Ahora toca ser mala
Elena Rivera lleva más de 20 años en pantalla. Podía haberse perdido por el camino, pero lo suyo es un no parar. Alba y Los herederos de la tierra son sus nuevos trabajos
El que diga que no la conoce es porque acaba de aterrizar en España, porque Elena Rivera (Zaragoza, 1992) ha crecido como actriz y como mujer ante los ojos de todos. 183 capítulos en la serie más longeva de nuestra televisión, Cuéntame cómo pasó, han sido su mejor escuela. Ni academias de interpretación ni formación en artes escénicas. Lo suyo es pura vocación autodidacta, “y observar y preguntar y entender todo un proceso de trabajo que he vivido desde niña con un equipo al que siempre me he sentido muy unida”, añade.
Otros en su lugar se han quedado por el camino, pero Elena, desde que dijo adiós en 2018 a su querido personaje de Karina (la novia de Carlitos [Ricardo Gómez] en Cuéntame...), ha encadenado un trabajo con otro: la obra de teatro La vuelta de Nora, junto a Aitana Sánchez-Gijón, dirigidas por Andrés Lima; Inés del alma mía, la miniserie histórica por la que recibió buenísimas críticas; Sequía, de reciente estreno, ocho episodios de intriga y drama donde interpreta a una inspectora de policía; Alba, una ficción peliaguda sobre abusos sexuales que Antena 3 acaba de estrenar en abierto, y Los herederos de la tierra, la esperada segunda parte de La catedral del mar que pronto veremos en Netflix. El que piense que qué suerte, que se imagine tres veranos seguidos trabajando sin vacaciones.
ESQUIRE: ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser tan joven y tan veterana?
ELENA RIVERA: Tener el callo que tengo. Empecé a cantar con seis años y este verano cumplo 30, así que lo mejor es la experiencia, esa nadie me la va a quitar [risas]. ¿Y lo peor...? Las sombras de esta profesión: muchas horas de trabajo, casi siempre lejos de casa, perderme momentos importantes de la vida...Y que este trabajo a veces es cruel porque el actor, aunque no lo parezca, es un monigote, el último que se entera de las cosas.
ESQ: ¿Decepcionada del oficio?
ER: Para nada, todo lo contrario. Estoy agradecida, satisfecha y orgullosa de mi trayectoria y de las oportunidades que me dan. Lo que digo es que los actores tenemos la sensación de ser objetos: “Este me gusta, este no, prueba con otro...”. Hay que tener la cabeza muy amueblada para que nada de esto te desestabilice.
Elena nació y creció en Zaragoza porque a su padre, maquinista de trenes, le destinaron allí. Pero toda la familia es manchega, de Alcázar de San Juan (Guadalajara). Allí es donde regresa para pisar tierra porque, según dice, necesita salir de vez en cuando “de esta burbuja de glamour y alfombra roja donde todos hablamos siempre de lo mismo”. También por eso estudió magisterio infantil (como su madre), para completar su formación como persona y desenvolverse en otros ámbitos de la vida.
ESQ: Para llevar tantos años en pantalla nunca has dado un escándalo ni has sacado los pies del tiesto. ¿Es gracias a esta doble Elena?
ER: En parte sí, pero también porque siempre he sido una niña muy buena [risas]. Soy una curranta. Me dejo la piel, pero con humildad y prudencia. Es lo que me han enseñado.
ESQ: ¿Algún momento complicado en el trabajo a lo largo de tu carrera?
ER: Claro. Cuando llegamos a Chile para rodar Inés del alma mía nos encontramos con el estallido social que estaba viviendo el país. Fue muy duro. Y Alba, la serie sobre abusos sexuales, fue un rodaje difícil, sobre todo la jornada que grabamos la violación. No queríamos caer en el panfleto ni tampoco en el morbo.
ESQ: ¿Contasteis con un coach de intimidad? En Hollywood ya existen.
ER: No, pero hicimos un trabajo previo profundo para crear un ambiente de diálogo y confianza. He rodado muchas escenas de cama y son coreografías medidas al milímetro. Aquí no se improvisa nunca nada.Yo normalizo estas interpretaciones, pero bienvenida sea esta nueva figura.
Elena es tan razonable como poco soñadora. Vive el presente y gestiona lo que va llegando “sin pájaros en la cabeza”. Aun así, algún deseo tiene: “Interpretar a una villana, a una mala malísima. Lo disfrutaría un montón [risas]”. Nosotros, además, la proponemos para un musical porque también canta como los ángeles.
“He rodado muchas escenas de cama y son coreografías medidas al milímetro. Aquí no se improvisa nunca nada”