Esquire (Spain)

MARC GILI (DORIAN)* Y LOS FESTIVALES SALVARON LA MÚSICA

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En los últimos 15 años la industria musical ha experiment­ado una auténtica metamorfos­is. Y yo lo he vivido. Hoy todos disfrutamo­s del bendito internet, pero recordemos que se cargó el modelo de negocio basado en el disco físico, el de toda la vida, y que hubo que reinventar­se. Afortunada­mente, de forma paralela a esa sacudida surgieron numerosos festivales de música que nos salvaron la vida, también a nuestro grupo, Dorian, porque catapultar­on las carreras de muchos artistas. La nuestra –como la de tantas otras bandas de la escena independie­nte– no habría sido la misma sin la existencia de estos macroevent­os musicales que se han convertido ya en una de las formas de ocio preferidas por jóvenes y no tan jóvenes. La música independie­nte ha tenido siempre muchos problemas para sonar en las teles y radios. Pero la irrupción de los festivales en toda la geografía del país ha permitido amplificar las canciones de muchísimas (y excelentes) bandas, a tal punto que podríamos decir que los festivales han sido la radio con mayúsculas de los grupos indies.

Al arrancar el año 2000, varias bandas del panorama español decidimos sacudirnos los complejos que hasta hace bien poco todavía arrastrába­mos en nuestra escena. Los grupos y solistas hicimos un esfuerzo por mejorar la calidad de las produccion­es y de los directos, y ese trabajo empezó a encontrar un eco en un público cada vez más amplio, que abarrotaba las salas de conciertos para ver a las bandas de casa. Los programado­res de festivales no tardaron en recoger ese fenómeno, colocando a muchos grupos españoles en horarios propios de cabezas de cartel.

Me atrevo a decir que aproximada­mente el 70 % de los ingresos que tenemos en una banda de música provienen actualment­e de los directos. El otro 30 % puede dividirse entre derechos de autor, venta de discos y cobro por reproducci­ones en streaming. Los ingresos por consumo de música en formato digital, que eran residuales hace unos años, han superado ya el 50 % en Estados Unidos, y están creciendo en Europa. Sin duda esto es una inyección de esperanza para la música grabada, aunque también es cierto que un artista cobra por venta de digital y streaming en función del contrato que tenga con su sello. Si este contrato es leonino, los ingresos que obtendrá, por muchos plays que tenga, serán paupérrimo­s. En el fondo, la cosa no ha cambiado tanto. Antes muchas bandas estaban en manos de las ‘multis’ y ahora están en manos de las plataforma­s de streaming. Y algunas… ¡en manos de ambas! Tan solo desde la más estricta independen­cia es posible obtener un trato más o menos justo por la música grabada que el público consume. Esa es la fórmula. No es casualidad que bandas como Radiohead o Vetusta Morla hayan desarrolla­do recienteme­nte sus carreras desde la independen­cia, aunque es cierto que estos últimos tienen una distribuci­ón multinacio­nal de su último trabajo. En el caso de Dorian, nos hemos mantenido en la independen­cia a todos los niveles, fichando por sellos indie en cada territorio. Sea como sea, y a pesar del incremento de ingresos por streaming, los ingresos por conciertos siguen siendo la base del sustento de las bandas. Es mucho más fácil crecer en el directo que en redes, venta de discos o streaming, ya que las redes están saturadas y el crecimient­o en ingresos por royalties es ahora más lento.

Por otra parte, el fenómeno de los festivales no se entiende sin el acceso popular a la cultura. No es casualidad que el auge de los festivales de música haya coincidido con una época de bonanza económica en Europa y con una ampliación significat­iva de la clase media en otras zonas del mundo, como América Latina, por ejemplo. Antes de 2000, el parque de festivales a nivel europeo ya era importante, pero se fundamenta­ba, sobre todo, en clásicos como Glastonbur y y Reading en Inglaterra o el Pinkpop en los Países Bajos. En España, la afición empezó a tomar impulso a principios de los 90 con Doctor Music, Espárrago Rock, FIB o Sónar, pero no fue hasta una década después cuando el boom festivaler­o llegó de forma significat­iva a toda la península. La irrupción de los festivales de música es ya un fenómeno imparable que ha venido para quedarse y ha contribuid­o a salvar en gran medida –hay que reconocerl­o– la industria de la música. Para bandas como la nuestra, los festivales han sido un altavoz enorme, un altavoz que seguirá sonando con la fuerza de mil truenos en los próximos años.

El líder de la banda de indie rock habla en primera persona del efecto devastador que internet ha tenido en la industria discográfi­ca y de cómo las actuacione­s en directo han sido su redención y la de muchos

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