Bryan Cranston SIGUE TENIENDO QUÍMICA VERSION
POR SI AÚN NO LO SABÍAS
Un ‘profe’ canceroso que vence al imperio de las metanfetaminas solo podría ser creíble a las espaldas de este actor castigado por la vida. Ahora quiere convencernos de que es un perro.
Ser teleoperador de línea erótica y disfrazar se de gallo para vender en la calle alitas de pollo no es un detalle en el caso de Bryan Cranston (Los Ángeles, 1956). Y no solo en sentido figurado. En octubre de 2016, el veterano intérprete publicaba Secuencias de una vida (B de Books), donde daba cuenta de sus baches personales y profesionales hasta interpretar, rebasados los 50, a su icónico profesor de Química enfermo de cáncer en Breaking Bad. Paradójicamente, Cranston fue un actor precoz. Interpretó su primer papel a los 9 años, en un anuncio de la ONG United Way. Pero cuando cumplió los 12, su padre abandonó el hogar. Su madre ahogó la desolación en alcohol y perdieron la casa familiar. Bryan y su hermano Kyle terminaron viviendo en la “sucia” granja de sus abuelos, donde, a cambio de dormir en el sofá, recogían huevos y estrangulaban gallinas. Empezaron entonces a sucederse los empleos de subsistencia: repartidor de periódicos, guardia de seguridad, asesor de citas, estibador de muelle, galán de telenovela, publicista de jabón y antihemorroides. De ahí que cuando Wes Anderson le ofreciera el do- blaje del can protagonista de su película de animación Isla de perros hallase un alma gemela en este perro abandonado. “Mi interpretación se basa en lo que recojo de la calle. Siempre seré un actor callejero. No tengo ninguna educación formal en teatro o en arte dramático. Ese chucho de Isla de perro soy yo. Por eso me identifco con él”.
El actor que hoy nos recibe en el Festival de Berlín para promocionar el flme, cuyo estreno está previsto en España el 20 de abril, nada tiene que ver con el mezquino Walter White. Cranston es cálido y jovial. Mantiene la mirada en la conversación y atrapa al interlocutor con el uso modulado de las manos. Puede que Bryan no sea un actor con pedigrí, pero es un orador nato.
ESQUIRE: Tus primeros pinitos en el doblaje fueron en Power Rangers. ¿Lo eliminarías de tu artículo en Wikipedia? BRYAN CRANSTON: No, estoy orgulloso. De hecho, en EE. UU. al Power Ranger azul lo bautizaron como Billy Cranston por mí. Por eso cuando los estudiantes de Arte Dramático me preguntan qué papeles han de aceptar, les animo a que los hagan todos, porque eso ayuda a desarrollar el sentido del gusto. ESQ: Las voces de Isla de perros se grabaron hace dos años y medio, mucho antes de que Trump fuera elegido, ¿cómo es posible que Wes Anderson previera con su historia nuestro presente? BC: Porque es un artista perspicaz, capaz de anticipar la realidad. También sucede así con Network, la obra de teatro que estoy representando en el National Theatre de Londres, donde hablamos de fake news, de la cultura del espectáculo, de la crudeza de hablar de suicidio en directo… y el texto se escribió en 1975. Son artistas a la vanguardia. ESQ: Isla de perros tiene grandes resonancias políticas, sociales y medioambientales. Lo que se lee entre líneas es extremadamente relevante. BC: Eso opino yo también. Especialmente en mi país, donde los ciudadanos estamos viviendo una ansiedad que nunca antes habíamos experimentado. Esta película facilita que toda una miríada de sociedades puedan verse refejadas en el alarmismo, la xenofobia, la codicia, la segregación… Hemos de ser resilientes, hemos de hacer que prevalezcan el sentido común, el civismo
“Siempre seré un actor callejero. No tengo ninguna educación formal en teatro o arte dramático. Ese chucho de ‘Isla de perros’ soy yo”
y la bondad. Es el momento de recuperarnos. ESQ: ¿En qué medida crees que el movimiento #Metoo tiene que ver con esa recuperación? BC: Es interesante, pero de una manera extraña creo que Trump tiene mucho que ver con #Metoo. Es un movimiento fantástico. Cada vez que oigo caer a otro depredador sexual, imagino que se derrumban esos pilares que han sostenido la misoginia a lo largo de la historia. Si siguen cayendo, todo ese sistema terminará colapsando y tendremos la oportunidad de construir una sociedad basada en el respeto mutuo. El club de los chicos se acabó.
EL CLUB DE LAS MASCOTAS
Japón, año 2038. En la corrupta prefectura de la ciudad de Megasaki, las autoridades han propagado información falsa sobre un brote de virus canino que amenaza con contagiarse a las personas. De modo que, por decreto ejecutivo, todos los perros son exiliados a una isla vertedero. En contraste con la pasividad de la población, un niño de 12 años parte en busca de su mascota. Aunque la trama de Wes Anderson está protagonizada por marionetas, para preparar el rol del independiente perro llamado Chief, Bryan Cranston tuvo en mente el clásico de Robert Aldrich Doce del patíbulo. “Si tomas a alguien, en este caso a un perro, y le arrojas una pequeña luz de esperanza, le despiertas el deseo de conseguir algo grande. Me gusta que Chief represente la idea de que con la esperanza pueden surgir segundas oportunidades”. ESQ: ¿Tienes perros? BC: Me encantan. Siempre he tenido. Son lo mejor. Piensa si no en el amor y en la compañía que te procuran. Son extraordinariamente leales y juguetones. Concentran los mejores rasgos de personalidad. ESQ: ¿Por qué aceptaste interpretar a este perro vagabundo abandonado en un vertedero de basura? BC: Si Wes Anderson te llama es un sí inmediato, porque ya sabes de lo que es capaz. ESQ: ¿Cómo diste vida al personaje? BC: Nunca lo vi como a un perro. Le transferí emociones. Chief es un can vagabundo y yo también experimenté el desamparo. Cuando era niño nos echaron de casa con lo puesto. He visto a mucha gente sin hogar. ESQ: Hay un capítulo en tu vida que podría ser una película de Wes Anderson, cuando fuiste con tu hermano en motocicleta en busca de tu padre. BC: Mi infancia fue muy extraña, porque hasta los 9 años mi familia era muy sólida. Mis padres eran activos en el AMPA, participaban en nuestras actividades extraescolares. Mi madre confeccionaba los disfraces de Halloween y mi padre traía accesorios a casa de su trabajo en la industria del cine. Pasaban mucho tiempo juntos, pero empezaron a distanciarse y, cuando yo tenía 12, mi padre se fue de casa. No lo volví a ver en una década. Fue una etapa muy crítica, porque en mi pubertad todo saltó por los aires. Como consecuencia, me convertí en una persona distinta: introvertida, tímida, cerrada… Había perdido la confianza en los demás. Tardé en abrirme de nuevo, hasta que tuve veintitantos. ESQ: ¿Y cómo surgió toda esta road movie personal en busca de tu padre? BC: Tal cual, fui y busqué a mi padre. Y creo que nunca nos hubiera mirado a los ojos de no haber ido a por él, porque estaba muerto de vergüenza. ESQ: Hablas con facilidad y distancia de etapas muy traumáticas en tu vida. BC: Algo que aprendí al principio es que una de las herramientas de un actor es su experiencia vital, y llevo tanto tiempo en este oficio que soy una cavidad abierta. Si necesito afligirme, meto la mano en mi caja de herramientas. Si busco celos, mira, aquí están. ¿Rabia? ¿Qué te parece este recuerdo? Estoy tan acostumbrado a buscar emociones en mi interior que resulta catártico.
RIDÍCULAMENTE AFORTUNADO
Cuando Cranston leyó el guion de Breaking Bad, fantaseó con el personaje de un perdedor, torpe e inseguro. Pero el showrunner Vince Gilligan tenía en mente otro arco narrativo. El profesor de Química tendría una evolución hacia el lado oscuro. La encarnación convincente de este cambio gradual al reverso tenebroso le supuso cuatro premios Emmy a Mejor Actor. ESQ: ¿Cómo llevaste el estallido del fenómeno Breaking Bad? BC: He sido ridículamente afortunado. Mi objetivo era ganarme la vida como actor y a ello me he dedicado desde los 25 años. Pero si Malcolm in the Middle y Breaking Bad no hubieran sucedido, también sería feliz, porque habría podido ganarme la vida con mi oficio. Al final, todo depende de cómo lleves el éxito. Quizás mi desapego de la fama tiene que ver con que mi padre, que también era actor, tenía un conflicto: quería ser una estrella, se enganchó al aspecto ególatra de esta profesión. ESQ: ¿Disfrutaste el fnal de la serie? BC: Sí, alargarla habría sido como prolongar una comida fantástica. Volver a Walter White es un atracón que no desearía, como zampar más de lo que uno debe. ESQ: ¿ Ni siquiera en el spin off, Better Call Saul? Todos estamos deseando que te asomes… BC: No lo sé. Le debo mucho a Vince Gilligan. Creyó en mí, fue mi valedor en esa serie. Y haría cualquier cosa por él. Si me lo pide, ahí estaré. ESQ: ¿Qué haces para mantener los pies en el suelo? BC: Todavía lidio con las consecuencias. Mi vida es frmar autógrafos y hacerme fotos, y no me siento cómodo. No quiero decir que no esté contento con el éxito, pero no es lo que me gusta hacer. Quiero crear, hablar de creatividad y de lo que implica para la sociedad.
“Volver a Walter White es un atracón que no desearía, como zampar más de lo que uno debe”