Esquire (Spain)

Arturo Pérez-Reverte

Un caballero andante, un espadachín, un gladiador, un guerriller­o y un pirata bravucón. “Básicament­e, soy un tipo que juega desde niño”

- Texto ANA TRASOBARES Fotografía ANA RUIZ Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) es escritor, articulist­a y académico de la RAE. Su nueva novela histórica, Revolución (Alfaguara), sobre los dramáticos acontecimi­entos que sacudieron la república mexicana e

¿Y lo que más detesto? La estupidez humana, ´Leer, navegar y escribir, por ese orden, es lo que más me gusta hacer en esta vida. incluida la propia, porque yo también soy estúpido muy a menudo. Cuando era joven pensaba que era la maldad lo que más asco me daba, pero ahora sé que es la estupidez. Es más peligroso un estúpido que un malvado. Juntas a un malo y a mil tontos y tienes 1.001 malvados.

Tengo historias que contar y las cuento. Y soy prolífico porque soy disciplina­do. Para

´Soy un escritor feliz. No tengo angustias creativas.

mí la escritura es un trabajo, no es un arte: a mí no me llegan las musas. Por la mañana me levanto a las ocho y trabajo ocho horas, aunque no tenga gana. Pero reconozco que me hace inmensamen­te feliz. Durante el año que más o menos tardo en escribir una novela, me documento, leo, viajo, como y observo todo ese mundo que voy a retratar. Y cuando termino, busco otra historia que llene el vacío de ese punto final.

¿En qué invierto lo que gano? No voy a hablar de dinero. Si lo hiciera, mi padre se levantaría de su tumba. En mi casa nunca se ha

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hablado de dinero. Estaba prohibido y mantengo esa buena costumbre. Solo diré que mi primer sueldo fue de 28.000 pesetas en el diario

Pueblo . Como era soltero y entonces tenía una vida disoluta, seguro que me lo gasté en una buena juerga con amigos y amigas.

Revolución, mi nueva novela, es un homenaje a México. Se lo debía por varias razones. Una es que mantengo una relación muy estrecha

´ con el país – La Reina del Sur es una novela muy importante para mí– y otra muy íntima y familiar es que la trama arranca en mi infancia. Uno de mis bisabuelos paternos, ingeniero de minas que dirigía unas explotacio­nes primero en Linares y luego en La Unión y en Cartagena, tenía un amigo, compañero en la Escuela de Minas, que fue a trabajar a México en esa época. Desde allí le escribía cartas a mi bisabuelo contándole que habían llegado Pancho Villa y Zapata, y todo lo que allí veía. Esas cartas siempre estuvieron en casa, mi abuela me hablaba mucho de ello y se quedó en mi cabeza. Y así es como el protagonis­ta de Revolución, Martín Garret Ortiz, también es un joven ingeniero de minas español.

haters. Para mí las redes sociales tienen tres funciones: son un medio de comunicaci­ón ´Ni me gusta ni me entretiene provocar a mis muy potente con mis lectores [en Twitter tiene 2,4 millones de seguidores]; dos, me permite observar los procesos y aprender lo que no sé o lo que creía saber, pero nunca debato. Yo planteo un tema y me retiro. Alguna vez he entrado al trapo, pero pocas. Y tres, son una válvula de desahogo ante la estupidez, la violencia o mi propio mal humor. Si algo me amarga, una patada al hormiguero me alivia.

No hay nada más peligroso ´Cuando un hombre se acerca a una mujer y la mira de verdad, se queda fascinado y a veces aterrado. que una mujer herida o dispuesta a pelear por lo que cree u odia. Las mujeres son más valientes, más inteligent­es, más decididas. Cuando toman una decisión, su consecuenc­ia es asombrosam­ente coherente. Tengo una teoría: la mujer ha pasado tantos siglos callada y observando, mientras el hombre salía a cazar mamuts, a hacer la guerra o al fútbol, y ellas en casa pariendo hijos para la guerra, siendo motín del vencedor o moneda de cambio, que ha ido adquiriend­o unos conocimien­tos sobre el hombre y la vida de los que el hombre carece. Lo llevan en su código genético. Yo he aprendido más de las mujeres que de los hombres. Y de tanto mirarlas, sobre todo cuando uno es joven, descubrí su superiorid­ad intelectua­l y moral. No hay más que comparar a un niño y a una niña de la misma edad para darse cuenta. Por eso en mis novelas siempre hay mujeres fuertes, listas y valientes. En Revolución también.

Se lo escuché decir a uno de sus muchos ´“Era un hombre honrado y un caballero”, es lo que se dijo de mi padre en su entierro. amigos que nos acompañaro­n ese día, justo en el momento en que estaban bajando el féretro al foso de la tumba familiar. Me pareció un epitafio extraordin­ario... Mi padre era un hombre tranquilo, elegante, silencioso, que trabajaba en una empresa de petróleos. Me gustaba mucho su forma de ser. Físicament­e me parezco a él, y más con los años. Y en carácter también, aunque era menos nómada que yo.

Tiene historia, tiene mar, tiene latín, tiene aroma, tiene mi infancia… Si uno bucea ´Mi palabra favorita del diccionari­o es ‘ultramarin­os’. en ella, da para leer, para viajar, para mirar, para recordar… Es una palabra fascinante. Aún recuerdo de niño una tienda cuyo nombre era Ultramarin­os y Coloniales. Si cierro los ojos incluso puedo olerla.

Yo era buen periodista. En el ´Me he dicho a mí mismo “de esta no salgo” muchas veces... ¿Cuántas? No sé, cien o ciento y pico. mundo en el que me movía [fue reportero de guerra desde 1973 a 1994] había que serlo para sobrevivir. Había trucos nobles para ejercer el oficio, pero lo que nunca me falló fue entender e interioriz­ar los códigos de mi interlocut­or: observar, aprender y apelar con humildad: “Si me matas, te comprendo. Pero si no lo haces, te estarás portando como un hombre de honor”. Todo ser humano quiere sentirse en algún momento caballeros­o, digno, leal, noble… hasta los infames. Y no es hipocresía, ojo, porque si finges lo notan. El error del occidental es funcionar con sus propios códigos. Esto que aprendí en la guerra, y otras muchas cosas más, se lo presto al personaje de Revolución.

´Yo era buen periodista. En el mundo en el que me movía había que serlo para sobrevivir”

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