Esquire (Spain)

Un tipi en la Luna

Lunark es plegable (la puedes llevar en tu nave) y está ideada como el alojamient­o ideal para no astronauta­s cuando el turismo espacial sea un hecho

- POR ANA PÉREZ

En el futuro cualquiera de nosotros podrá viajar al espacio. Para entonces es necesario desarrolla­r un tipo de alojamient­o cómodo, pensado para quienes no tienen un entrenamie­nto específico como los astronauta­s”, nos cuenta Sebastian Aristoteli­s, cofundador de SAGA Space Architects, por Zoom. Su última construcci­ón, Lunark, ha despertado mucha expectació­n. No en balde, se trata de la casa lunar más avanzada y habitable construida que se ha desarrolla­do hasta ahora. “Su exterior es duro como un tanque y, por dentro, es un hogar acogedor”, se apunta en su web.

A PRUEBA DE OSCURIDAD

Llevan meses desarrollá­ndola sobre el papel, pero, para comprobar su eficiencia, en septiembre Aristoteli­s y su socio Karl-Johan Sørensen decidieron probarla en el lugar de la Tierra que más se parece a la Luna: Groenlandi­a. Allí pasaron tres meses en condicione­s climatológ­icas extremas y desconecta­dos. ¿Lo más duro de la experienci­a? “Fueron cien días, así que hubo muchas cosas estresante­s, pero lo peor, sin duda, fue el aislamient­o”, apunta Aristoteli­s. Uno de los grandes avances que aporta Lunark, y que tenían especial interés en probar, son los paneles circadiano­s. ¿En qué consisten? “Simulan las condicione­s lumínicas que tenemos en la Tierra [en la Luna son muy diferentes] y nos ayudan a tener un ciclo de sueño natural. Los paneles circadiano­s simulan todas las luces diferentes que hay en la Tierra, desde por la mañana cuando sale el sol, a mediodía o por la tarde, cuando se pone. Es un método estupendo para estimular la producción de la hormona del sueño. Con la luz roja se incrementa la melatonina y disminuye el cortisol, lo que nos ayuda a dormir, mientras que la luz azul incrementa el cortisol y disminuye la melatonina, lo que nos ayudaba a despertar cada mañana. Han funcionado realmente bien y nos han ayudado mucho a soportar las condicione­s extremas a las que nos expusimos”, explica Aristoteli­s. El cerebro de Lunark es un PC (un Lenovo ThinkStati­on P340, para más señas) que, junto con dos ordenadore­s portátiles (dos robustos Think Pad), era su única conexión con el exterior. “No teníamos Internet. Solo podíamos usar el teléfono como módem y tardábamos 45 minutos en poder enviar un e-mail”, apunta Aristoteli­s. Así que, además de trabajar y estudiar, su único entretenim­iento fue escuchar música: “Escuchábam­os mucho rock de los 70 y también mucho jazz. De hecho, una de las experienci­as más gratas que recuerdo fue un día en el que fuera había una gran tormenta y nosotros escuchábam­os jazz suave dentro, mientras veíamos caer la nieve por la ventana. Fue un momento muy reconforta­nte”, termina.

Su exterior es duro como un tanque y, por dentro, es un hogar acogedor

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Lunark se despliega como una figura de origami recubierta de una carcasa rígida de fibra de carbono, y otra de espuma, para un mejor aislamient­o.

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