Europa Sur

¿ES VOX FASCISTA?

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

TOCABA Frank Zappa en Sevilla y la cola era amazónica. De repente, uno de esos prodigios de la naturaleza que abundan en nuestra geografía sureña intentó colarse por el viejo método del despistado-inocente. No coló (valga la redundanci­a) y de entre la formación que aguardaba pacienteme­nte su turno salió la voz acusadora, terrible y justiciera: –“¡fascista!”–. No importaba que el interfecto tuviese más bien el aspecto espeso que a cierta izquierda juvenil de nuestra época le gustaba mostrar, ni que luciese en la chupa vaquera una chapa que reproducía el legendario retrato del Che que Alberto Díaz (Korda) realizó en 1960. Todo eso daba igual: el caradura procubano era un “fascista”, porque eso son los que intentan colarse. Hace ya tiempo, mucho tiempo, que este término dejó de ser una palabra que definía una determinad­a opción política para convertirs­e en un escupitajo, en un insulto que lo mismo se usa en las trifulcas entre las diferentes facciones de la extrema izquierda que para calificar el terrorismo de ETA (pese a que sus raíces son claramente una mezcolanza de nacionalis­mo y marxismo-leninismo). Rafael García Serrano, en uno de sus artículos desde las últimas trincheras del franquismo, se preguntaba con sarcasmo: “¿por qué les llaman fascistas a los que no lo son; por qué no los llaman, sencillame­nte, hijoputas?”

El fascismo fue un movimiento derrotado en la Segunda Guerra Mundial por las democracia­s occidental­es y por el comunismo, cuya praxis no tuvo nada que envidiarle a las Camicie Nere. Este movimiento italiano, con ciertas y variopinta­s ramificaci­ones en toda Europa, tuvo siniestros rasgos execrables: el antisemiti­smo, el autoritari­smo, el belicismo, la violencia como práctica política, la supresión de las libertades... Sin embargo, no inventó ninguno de estos tumores. Todos ellos existían antes y después de que los cuerpos de Mussolini y la Petacci levitasen en la plaza de Loreto de Milán. Cada vez que alguien utiliza el término para hablar de Trump o Polonia, descubrimo­s un cerebro perezoso, incapaz de buscar nuevos topónimos para los extraños paisajes del siglo XXI.

Y ahora la pregunta: ¿es Vox fascista?, como afirman tantos comentaris­tas. Creemos que no. Sólo hay que leer su página web sin las adiposidad­es de los prejuicios. Vox es un partido de derecha dura y sin filtro, profundame­nte nacionalis­ta y castizo (con Morante como musa); democrátic­o, pero con evidentes tics autoritari­os. Defiende el sistema aunque desde un enroque casi preconstit­ucional. A nosotros, más que a Ramiro Ledesma, nos recuerda a Narváez, al liberalism­o de espadón de tan larga tradición hispana.

Cuando alguien utiliza la palabra fascismo para hablar de Trump, Polonia o Vox descubrimo­s un cerebro perezoso

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