El recuerdo de los viejos esprints del Tour es el de un salvaje oeste sin James Stewart para mediar
EL ANTICICLISTA. También conocido como el Merckx intelectual (por Eddy) o el Hinault tranquilo (en relación a Bernard, el primer ganador de cinco tours no consecutivos). A los 24 años, Laurent Fignon ya se había 'paseado' por dos Tours y le habían birlado un Giro poniéndole un helicóptero encima en la contrarreloj final. Joven e insaciable (así tituló su biografía), incluso con las rodillas hechas trizas, estuvo a ocho segundos del doblete Giro-Tour en 1989. Ocho segundos, se dice pronto. En ciclismo, una siesta.
BAHAMONTES. El español excéntrico, como si para el francés de 1959 eso no fuera una redundancia. Federico logró el sueño de la posguerra, tomar París, usurpando la gloria de Anquetil. Hay mil leyendas sobre él y casi todas falsas. Salvo la del helado que se compró esperando una rueda de recambio. Era otra época, la del blanco y negro, en la que cualquier cosa era posible.
LOS ESPRINTS. El sueño de la velocidad, la adrenalina desde diez kilómetros o antes. La fuga a doscientos metros, ni uno más, y a partir de ahí los codazos, los empujones, las rotondas, el tren de Cipollini, la locura solitaria de Abdoujaparov, la elegancia de Van Poppel… El recuerdo de los viejos esprints delTour es el de un salvaje oeste sin
James Stewart para mediar. Los frenazos, las vallas, los cuerpos retorciéndose y, casi siempre, alguien en el suelo, tocado y, en ocasiones, hundido.