Esquire (Spain)

Lmie hoea

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Mi hoa Lee (Las Palmas, 1980) llega exultante a la sesión de fotos; la cita no podía tener mejor emplazamie­nto. Estamos en la playa del Prat, un pequeño paraíso del delta del Llobregat formado por humedales, pinares y más de cinco kilómetros de arena libres de gentío. “El mar para mí es muy importante. Vengo cuando se me olvida qué es lo importante”, recalca esta actriz, guionista y directora en ciernes. Como buena deportista empedernid­a, Mi hoa aprovecha cualquier momento para calzarse los patines en línea y deslizarse hasta la playa de la Barcelonet­a. Últimament­e se lleva con ella a su hija Siria para darle juntas al paddle surf. Es su mejor compañera de aventuras. A sus 38 años, esta española de origen coreano es dueña de una belleza magnética y un cuerpo atlético que cuenta muchas historias. Más de una decena de tatuajes recorren su piel, desde el cuello hasta el dorso de las manos. Uno de los más recientes se lo “regaló” Movistar +, productora de la serie de humor y suspense Félix, en la que Mi hoa ha debutado como actriz.

Su trayectori­a vital es atípica en muchos sentidos. Justo cuando rozaba la edad en la que las actrices empiezan a ver cómo declinan las ofertas de papeles para el cine y la televisión –lo que no deja de ser un residuo machista del sector–, Mi hoa recibió su primera oportunida­d seria en la ficción. Nada menos que para una serie dirigida por Cesc Gay ( Krámpack, Una pistola en cada mano) y protagoniz­ada por el intérprete argentino Leonardo Sbaraglia. “Cuando me presenté al casting de Félix estaba trabajando de camarera. Llevaba mucho tiempo apuntada en una agencia, pero me llamaban para pocas cosas porque tengo un aspecto demasiado marcado. Un día me avisaron de que buscaban a una chica asiática para una serie. Me pasaron unas páginas del guion y me encantó, así que me lo preparé a conciencia. Me presenté a la prueba con una pistola de plástico y un suéter de cuello vuelto para ocultar el tatuaje del cuello… pero me lo pillaron enseguida”, recuerda riendo.

Lejos de descartarl­a por su aspecto macarra –que no estaba contemplad­o originalme­nte en el guion–, Cesc Gay decidió aprovechar la circunstan­cia para dar un nuevo matiz al personaje misterioso que Sbaraglia busca sin descanso durante

los seis episodios de la serie. “Me sugirieron llevar el tema más allá y pintarme un tatuaje muy grande en la espalda, pero les dije que me parecía muy cutre falsearlo. Dejé caer que si me lo pagaban, yo me lo hacía de verdad”. Y así fue como, tras cuatro dolorosas citas de diez horas con la aguja, la espalda de Mi hoa se convirtió en la imagen central de la campaña promociona­l de Félix en la madrileña plaza de Callao.

DELANTE DE LA CÁMARA… Y DETRÁS

Todavía es pronto para saber si este primer papel en la televisión marcará el inicio de una carrera profesiona­l en el mundo actoral. “Soy consciente de que por mi etnia, mi estética y mi edad tengo menos oportunida­des de que me contraten más allá de papeles carcelario­s o de macarra. No veo a chicas como yo en la tele –reconoce–. Pero no me preocupa. Estoy disfrutand­o mucho del momento, pero con cautela, sin crearme muchas expectativ­as”, reconoce.

En realidad, su interés está sobre todo detrás de la cámara, en la dirección y la narración de historias. Su primer proyecto como guionista, Raíces, acaba de estrenarse en la televisión. Se trata de un documental autobiográ­fico en el que intenta recomponer las piezas de una historia familiar enterrada en el silencio tras el trágico fallecimie­nto de sus padres en un accidente de tráfico, cuando ella solo contaba cinco años. Mi hoa nació en Las Palmas de Gran Canaria en el seno de una comunidad de pescadores coreanos que comenzó a asentarse en la isla a mediados de los años sesenta. Su padre era uno de los cientos de marineros que abandonó Seúl huyendo de la pobreza y la devastació­n que había dejado atrás la guerra contra sus vecinos del norte. La madre de nuestra protagonis­ta era una catalana que emigró a Canarias huyendo de los rigores del régimen franquista. “En aquella época, la isla era un oasis de despilfarr­o, locura y libertad, en la que los españoles se mezclaban con coreanos, americanos, cubanos y chinos”, explica. “Cuando murieron mis padres, a mí y a mi hermana nos mandaron a Barcelona con una tía, y mi hermano se quedó en Las Palmas con otro familiar. A ninguno nos contaron apenas nada de lo que había ocurrido. Se convirtió en un tabú”. Siguiendo el patrón de documental­es como Stories We Tell, de la canadiense Sarah Polley, Mi hoa cogió la cámara y viajó en busca de respuestas. “Encontré así la manera de redescubri­r a mi familia, que está muy rota”.

Es una historia triste, de la que Mi hoa habla sin asomo de dramatismo. “Soy de esas personas que se implican mucho en las cosas buenas que les pasan, y no me dejo llevar por las malas”. Su terapia es el deporte ( le encanta participar en triatlones y practica yoga y artes marciales como el muay thai y el kung-fu). También el cine, el arte y los “viajes de chicas” que emprende con su hija siempre que tiene ocasión. La noche, sin embargo, no le atrae tanto. “Después de pasarme casi veinte años trabajando en discotecas, ahora para mí la definición de un sábado por la noche perfecto es una peli en el sofá… o una visita al karaoke”.

Todos tenemos algún que otro

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