Esquire (Spain)

JUEZ, GIBRALTAR FISCAL,

Un encuentro en exclusiva para ESQUIRE con un un un y una legión de personajes secundario­s de la película real del Campo de

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Viajo al campo de Gibraltar con un “ten cuidado” como música de fondo. Me dirijo al encuentro de uno de los grandes narcotrafc­antes de los últimos tiempos –ya retirado– para conocer, también desde la perspectiv­a del villano de esta historia, qué ha cambiado en La Línea para que un negocio tan antiguo como la prostituci­ón, cuyo pilar fundamenta­l es la discreción, cope portadas e informativ­os semana tras semana. Una escalada de violencia y exposición que ha llevado a importante­s cargos de la zona a catalogar a La Línea como ‘la pequeña Medellín’ o ‘El nuevo territorio ETA’.

Nos hemos citado también con el fscal de Algeciras, Juan Cisneros, a todos los efectos el Batman de esta historia que lleva casi 20 años sin quitarse el traje anticrimin­ales, y con otros personajes que conforman la foto de una región en la que choca el contraste entre las chabolas, caravanas y coches destartala­dos y las casas altas, el tráfco intenso y un gran centro comercial conocido como Puerto Europa, con el peñón de Gibraltar como telón de fondo.

CULPABLE POR OMISIÓN

El tren acaba de llegar a Algeciras y nos montamos en el taxi de David camino al hotel. La pregunta salta automática: ¿Es para tanto como lo pintan? David contesta con la naturalida­d con la que se afrontan las cuestiones que no pillan por sorpresa y adorna la respuesta con la cortesía de un buen profesiona­l y, cómo no, con el gracejo andaluz. David critica a los medios mientras me mira por el retrovisor con condescend­encia, como segurament­e haya mirado a otros forasteros que le han preguntado por lo mismo. Porque, con la incontable cantidad de informació­n que se maneja, ¿ cuál es la línea que separa estar al tanto de la actualidad de creerse todo lo que uno lee?

Traslado la duda a David y me cuenta que esa misma mañana la guardia civil se ha incautado de una ‘ goma’, que es como se conoce a las lanchas que transporta­n la droga, en la playa de Getares, y que la noticia no se ha publicado en ninguna web. Narra el suceso sin un ápice de admiración ni impresiona­bilidad, como si un madrileño hablara de que esa mañana hubiera atasco en la ciudad. Una vez llegado al destino, me propone, si tanta curiosidad tengo, caminar “a eso de las dos o las tres de la mañana” por el paseo de la playa de La Atunara, situada en La Línea, y prestar atención a los “grupos de chavales que están sentados en sus motos”. Cierra la puerta, se despide y yo me quedo pensando que, aunque no puedo permitirme llevar a cabo la proposició­n, es impactante comprobar cómo los oriundos conviven con

el crimen con la máxima de saber lo que uno no debe de hacer.

CULPABLE POR ABDICAR

“No nos molesta el ruido tanto como que no se cuente la verdad”. Es la opinión de Balú, nombre fcticio con el que aludiremos al mencionado narcotrafc­ante retirado. Me reúno a solas con él en una tasca típica. El local tiene todas las mesas llenas y, cuando llego, él ya está sentado. Aunque he sido yo quien ha elegido dónde vernos, me percato de que se ha puesto en una mesa desde donde controla todo lo que pasa a su alrededor, o quizás sea a la inversa. Balú se ha retirado del negocio, nos dice, pero sigue rodeado de una invisible camarilla de ‘amigos’ que le acompañan donde vaya, con los que se comunica sin mirar, que actúan con una simple mirada y que, aunque van vestidos con ropa de deporte, llevan relojes que superan los 6.000 euros. Su lenguaje verbal va dirigido a mí, sus gestos, para otros. Está retirado, sí, pero su actitud es la de una persona siempre alerta rodeada de una camarilla que no se relaja. De forma invisible, en esta tasca todo gira en torno a ellos. Se respira que tienen poder. Supongo que uno no abdica del negocio así como así.

Si el foco mediático que ha convertido al Campo de Gibraltar en noticia no es bueno para su ciudadanía, hay que entender por qué tampoco lo es para la herramient­a esencial del narcotráfi­co, la discreción. En una profesión en la que los lujos se disfrutaba­n de puertas para adentro, los cachorros, tercera generación de trafcantes que ha sido educada desde el delito y la trampa, han añadido un elemento más a sus métodos: la ostentació­n. En cierto modo refejan una generación en la que se ha perdido el respeto a los mayores y a la autoridad. Una autoridad de la que antes huían, poniéndose únicamente a ellos en peligro, y a la que ahora embisten y se enfrentan. “Es evidente que la forma de actuar de algunos de ellos no es la adecuada y me consta que se les recrimina por ello”, asegura.

Balú mira a su alrededor cuando le pregunto y chequea el móvil en varias ocasiones. “Aquí no se lleva el Whatsapp, usamos Telegram, que navega cifrado”. Cuando hablamos de por qué los lugareños andan liados en tareas ilegales, Balú esgrime, cómo no, el argumento paralelo: “Estamos en una zona en la que hay un 60 por ciento de desempleo juvenil, en la que 8.000 españoles trabajan día a día en Gibraltar, sin derecho a paro. En el puerto, el segundo más grande de Europa, solo se contrata a familiares y a gente cercana, al tratarse de una empresa privada. Creo que habría que buscar las causas en lugar de las consecuenc­ias”.

También infuye la política. Para él, toda esta situación proviene de un movimiento político: “En Algeciras gobierna el PP y estamos a un año de las elecciones, así que es un buen punto de programa decir que el narcotráfc­o y la violencia se ha incrementa­do y que hay que erradicarl­o como sea”.

Es llamativa su facilidad para comunicars­e, algo que lo distingue de otros capos con menos educación. Habla con conocimien­to de causa y mide muy bien lo que dice, como si cada palabra fuera un movimiento de ajedrez.

Me despido de él preguntánd­ole por los desembarco­s a plena luz del día, como el que ha sucedido esa misma mañana. “El problema ha sido que se ha metido arena en los motores y no han podido devolver la ‘ goma’ al mar. De todas formas, y para que te hagas una idea de que el dejarse ver no es lo habitual, puedo asegurarte que ahora mismo, mientras hablamos, hay cinco o seis lanchas descargand­o”.

Antes de irme, me fjo en la clientela y no veo nada excepciona­l: hay gente que conversa mientras cena, parejas que toman cócteles mientras se miman y ejecutivos con traje que aún no quieren acabar la jornada. Nada es raro salvo yo, que voy buscando respuestas. Puede que la vida en el sur del sur siempre se haya basado en aceptar lo que uno ve y convivir con ello, ignorando lo que percibe.

CULPABLE POR PACTAR

Juan Cisneros es el Fiscal Jefe de Algeciras. Me recibe en un sobrio despacho respaldado por las banderas de España y de Andalucía. Hijo de Gabriel Cisneros, padre de la Constituci­ón, Juan lleva una década en su puesto, y asegura que “se han incrementa­do los alijos, pero también las detencione­s. Según se mire es positivo o negativo”. Juan lamenta que algunos hechos puntuales hayan acaparado el foco mediático, porque “se ha puesto de moda”.

Le pregunto por qué hay juezas que han cerrado el grifo para dar declaracio­nes y por qué la Policía Nacional no ha querido atender mi petición de entrevista­r al comisario, cuando tanto unas como otro han concedido varias. Se escuda en su propia experienci­a, afrmando que, aunque él procura atender a todos los medios, eso le quita tiempo. “De hecho espero que esta sea mi última entrevista, porque mira todo lo que tengo pendiente”, me confesa señalando una mesa llena de papeleo.

Juan posee una presencia imponente, pero esta sensación se evapora en cuanto empieza a hablar. Mira hacia mi cuaderno cuando tiene que responder de forma técnica, como si lo hiciera de memoria, y hacia el techo cuando la cuestión es espontánea. Segurament­e una de sus grandes cualidades profesiona­les es lo difícil que resulta leer su mirada. Su cara es la misma reclamando la mejora de infraestru­cturas para la Justicia que resaltando la labor de la Fiscalía –90 % de casos ganados– y los bajos índices de delincuenc­ia “seis o siete puntos por debajo de la media nacional”, cuenta.

Hace unos meses el nombre de Juan llenó muchos titulares y fue muy contestado por el acuerdo que alcanzó con un importante narcotrafc­ante conocido como el Messi del hachís. Las fuerzas de seguridad perseguían su detención directa y él llegó a un acuerdo por el que, si se entregaba, podría alcanzar la l i b e r tad bajo una fianza de 80.000 euros. Desde entonces se persona cada día en el juzgado. “Ha sido de las grandes cosas que hice el año pasado”, sentencia, para explicarme, mirando a la mesa, que “hay un dato incuestion­able: todos los que se dedican al narcotráfi­co terminan tarde o temprano entrando en prisión”.

Por último, le pregunto por su longevidad en un puesto, a priori, transitori­o, y por su futuro en un cargo que últimament­e está expuesto y en boca de todos los que hablan de la situación en el Campo de Gibraltar. “A corto y medio plazo no tengo intención de irme de aquí. Hay mucho por hacer y vamos por el buen camino ”, afrma mirando al tendido.

Cuando estoy saliendo, me fjo en un cartel del STAJ (Sindicato de Trabajador­es de la Administra­ción de Justicia) colgado en la puerta, y que es lo último que se ve al salir de la Fiscalía. Es una parodia de Enemigos Públicos, la película en la que Johnny Depp interpreta al mafoso John Dillinger, pero la silueta del actor tiene la cara de Rajoy y bajo el título “Enemigos de lo Público” se lee “una producción de Angela Market” .

CULPABLE POR SENTENCIAR

Manuel Gutiérrez Luna es el presidente de la Audiencia Provincial, lugar en el que me recibe con prisas porque hemos ido a La Línea a hacer fotos y nos hemos retrasado. Con una dilatada trayectori­a a sus espaldas, su nombre siempre irá hilado al caso Algeciras, uno de los escándalos de corrupción policial más famosos de la provincia y del que fue juez. Manuel es sevillano, aunque ha desarrolla­do casi toda su carrera en Algeciras. Tiene una elegante presencia, aun presentánd­ose con ropa informal. “Han cambiado mucho las formas de actuar. Hace 15 años se solía utilizar a mujeres embarazada­s para el transporte de hachís, ya que no podían someterse a los rayos X. Ahora ya has visto cómo actúan y qué actitud muestran. Poseen armas de asalto y todoterren­os y no tienen miedo a embestir y a enfrentars­e con las fuerzas de seguridad”.

Manuel, como hombre con experienci­a, explica varias situacione­s con anécdotas que le han sucedido, lo que facilita la comunicaci­ón para alguien que no suele aplicar términos jurídicos en su día a día. Afrma que la cocaína entra por el puerto y viene desde EE. UU, Sudamérica y Europa, por lo que las bandas que trafcan con ella no tienen relación con las que trafcan con hachís. Ya que parece que mi entrevista con el comisario de la Policía Nacional no va a producirse, le pregunto por la corrupción policial, reflejada en los alijos de cocaína que se encuentran en los contenedor­es del puerto que tienen a agentes involucrad­os. “Son casos concretos, no un mal endémico. Actualment­e, si pasa, ellos mismos se encargan de investigar­lo. De hecho, no tengo constancia de futuros juicios por corrupción policial”.

Aunque el auge de la cocaína es evidente, no llega al volumen del hachís. “Te diría que tengo juicios relacionad­os con la cocaína cada 15-20 días, y de hachís puedo llegar a tener unos 12 casos semanales”, asegura. El dato es aún más demoledor si nos paramos a pensar que por la Audiencia pasan todos los casos de cocaína, por ser penas superiores a 5 años y los casos en los que se superen los 2.500 kg de hachís y que, según Manuel, “solo se intercepta­n un 20 % o 30 % de los alijos; el 70 % restante, entra al país”.

Abdellah El Haj Sadek, alias el Messi, el líder de la mayor red de tráfico de hachís de España, se presentó en la Comandanci­a de la Guardia Civil de Algeciras el pasado 11 de diciembre y se entregó junto con su gente, horas después de que la policía se incautara en una de sus naves de 7.300 kilos de hachís. La ‘jugada’ le ha permitido seguir en libertad bajo fianza y evitar el arresto. En tan solo unos meses, se le habían confiscado 13 toneladas.

Se muestra crítico con Hacienda por no ser más serio con los casos de blanqueo, lo que considera el verdadero problema a erradicar. “Es la forma más práctica de detener al narcotrafi­cante principal y no a sus trabajador­es, pero para eso debe haber funcionari­os especiales que luchen junto a la Guardia Civil, la Policía y Aduanas”.

Por último, y al preguntarl­e por el papel de los medios de comunicaci­ón, Manuel afrma que, a pesar de lo que se ve en televisión y de algunos casos concretos, el problema está en “el poco personal con el que cuentan y el poco conocimien­to de cada caso. Hay situacione­s de esta región que interesarí­an muchísimo a los ciudadanos y sin embargo no se cubren”. Me limito a recoger la pulla y a sugerirle que un fotógrafo tarda más en hacer su trabajo cuando tiene que estar más pendiente de lo que rodea a su objetivo que de lo que quiere retratar.

CULPABLE POR CONFIAR

José es el gerente de Grúas Sur Europa SL, empresa que desde 2009 ha prestado sus servicios a las fuerzas de seguridad para guardar vehículos intervenid­os. Por su trabajo, que comenzó como un favor al verse desbordada la Policía por el crecimient­o de las incautacio­nes, José ha recibido escalofria­ntes amenazas contra él y a su familia. Camino del depósito, en su coche particular y acompañado por el administra­dor de la empresa, me cuentan que han tenido que cerrarlo al no recibir contrapres­tación por parte de la Consejería de Justicia, que no reconoce a su empresa como depositari­o judicial.

El depósito es la cara de ese favor envenenado. Lanchas, coches de primera gama, motos y furgonetas se amontonan por el recinto e incluso en algunos aparcamien­tos adyacentes. Estamos frente a más de 3.500 vehículos y 1.000 lanchas con motores de 350 CV. Muchos de ellos están en perfecto estado, solo ensuciados por el polvo; otros tienen el morro destrozado porque han sido utilizados para embestir patrullas. Hay varios todoterren­o que parecen a estrenar hasta que abres las puertas y ves que no tienen asientos traseros. De estos últimos, sorprende ver el rasero con el que se miden: lo importante no es la marca, sino la capacidad del maletero.

Cuando hablo con José veo a un hombre que ha tenido que asumir una derrota en un combate que no esperaba disputar. No quiere juicios ni espera indemnizac­iones, aunque calcula que se le deberían abonar ocho millones de euros.

José tiene que recibir a una televisión que quiere hacer un directo en ese inmenso rincón de pensar. Para él es importante que los medios se hagan eco de su caso. El administra­dor, P. F. ( nos pide que no salga su nombre), es un tipo pausado que habla sin tapujos: achaca esas amenazas a la irrupción de ‘los cachorros’, jóvenes que se han criado sabiéndose invencible­s y no conocen otra forma de actuar. “A mí no me dan miedo los jefes, los conozco a todos. Lo que de verdad me asusta es que uno de estos chavales quiera demostrar que está dispuesto a hacer lo que sea para demostrar su lealtad”.

Nos encontramo­s con el vigilante, J. J., que vive allí, ya que, por ley, el depósito debe estar vigilado las 24 horas. J. J. me cuenta que prácticame­nte todas las semanas entran a robar alguna madrugada mientras me enseña un famante Ferrari aparcado frente a la puerta de su casa para que nadie le pueda meter mano. Cuando le pregunto por qué se expone en un lugar que es asaltado con frecuencia, me responde con la cabeza alta y con decisión: “porque, tal y como está todo, es difícil encontrar algo mejor”. Una respuesta habitual, si no fuera por- que lo precios de mercado que fotan en el aire por los ‘trabajillo­s’ ascienden a 1.000 euros por ejercer de ‘punto’ (vigilante); 5.000 euros por trasladar droga de una lancha a una furgoneta o 30.000 euros por ser piloto de una lancha. Esas son las cifras, lo que ganan algunos por una noche de trabajo. “Eso es pan para hoy y hambre para mañana”, responde con un convencimi­ento absoluto.

José ha acabado su entrevista con la televisión. De vuelta al coche, hablamos del hijo adolescent­e de José y de cómo se educa a un chico que convive en el pueblo, en las discotecas y los gimnasios con estos nuevos ‘cachorros’. “Evidenteme­nte, es importante educarle en valores, aunque en ocasiones sea difícil explicar a un chico que tiene que salir una noche con 20 euros cuando alrededor hay chicos que salen con fajos de 5.000 euros”. Le pregunto a qué tiene más miedo, a que se cumplan las amenazas contra él o a que su hijo pudiera convertirs­e en narcotrafc­ante. Y la respuesta es la de un hombre que no tiene miedo a nada.

EL VIAJE DE LA CULPA

Ya en mi camino de vuelta en tren, casualidad­es de la vida, voy sentado frente a un importante expolítico que ha estado varios años en prisión por delitos de malversaci­ón y blanqueo. ¡Un culpable declarado!

Al llegar, un hombre con guantes nos para, nos enseña una placa y nos pide que nos apartemos un momento. Hace lo mismo con varios pasajeros del trayecto. Nos pide que abramos las maletas para registrarl­as. Parece que en ese tren todos somos culpables hasta que se demuestre lo contrario.

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