“HE PASADO LA MITAD DE MI VIDA SOBRIO”
James Taylor nació genial y no había acabado de dar el estirón cuando el éxito le arrolló. Le ha costado mucho gestionarlo y ahora, ya tranquilo, se permite mirar atrás con un disco que recoge su inspiración
El de Boston nos recibe en el Royal Garden Hotel de Kensington, en una habitación con vistas a Hyde Park. Es una tarde fría, pero la voz de James Taylor (Boston, 1948) consigue templar el ambiente. Es la misma que ha sonado en nuestras casas durante generaciones: el timbre calmado y suave de Carolina in my mind o el tono delicado de Fire and rain. Conversar con el artista te teletransporta de forma hipnótica a una infancia remota.
A punto de sacar a la luz American Standard, un recopilatorio en el que versiona las canciones que escuchó de niño, nos lleva de la mano en un viaje a través del tiempo. Se levanta para coger el vinilo y nos explica: “El mensaje más importante es el de You have to be carefully taught, que habla del racismo de una forma sarcástica, de cómo los niños crecen sin odio de manera natural. También God bless the child, de Billie Holiday, que habla de lo duro que es depender de alguien emocionalmente”. James nos cuenta cómo aprendió a tocar la guitarra mientras escuchaba todas esas canciones.
UNA HISTORIA TRISTE
Aunque su obra esté repleta de belleza, la melodía de la historia de James Taylor tiene acordes tristes y sensibles. Su vida ha ido siempre de la mano de su carrera musical, en una
búsqueda incansable de respuestas que ahora parece haber encontrado. Con solo 21 años y después del éxito mundial de Sweet baby, James vivió una dura lucha entre la autodestrucción y la rehabilitación: fama, drogas y depresión fueron de la mano en una época en la que su música ya se encontraba en las listas de éxitos. En 1967 se mudó a Londres y se convirtió en el primer no británico en grabar con el sello de los Beatles.
¿Qué ha cambiado en James Taylor desde entonces? “He vivido más días. Creo que la verdadera sorpresa ha sido darme cuenta de que realmente no cambiamos demasiado. Siempre pensé que alguien que tiene la edad que yo tengo ahora sería una persona completamente diferente. Lo principal es que fui adicto a la heroína y al opio y me recuperé cuando tenía 35. Ahora tengo el doble de edad, así que he pasado más de la mitad de mi vida sobrio. Ese fue el cambio. Y es una parte inseparable de mi personalidad”.
En cuanto a su música, Taylor afirma que si tratara de contarle a una persona sorda una descripción de cómo es, “le diría que es muy personal. Muchas de mis canciones hablan de mí. Diría que está muy influenciada por la música brasileña, celta, blues y también la afrocubana.Y siempre
a la guitarra”. Cien millones de álbumes vendidos después, este año también estrena un audiolibro autobiográfico, Break shot, en el que narra la historia de su vida en 90 minutos. Traumas, triunfos, depresión, el interés ardiente por la música y cómo todo ello afectó a su familia se encuentran aquí narrados bajo su propia voz. ¿Le ayudó contarlo? “Fue bueno hacerlo. Todo el mundo conoce mi parte pública, pero no cómo me he sentido por dentro durante esos primeros años. Había otra historia que contar. Fue positivo poner las cosas en perspectiva y mover el foco, ser capaz de ponerlo todo en orden. Me ayudó verlo y dejarlo pasar”.
Durante su vida, el artista ha encontrado en la música una manera de reflexionar y lidiar con su salud mental, de narrar sus ángeles y demonios. La búsqueda de la felicidad, el desafío. Ahora las nuevas generaciones, desde Billie Eilish a Lana del Rey, hablan de lo mismo. La música ayudó a James Taylor a ser más libre y, un poco sin quererlo, a todo el que le escucha. El de Boston todavía tiene mucho que decir: la música sigue siendo una forma larvada de contar.