Esquire (Spain)

EL DÍA QUE VIVAMOS EN MARTE

- Por José Manuel Valiñas

Stephen Petranek, conferenci­ante, periodista y editor de ciencia de The Washington Post, dio hace unos años una charla en la que se refería a las “ocho formas en las que el mundo podría terminar de repente”. Ante la sorpresa de su contenido, las críticas no se hicieron esperar y se vio obligado a preparar una nueva charla, esta vez ofreciendo posibles soluciones a esos escenarios apocalípti­cos. Sin embargo, la mayoría de la gente, lo creas o no, lo que quería era saber más sobre lo primero. Así es como tuvo que volver a presentars­e para hablar de esas formas en las cuales la civilizaci­ón del planeta Tierra podría, así de fácil, desaparece­r. Enumeró, entre ellas, el peligro de una pandemia (no una tan ‘débil’ como la de la COVID-19).También se refirió a las eyecciones de masa coronal del Sol, a las erupciones volcánicas, al calentamie­nto global y a la inteligenc­ia artificial, la cual, hipotética­mente, podría volverse contra el ser humano.

Citaba también la posibilida­d de una guerra nuclear y –sin necesidad siquiera de hablar del arsenal que poseen EEUU, Rusia, China y Corea del Norte– mencionaba casos como los de India y Pakistán, “que han protagoniz­ado tres guerras desde 1947 y tienen más de cien cabezas nucleares cada uno, mucho más de lo que se necesita para generar un invierno nuclear que nos mataría a todos”.

Por supuesto, no es seguro que ninguno de esos escenarios se materialic­e, salvo uno que sí está completame­nte garantizad­o: el choque de un asteroide. “Nuestra especie morirá si no colonizamo­s otros planetas”, afirmó Petranek.

Para los científico­s no parece que haya dudas: se trata de algo que sucederá. “En este momento, en algún lugar del espacio, quizá en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, o quizá más lejos, en el cinturón de Kuiper (los objetos gigantes que existen más allá de Neptuno), hay un misil que tiene nuestro nombre. Puede salirse de su órbita mañana o en los próximos cien mil años, pero su destino está sellado: impactará en la Tierra”, asegura el experto británico, que continúa: “Un gran asteroide terminó con los dinosaurio­s hace 65 millones de años, y generó ondas de choque y tormentas de fuego en todo el planeta, lo que creó un cielo tan lleno de escombros que no volvió a existir un verano hasta pasados cien años”.

En la actualidad, es posible cambiar la órbita de un asteroide, “pero solo si sabemos que está ahí, y solo si tenemos un cohete listo para llegar a él. La mayoría de los asteroides son hallados por aficionado­s, cuando ya es muy tarde para hacer algo. La NASA está buscando a los ‘chicos malos’ en el cinturón de asteroides y hay más de 20.000, pero no puede observar los que provienen del cinturón de Kuiper porque están demasiado lejos”.

TUS DESCENDIEN­TES VIVIRÁN EN MARTE

Y reafirma: “Un día tus hijos, o sus hijos, o los hijos de ellos, se encontrará­n con la noticia de que se acerca un asteroide mortal en curso de colisión con la Tierra. Lo que sucedería después de eso, si no estamos preparados, va mucho más allá del terror. La mayoría de los humanos no moriríamos a causa del impacto, sino del hambre”.

Todo esto dio pie a la investigac­ión de su libro How we’ll Live on Mars (TED Books). La idea de llegar a Marte, para algunos, no consiste en llevar a unas cuantas personas a explorar. Se trata de ir a colonizar: hacer que florezca allí una nueva humanidad. “Les garantizo que algunos de sus descendien­tes van a vivir en Marte”, dice Petranek sin temores.

Ahora estamos viendo el renacimien­to de la carrera espacial, y en este mundo las potencias emergentes están pisando fuerte. En febrero pasado llegaron a la órbita marciana las misiones de China y Emiratos Árabes Unidos. El rover de la NASA (vehículo de exploració­n espacial) Perseveran­ce amartizó con éxito después de pasar de una velocidad de 19.500 km/h a solo 3 km/h en... siete minutos. Nunca antes se había llegado a tanto.

En Dubái y Abu Dabi los edificios se iluminaron de rojo en una gozosa celebració­n del color del planeta al que ahora estaban accediendo. El otro país que no deja de asombrarno­s es China, que se ha convertido en el jugador más importante en cuanto a exploració­n espacial después de EEUU (ya ha alunizado en nuestro satélite en tres ocasiones). Su sonda Tianwen-1 se concentrar­á en el estudio de la meteorolog­ía y la geología marcianas, pero la misión de la NASA es saber si hay vida en Marte o si la hubo en algún momento de su evolución.

SIETE MINUTOS DE TERROR

Otras misiones que no pudieron llegar en esta ocasión a Marte han sido las de la Unión Europea, que a última hora tuvo que abortar por fallos técnicos, y la japonesa (aunque los nipones han tenido deslumbran­tes avances, como cuando hace un año lograron aterrizar una nave robótica en el lejano asteroide Ryugu, a 280 millones de kilómetros de la Tierra, con el objetivo de recolectar partículas que serán traídas de vuelta para su análisis).

El Perseveran­ce, la nave que envió la NASA, llegó al cráter Jezero el 18 de febrero de 2021. Todo indica que ese lugar es un delta fluvial fósil donde se cree que hubo vida hace 3.500 millones de años. En esos momentos Marte tenía una verdadera atmósfera y había lagos, ríos y se cree que, incluso, un océano. El simple amartizaje del Perseveran­ce fue casi un milagro de ingeniería, puesto que toda la secuencia no fue controlada desde la Tierra, sino por los sistemas y la inteligenc­ia artificial de la nave. Era imposible hacerlo desde nuestro planeta, dado que las señales de radio tardan más de diez minutos en llegar y el amartizaje dura solo siete minutos. Jorge Pla-García, miembro español de la estación meteorológ­ica del Perseveran­ce, lo explica de esta manera: “Estamos hablando de medio millón de líneas de código que determinan todos los pasos, las fases, el estallido de decenas de elementos pirotécnic­os necesarios, por ejemplo, para liberar cargas o deshacerse del paracaídas. Si falla solo uno, puede fallar todo lo demás”.

Al minuto de entrar en la tenue atmósfera de Marte, la nave llegó a resistir 1.300 °C, temperatur­a a la que hizo frente gracias a su escudo térmico. Entonces se desplegaro­n los paracaídas. A partir de ahí entró en acción el dispositiv­o TRN, un sistema de inteligenc­ia artificial que puede ‘pensar’ cuál es el mejor lugar para descender.

Posteriorm­ente, las grúas de la nave hicieron que el rover tocara la superficie para comenzar a moverse por sí mismo. El Perseveran­ce llevaba consigo una sorpresa: el dron Ingenuity, con el que se explorará todo el terreno marciano aledaño, y, además, la máquina Moxie, que posiblemen­te puede convertir el abundante CO2 de la atmósfera de Marte en oxígeno.

Todo esto es ya de por sí absolutame­nte asombroso, pero aún más inquietant­e es que muchos cerebros de nuestra actualidad no están pensando solo en explorar la Luna y Marte por motivos científico­s, sino como una cuestión de superviven­cia.

GENIOS DESORBITAD­OS

Cuando a principios de este año Jeff Bezos anunció que dejaría de estar al frente de su empresa, Amazon, adujo que se concentrar­ía en adelante en los proyectos que más le apasionan, como Blue Origin, su empresa de transporte aeroespaci­al, que quiere mandar vuelos privados a la Luna y está compitiend­o con otras compañías de filántropo­s ultramillo­narios.

Jackie Faherty, astrofísic­a del Museo Americano de Historia Natural, hizo una presentaci­ón en el Singularit­y Summit México 2020 de un impresiona­nte mapa 3D del sistema solar y habló del momento que estamos viviendo: “Nos encontramo­s en una encrucijad­a muy interesant­e para la exploració­n espacial, similar a cuando los hermanos Wright despegaron y nació la aviación”.

Faherty expuso quiénes son los jugadores en este tan estimulant­e entorno: “Hay algunos de grandes ligas, hay que prestar atención a esta gente”. Elon Musk, por supuesto, aparecía como el rey de este grupo con su empresa SpaceX, que ya ha dado grandes pasos desarrolla­ndo propulsore­s de cohete reutilizab­les, una revolución casi copernican­a en la exploració­n espacial, puesto que al bajar radicalmen­te los costes se volverá algo mucho más cotidiano el hecho de viajar a Marte y volver. Con su nave Spaceship, de la que quiere construir al menos un millar de unidades, “posiblemen­te será el hombre que nos lleve a Marte en los próximos años”.

Están también Richard Branson, de Virgin Galactic; Eric Anderson, de Space Adventures;Yuri Milner, de Breakthrou­gh Starshot; Naveen Jain, de Moon Express, y Peter Beck, de Rocket Lab, además del ya citado Bezos, con Blue Origin. “Es intrigante tener esta colección de personas extremadam­ente competente­s e interesada­s en lanzarnos como humanidad a la siguiente etapa, en la que nos convertire­mos en verdaderos viajeros del sistema solar y, posiblemen­te, viajeros interestel­ares”, comentó Faherty. Estos genios locos, que seguirán amasando fortunas colosales (Bezos y Musk pueden llegar a ser las primeras personas en tener un billón de dólares), parecen estar completame­nte desorbitad­os. Así es: fuera de la órbita de la Tierra, con el alma puesta en el planeta hermano... y mucho más allá.

EL SUEÑO DE ELON

Elon Musk entró en la industria espacial sin saber nada acerca de la construcci­ón de cohetes. Sin embargo, también se había metido en la industria de la automoción sin tener la menor idea de cómo fabricar un coche eléctrico, lo cual fue motivo de burla por parte de los arrogantes constructo­res de motores de gasolina, como Ford o General Motors. Hoy Tesla ya duplica en capitaliza­ción bursátil a Toyota y Volkswagen, así que algo de crédito podemos darle a este hiperbólic­o emprendedo­r en serie, que también tiene como misión inundar al mundo de paneles solares económicos para dejar de depender de las energías fósiles y lograr una interfaz entre el cerebro y las máquinas para poder manejarlas con el pensamient­o.

Antes de llegar al Spaceship tuvo tres lanzamient­os fallidos con el Falcon 1. Cuando sucedió el tercer desastre, Elon Musk estaba financiand­o sus dos grandes empresas con dinero prestado por sus amigos de Silicon Valley. Se había gastado hasta el último centavo en esos intentos y en lograr que Tesla despegara.Ya casi nadie creía en él. “Casi no sobrevivim­os, yo estaba con cero cash”, recuerda. “Si no hubiera funcionado el cuarto lanzamient­o, hubiera tenido que cerrar las cortinas definitiva­mente. Ha sido difícil, pero ayuda tener como objetivo la creación de una ciudad autosufici­ente en Marte, no simplement­e unas cuantas personas o una base”.

El 6 de febrero de 2018 envió su Tesla Roadster rojo, con el que iba al trabajo, dentro del cohete Falcon Heav en un vuelo de reconocimi­ento como prueba de que podía lograr esas metas, antes inconcebib­les para una empresa privada.

“Cuando se complete el Starship, será el más poderoso vehículo de lanzamient­o del mundo, y va a llevar a los humanos a Marte y de re

greso”, mencionó Faherty en el capítulo mexicano del congreso de la Singularit­y University. Musk continúa con su inquebrant­able voluntad: “La cuestión es si vamos a crear esa ciudad autosufici­ente antes de la tercera guerra mundial, que ojalá no haya una, pero puede ser que sí. Se trata de minimizar el riesgo existencia­l de la civilizaci­ón como un todo.Y es emocionant­e pensar que seremos una especie que está en el espacio y en diferentes planetas. Es mucho más excitante que estar confinados para siempre en la Tierra hasta que venga una eventual extinción”. Pero ¿podría realmente vivir una colonia humana de manera independie­nte y formar una nueva civilizaci­ón en Marte?

¿QUÉ SIGNIFICA ‘TERRAFORMA­R’?

Quiere decir ‘hacer que un planeta o astro sea como la Tierra’. Darle una atmósfera para que se caliente y para que tenga aire respirable y agua corriente. “Puede parecer como una gran hybris”, dice Stephen Petranek al respecto, “pero lo cierto es que ya tenemos la tecnología para hacerlo. La solución está en los polos, donde hay cantidades increíbles de dióxido de carbono congelado. Si los calentamos, sublimarán la delgada atmósfera marciana y la espesarán del mismo modo que ocurre en la Tierra”.

Una de las maneras de hacerlo es poner en órbita paneles que actúen como espejos que reflejen la luz solar y, empezando en el polo sur de Marte, derrita todo ese CO2 congelado y lo libere a la atmósfera. Según los cálculos de algunos científico­s, solo se necesitarí­an 20 años para que la temperatur­a marciana empiece a calentarse. “Estamos apostando por un efecto invernader­o inmediato: con un aumento suficiente de la temperatur­a gran parte de ese hielo se derretirá. El resto es pura magia, y a medida que la atmósfera se espese, todo mejorará. Habrá mayor protección contra las radiacione­s, esa mayor atmósfera mantendrá al planeta y a nosotros más calientes, por lo que tendremos agua potable que permitirá los cultivos. Más evaporació­n en el aire significar­á otro potente gas invernader­o. Lloverá y nevará en Marte”.

Una atmósfera más densa podría crear suficiente presión para renunciar a los trajes espaciales, ya que solo hacen falta 2,2 kg de presión para sobrevivir. “Finalmente, Marte se parecerá mucho a la Columbia Británica de Canadá”, asegura el autor. “Todavía tendremos que lidiar con el difícil problema de hacer que la atmósfera sea respirable, y francament­e eso solo se logrará en mil años, pero los humanos somos unos seres increíblem­ente inteligent­es y adaptables. No hay manera de saber qué logros tecnológic­os alcanzarem­os y lo que podemos hacer con nuestros propios cuerpos. Hoy estamos a punto de controlar nuestra genética, y por fin controlare­mos nuestra propia evolución como especie. Podríamos llegar a tener una especie humana terrestre ligerament­e diferente a la especie de humanos marcianos”.

La visión del futuro es la de una interdepen­dencia entre la civilizaci­ón marciana y la terrícola, con infinidad de viajes de uno a otro destino, ya sea por negocios o por aventura. “Habrá compañías de software, hoteles y bares. Lo cierto es que será el evento más disruptivo y el más inspirador. Pregúntenl­e a cualquier niño o niña de diez años si quiere ir a Marte. Los niños que ahora están en la escuela primaria querrán vivir ahí. ¿Recuerdan cuando el hombre llegó a la Luna? Cuando aquello sucedió la gente se miraba y decía: ‘Si podemos hacer esto, podemos hacer cualquier cosa’. ¿Qué van a pensar cuando realmente colonicemo­s Marte? Más importante es que sobrevivir­emos sin importar lo que pase en la Tierra. Nunca seremos los últimos de nuestra especie”.

Más allá de este optimismo exacerbado, ¿es realmente factible terraforma­r Marte? Neil de Grasse Tyson, quien se ha convertido en una especie de rockstar de la astrofísic­a, explica que algunas de estas ideas son muy difíciles de cumplir. Sin embargo, no dice que sean imposibles. “No creo que se pueda hablar de terraforma­r como una idea en general, sino como un principio, o sea, tenemos que calentar el planeta y proteger lo que puede ser el futuro de la bioquímica, y plantar semillas. Puedes acelerar esto. En el futuro se podría redireccio­nar un cometa y obtener toda el agua que se necesite. Sabemos cómo hacerlo y tenemos la tecnología, pero no hay un incentivo real”. Quizá el incentivo venga en un futuro, porque, como también admite, “estamos en un campo de tiro de cientos de miles de asteroides”.

HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ

Para Elon Musk, una vez que seamos multiplane­tarios y tengamos toda la tecnología para repostar las naves en las órbitas de la Tierra, la Luna y del mismo Marte, podremos utilizarlo como plataforma para llegar a explorar (y potencialm­ente colonizar) Europa, una luna de Júpiter, o bien Encélado o Titán, las lunas de Saturno. A partir de ahí, en generacion­es futuras se puede pensar en viajar a otros sistemas solares con las tecnología­s con las que contemos entonces. Para algunos esto es un sueño, pero hasta el más escéptico no deja de sentir fascinació­n por esa esperanza interplane­taria que, efectivame­nte, puede convertirs­e en realidad algún día.

Otros, por supuesto, se preguntan para qué queremos vivir en Marte si tenemos una Tierra que cuidar. Lo cierto es que podemos cuidar ambos planetas, e incluso colonizar el planeta rojo puede hacernos valorar más nuestra propia casa. La inmensa cantidad de conocimien­to científico sobre el universo y la tecnología de vuelos espaciales y terraforma­ción también nos ayudará a conocer más sobre el cambio climático que experiment­a el globo terráqueo y, tal vez, a saber cómo revertirlo.Y, claro, no lo olvidemos, establecer­se en Marte también podría salvar toda la herencia de nuestra especie... por si algo llegara a suceder.

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 ??  ?? A finales de julio del año pasado, el cohete Atlas V, con el rover Perseveran­ce Mars de la NASA, se lanzó desde la plataforma 41 en la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral, como parte de la misión Mars 2020.
A finales de julio del año pasado, el cohete Atlas V, con el rover Perseveran­ce Mars de la NASA, se lanzó desde la plataforma 41 en la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral, como parte de la misión Mars 2020.
 ??  ?? El rover Perseveran­ce de la NASA enciende sus motores de descenso a medida que se acerca a la superficie marciana para aterrizar en el área conocida como cráter Jezero en el planeta Marte. Un objetivo clave de la misión del Perseveran­ce es la astrobiolo­gía, incluida la búsqueda de signos de vida microbiana antigua.
El rover Perseveran­ce de la NASA enciende sus motores de descenso a medida que se acerca a la superficie marciana para aterrizar en el área conocida como cráter Jezero en el planeta Marte. Un objetivo clave de la misión del Perseveran­ce es la astrobiolo­gía, incluida la búsqueda de signos de vida microbiana antigua.
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El cohete Falcon 9 de SpaceX despega de la plataforma 40 en la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral el 24 de enero de 2021, en Florida.
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Jeff Bezos, fundador de Amazon y Blue Origin.
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Elon Musk, fundador y CEO de SpaceX.

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