UN VAMPIRO EN LAS GUERRAS CARLISTAS
La Biblioteca Nacional homenajea en el centenario de su nacimiento a Juan Perucho, el hombre que introdujo en España a H.P. Lovecraft... y al no muerto Onofre de Dip en la filas del general Cabrera
Entre burlas y veras, el que fuera juez, crítico, bibliófilo y Premio Nacional de las Letras Españolas, Juan Perucho, escribió un relato de aventuras con tanta mala leche y erudición socarrona que aún hoy apetece asomarse a sus páginas cuando no por curiosidad, por disfrutar de su frescura. Las historias naturales, uno de los grandes éxitos de la literatura contemporánea, se publicó por vez primera en 1960 en catalán. Después, llegaron ediciones en castellano, inglés, francés, alemán, italiano, portugués, griego, neerlandés, danés, turco y chino. Nunca ha dejado de reeditarse, a pesar de ser recibida en su tiempo con remilgos por parte de una crítica que no supo ver la renovación de unas costumbres literarias tan rígidas como un muerto en su ataúd.
MANIPULACIîN HISTîRICA
El poeta metido a novelista introdujo en las filas del general Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, a un caballero vampirizado en los Cárpatos por aquella a quien amaba. Así Onofre de Dip se convierte en la sombra a quien persigue Antonio de Montpalau, un científico con una fe ciega en las certezas racionales obligado a usar métodos folclóricos para derrotar a aquel que no se refleja en los espejos, huye del ajo y muere con una estaca en el corazón.Y aquí es cuando a los fans del género se nos ponen los dientes largos: fantasía y manipulación histórica al servicio de un buen puñado de críticas y mandobles. Porque más allá de extravagancias, la novela muestra el eterno enfrentamiento entre liberales y conservadores. También se lee la obra como un alegato pacifista, y aunque los que se funden en un abrazo son el mencionado
general y un liberal como Montpalau, los escenarios por los que transitan los ejércitos son los de la batalla del Ebro, un juego que permite a Perucho la trasposición en el tiempo de nacionales y republicanos, obsesionado como estaba con una guerra, la civil, que vivió al ser uno de los movilizados en la Leva del Biberón a sus diecisiete años.
Llegado este punto, y si esta joya es de su interés, solo resta dar con la edición que se antoje más interesante, como la primera en castellano con portada de Joan Miró, gran amigo del autor, o esta de 1978 que se vale de tintes eróticos como reclamo en una España que comenzaba a destaparse, escena la de esta muchacha que, por cierto, nada tiene que ver con la novela, ya que en ella esa sábana se habría utilizado para tapar el monstruoso Phallus impudicus que sorprende a nuestro héroe, una seta de más de dos metros de altura con la forma descarada de un falo en erección. “Las levitas no bastarían para cubrir aquella procacidad enorme”. Celebremos, pues, tamaño descubrimiento... Y ahora, sí, hablamos de la novela.
“¡Vampiros en la biblioteca!”, muestra en torno a la obra de Perucho, del 27 de marzo al 14 de junio en la Biblioteca Nacional.