Esquire (Spain)

Ritmo de la noche

- POR JUARMA*

Me molesta que llamen al teléfono de los negocios a las cuatro de la mañana. Si te doy mi número ADVIERTO que solo atiendo entre las cinco de la tarde y las doce de la noche. Soy un tipo serio. Ese es mi horario, digamos, comercial. Si llama alguien a deshora, bloqueo el número, por joderle y que se tenga que buscar la farlopa en otra parte o meterse en el polígono. Un cliente que no respeta las normas solo ocasiona problemas y me lo quito de encima a la primera tontería, sin titubear.Ya llegarán otros.

Le doy al pause de la PlayStatio­n para quitarle la voz al móvil y bloquear a sea quien sea el payaso que está llamando.

Pero, joder, es Luci.

Me da un vuelco el corazón y tiemblan mis manos. No lo cojo al momento y dejo que insista, para que le entre el ansia. Sé que va a volver a llamar en menos de cinco minutos.Vuelvo a agarrar el mando de la consola para terminar lo que queda de un Chelsea-Milan en una partida online al FIFA.Y mientras Rbubix34 me mete una tunda de la hostia y pone enteras todas las repeticion­es de los goles, siento las mariposill­as revolotean­do en mi estómago. Cuando el balón sale de banda me manoseo la entrepiern­a, porque se me pone durísima cuando pienso en las cosas que le haría a Luci. Sé que de mí solo le interesa la coca, y más a estas horas. Pero siempre es más agradable ver los ojos claros de Luci que las caras de los pijos enganchado­s a quienes de normal suministro.

Rbubix34 parece que ha ganado la Champions de verdad y me vacila por el micro. Le digo:

–Tengo que salir. Si estás conectado cuando regrese, echamos la revancha.

Dice que vale, que está metiéndose rayas y bebiendo latas de Monster. No va a dormir ni tragándose una tableta de diazepames. Mi plan B es humillar a Rbubix34 cuando vuelva.

Mi plan A es follarme a Luci.

A la tercera llamada decido responder. Con el monazo que debe llevar, estará viendo mi cara por todas partes.

–¡Ey, Carlillos! ¿Estás durmiendo? Me sabe mal llamarte, pero estoy muy apurada y he pensado en ti.

Sé que su “he pensado en ti” no es más que las ganas que tiene de pillar un pollo y que yo como persona le sudo el coño muchísimo. Nos hemos visto tres o cuatro veces. Pero con una tía enviciada a la farlopa tengo la certeza de que, más tarde o más temprano, me la voy a tirar. Me aprovecho de ellas todo lo que puedo. Aun así, Luci todavía está en las antípodas de mi polla. Pero quién sabe. Igual va muy ciega, la puedo liar y acaba viniéndose al piso en mi motillo.

–Estamos en el Paranoid. ¡Qué ambientazo! Mis amigas y yo queremos pillar algo. Pero a estas horas, como para fiarte de cualquiera, Carlillos...

Va tan colocada que vocifera en mitad de la calle. Le riño y le pido que no diga esas cosas, que se corte un poco. Que no mencione el guisote, que igual me tienen pinchado el móvil. Me da un rollo como de malote insinuar eso. Pero siempre hay que andarse con vista y oído en mi negocio. Me hago el duro y el esquivo. Pero ella sabe, del mismo modo que yo lo sé, que voy a cruzar la ciudad con la motillo para venderle coca a las cuatro de la mañana. Ella sabe que cruzaría el universo montado en un patinete eléctrico si me lo pidiera.

–¡Gracias, Carlillos! ¿Vienes en la moto? ¿Me das un toque cuando llegues y salgo? ¿El precio de siempre?

Si fuese otra persona, la mandaría al infierno. Pero Luci me pone muchísimo.

–En veinte minutos estoy ahí, guapa.

Me maqueo un poco, hago la cama, recojo las cosas que hay por medio, vacío los ceniceros y echo medio bote de ambientado­r, por si acaso. Bajo al garaje, arranco mi scooter y tiro para el centro.

Entro con la motillo por San Matías, con los ojos bien abiertos por si veo a algún policía y tarareando una de Estopa. Llevo el pollo de

Luci y algunos extra en un brik de Puleva de chocolate hecho una bola, para arrojarlo lejos si me dan el alto.Ya que doy el bandazo confío en amortizar el paseo. Debería haberme duchado, pero me dio pereza. Al menos me he quitado el chándal, me he puesto unos vaqueros, una sudadera negra para disimular los kilos de más y me lavé la cara. Me raya cuando al darle gas a la scooter me veo los dedos amarillent­os de tanto fumar porros.

Me meto por las callejuela­s, esquivo a la gente y aparco frente al Paranoid. Me quito el casco. Enciendo un cigarro.Y justo en ese instante noto como si un aparato de aire acondicion­ado o algo así me cayese encima. El porrazo me noquea, no entiendo qué ha pasado y ni siquiera encuentro el brillo de la luna cuando lo busco desde el suelo. Sigo sintiendo golpes y al ver una bota antes de soltarme un puntapié en la frente, asimilo que me están moliendo a palos. Me hago una bola para protegerme. Intento levantar la vista. Solo distingo pies pateándome y manos que hurgan en mis bolsillos. Nadie hace por ayudarme. Uno de mis agresores saca el brik de Puleva, mete la zarpa dentro y al echarle mano a los pollos grita:

–¡Vamos, vamos…!

Dejan de pegarme. Palpo mis dientes con la lengua porque temo que me hayan saltado alguno. Mamadou, el segurata del Paranoid, me ayuda a incorporar­me. No me han metido tantas hostias desde, por lo menos, cuando de niño me zurraban en la escuela por estar gordo. Noto el sabor de la sangre en mi boca. Calle abajo huyen tres siluetas, que se pierden doblando una esquina. Mamadou dice que va a llamar a la policía. Le grito que ni se le ocurra. Estoy como para darles explicacio­nes si asoman. Me duele todo. Mamadou y los cu

“Sé que su ‘he pensado en ti’ no es más que las ganas que tiene de pillar un pollo y que yo le sudo el coño”

riosos se largan, como si nada. Me quedo allí tirado, con la espalda pegada a una pared. A mi lado hay un tío, no porque le interese lo más mínimo mi estado de salud, sino porque está fumándose un nevadito.

–Oye, tú, ¿quiénes eran esos que me han robado?

Dice que no lo sabe, mientras echa el humo por la nariz. Entonces empieza a describírm­elos.

–Uno de ellos tiene el pelo pintado de amarillo, está cachas y va muy tatuado.

A este no lo ubico de primeras.

–El otro tiene la cara llena de cicatrices. Da muy mal rollo ese tío. Joder, me cago en mis muertos. Este cabrón sí sé quién es. He oído cosas sobre él y nunca nada bueno: el Lolo de Villa de la Fuente.

–Qué serio te has puesto. ¿Los conoces?

La vin, compae. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Cómo se la voy a devolver? Dicen que ese Lolo es un psicópata, que fue él quien le rompió los brazos y las piernas al Chachi, en mitad del polígono de Almanjáyar. ¡Al Chachi, joder!

La frustració­n y el miedo que siento me duelen más que las hostias que me han pegado. Por decir algo y no quedar como un cobarde delante del tonto del nevadito, le pregunto si había alguien más. Estoy seguro de que eran tres personas.

–Sí, con ellos había una chica guapa, morena y con los ojos claros. Estaba enrollándo­se con el del pelo amarillo antes de que llegaras. Igual el baboso del que hablaban eras tú.

Se me cae el alma a los pies.

No puede ser.

Luci me la ha jugado.

 ??  ?? * Juarma (Deifontes, Granada, 1981) es un escritor y autor muy reconocido del cómic ‘undergroun­d’. Antes ha sido jornalero, camarero, obrero de la construcci­ón... Su primera novela,‘Al final siempre ganan los monstruos’ (Blackie Books), consiguió su segunda edición en tres semanas.
* Juarma (Deifontes, Granada, 1981) es un escritor y autor muy reconocido del cómic ‘undergroun­d’. Antes ha sido jornalero, camarero, obrero de la construcci­ón... Su primera novela,‘Al final siempre ganan los monstruos’ (Blackie Books), consiguió su segunda edición en tres semanas.

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