DE CUANDO SHANE MACGOWAN VOLVIÓ A DECIR “BÉSAME EL CULO”
Pongamos que el más famoso director de ‘rockumentales’, Julien Temple, quiere hacer una película sobre tu vida y Johnny Depp corre con los gastos. Solo Shane MacGowan le contestaría con la misma frase con la que bautizó a su grupo,
The Pogues. Así nos lo ha contado Temple
Shane no es estúpido. Me gruñó y me dijo que me largara con una razón: que me buscara la vida.Y eso hice, recomponer la suya a partir de extractos de audio de periodistas que lo habían entrevistado y todavía guardaban alguna casete. Al final ha sido mucho mejor que recoger el testimonio de un hombre mayor postrado en una silla de ruedas en Dublín”. Quien así se refiere a Shane MacGowan es Julien Temple, al que de poco sirvió su pedigrí al enfrentar un documental sobre el pendenciero vocalista de The Pogues.
SHANE, EL CANÍBAL
Puede que el biógrafo fílmico de los Sex Pistols, autor de emblemáticos ‘rockumentales’ como La mugre y la furia (2000) y Joe Strummer, vida y muerte de un cantante (2007), esté curtido en personalidades exuberantes enaltecidas por la fama, pero nada lo preparó para el indomable poeta punk.
Temple recoge en su película decenas de testimonios, tanto de los que han rodeado a MacGowan como de él mismo en algunas de sus escasas apariciones sobrio. Crock of Gold: bebiendo con Shane MacGowan glosa décadas de abuso de drogas y alcohol por parte de este compositor admirado por Tom Waits y Nick Cave, sin que las vivencias estrafalarias oculten su genialidad como letrista de peleas, borracheras, muertes, romance y sexo en una exaltación del folk irlandés no exenta de militancia política.
Lo cierto es que el chaval nació en Royal Tumbridge Wells, una ciudad del condado inglés de Kent. Sus primeros recuerdos están, sin embargo, ligados a una granja en la campiña irlandesa donde cargaba heno y maíz y ayudaba con los pavos y las ocas. “Íbamos en carreta a la fuente. Así conseguíamos el agua entonces. Meábamos en la puerta y cagábamos en el campo. No había luz eléctrica”, detalla con fervorosa ensoñación durante el documental.
‘Joder’ es la palabra más popular del vocabulario irlandés. Shane aprendió a balbucearla de niño y nunca le ha abandonado, como tampoco el alcohol, que empezó a consumir a los cinco años, ni el escenario, que pisó por primera vez a los tres porque en las noches estivales del condado de Tipperary lo subían a la mesa a cantar.
De aquella semilla regada en whisky, fervor católico y Guinness brotó una cruzada personal para ‘salvar’ la música irlandesa y llevarla a una popularidad como nunca antes conoció: “Fue voluntad de Dios elegirme para sacarnos de lo agreste”, suelta MacGowan, sin ironía alguna.
“Si tenías una cámara, se movía atraída hacia ese punk callejero que trataba de ocultar su paso por la elitista escuela de Westminster” (Julien Temple)
Temple lo contradijo en el pasado Festival de San Sebastián. La estampa rural ruda e idílica “es una fabulación, porque creció en un suburbio junto a Londres. En realidad, iba a pasar las vacaciones escolares al pueblecito de The Commons”.
El director británico lo conocía de vista de los tiempos salvajes de la escena punk londinense. “Cuando empecé a filmar a los Sex Pistols, tanto Sid Vicious, que luego se incorporó al grupo de Johnny Rotten [vocalista de los Pistols], como Shane eran tan interesantes como la banda. También pululaban por allí Siouxsie Sioux y Billy Idol, pero si tenías una cámara, se movía atraída hacia ese punk callejero que trataba de ocultar su paso por la elitista escuela de Westminster”. Becado, eso sí, y expulsado por traficar con pastillas y speed.
Su alias entonces era Shane O’Hooligan y su actitud, digamos entusiasta, le brindó su primera aparición en la New Musical Express. Durante un concierto empezó a ‘jugar’ con una amiga a morderse mutuamente los brazos. Su acompañante le rompió una botella en la sien. Al día siguiente era la imagen ensangrentada de una noticia cuyo titular rezaba: “Canibalismo en un directo de The Clash”. Aquello le procuró fama y respeto entre la contracultura.
“NUESTRA CULTURA INDÍGENA”
Cuando los nuevos románticos le tomaron el testigo al punk, Shane lo vio claro: “La alternativa
eran las músicas del mundo y nosotros teníamos nuestra propia cultura indígena. Si a la gente le iba lo étnico, bien podía despertar la tradición irlandesa de una patada en el culo, mezclando el folk con el punk. Buscábamos una combinación de cojones y de sentimientos”. Pilló el nombre de su formación al vuelo, justo antes de un bolo, inspirado en las palabras gaélicas pogue mahone, que significan ‘bésame el culo’.
Y EL COMBO MURIÓ DE ÉXITO
Como se razona en el documental, la segunda generación de inmigrantes del país del trébol encontró en MacGowan la primera voz que les hizo sentirse orgullosos de sí mismos. Aquel tipo de mirada aturdida y orejas de soplillo “le dio una expresión desafiante y poética a una comunidad que jamás se sintió capaz de reivindicarse”.
Noche tras noche, el grupo al completo se emborrachaba sobre el escenario, donde su carismático líder se aferraba al micro con sus dedos de uñas largas, amarillentas y roñosas sujetos ora a una botella, ora a un pitillo. No podía ser de otra forma: “De ninguna manera iba a salir sobrio frente a un público beodo y fingir que yo también lo estaba”, asegura en la película.
Sus canciones hablaban de precariedad económica y noches de pub, de desarraigo y nostalgia, pero también recogían episodios traumáticos de la historia irlandesa, caso del entierro de cadáveres en la arena de la playa durante la Gran Hambruna (The Dunes) y el compromiso con la lucha armada republicana (Birmingham Six).
“Me sentía culpable de no haber dado mi vida por Irlanda. Me avergonzaba de no haber tenido agallas para unirme al IRA. The Pogues era mi manera de superarlo. Había participado en la revolución como músico”, se reconforta.
El combo murió de éxito. El villancico Fairytale of NewYork, considerada la mejor canción de Navidad del siglo XX, les dio una proyección global. En un año dieron 363 conciertos. MacGowan se quemó. En un viaje espídico por Nueva Zelanda se pintó entero de azul y dejó la suite como el poblado de los pitufos después de alucinar con que lo habían retado los guerreros maoríes del cementerio sobre el que habían construido su hotel. Otro día, su mánager tuvo que disuadir al grupo de ponerse a jugar a la ruleta rusa.Y otro más, en Tokio, faltó a un concierto porque se cayó de la furgoneta y se dio contra un parquímetro. Al salir del coma, el bajista Darryl Hunt lo despidió, pero su legado ha seguido vibrando en tierras celtas.
“Me avergonzaba de no haber tenido agallas para unirme al IRA. The Pogues era mi manera de superarlo” (Shane MacGowan)
La película finaliza con extractos de un concierto en el National Concert Hall de Dublín el 15 de enero de 2018, fecha de su 60 cumpleaños, cuando el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, le hizo entrega de un premio a toda su trayectoria. Actuaron Bono, Sinéad O’Connor, Nick Cave, Bobby Gillespie y Johnny Depp. Aquel encuentro multitudinario fue el germen del documental.
A Temple se le amontonan los epítetos al referirse a su sujeto de estudio: “Es un tipo irascible, intratable, exasperante, fascinante, espantoso, irritante, cascarrabias, cadavérico, imposible, belicoso, comatoso, imparable”.
Tras la experiencia opina que filmar el mundo que rodea a Shane es “como volar a través de un arcoíris radiactivo, donde al final hay una vasija de oro esperando a ser descubierta por aquellos que se esfuerzan lo suficiente”.