son actores. Porque su disca- pacidad no es más determinante que cualquiera de las discapacidades de los que estamos aún a falta de diagnóstico. Dicen que el miedo es la mayor de ellas. También está la inseguridad, la desconfianza. También el ego y las obsesiones. Está la falta de pericia para relacionarnos con el prójimo, están los celos, las envidias, las arrogancias y la agresividad. Están nuestras mentiras o nuestros rodeos para decir las verdades. Está la ansiedad de las expectativas de colores, la soledad y la inútil depresión que suele acompañar al proceso creativo. Muchas discapacidades que no vienen en el nuestro DNI pero que nos limitan demasiado como para atrevernos a considerar “discapacitado” a cualquier otro. Como si el mundo se pudiera dividir en dos grupos.