JAVIER FESSER* ESTOY SIN DIAGNOSTICAR
Antes de rodar Campeones estaba yo convencido de que el mundo se dividía en dos grandes grupos: los que chupamos la tapita del yogur antes de tirarla a la basura y los desalmados que la arrojan al cubo impregnada de tan pegajoso lácteo, provocando que se quede trágicamente adherida a la pared de la bolsa. Terrible, nunca he entendido a esta gente. Pero tras ocho semanas de intenso rodaje he ampliado mi visión para darme cuenta de que lo del yogur es una estupidez y que en realidad la humanidad la componen claramente dos tipos de personas: las diagnosticadas y las por diagnosticar. que se posa en la barandilla de la ventana. Llegamos incluso a cuestionarnos si en ellos la inocencia es o no una verdadera virtud.
Ni de derechas o de izquierdas, ni de mar o montaña. El mundo se divide entre los que saben disfrutar de la vida y ser felices, sin darle al coco, y los que se creen más listos por complicársela y son infelices