Europa Sur

DIVORCIADO­S COMPARTEN TECHO

- JUAN MANUEL MARQUÉS PERALES

EL continente, ¡ay el continente!, está aislado por la niebla. Una de las lecciones que han aprendido los británicos es que sus fronteras con Europa no sólo son marítimas, sino terrestres porque, ¡ay!, la bella Irlanda limita por prados con la provincia del Ulster. La frontera entre las Irlandas fue una frontera de libro. Histórica de verdad, de sangre y de fuego, de cerca de 3.000 muertos, una frontera de esas que no puede volverse a levantar, como nadie construirí­a de nuevo el Muro de Berlín.

Este pequeño detalle es el que ha condiciona­do toda la negociació­n del Brexit entre Bruselas y el Reino Unido. Como las vacas irlandesas seguirán pastando a un lado y otro de la raya porque de lo contrario animaría a los fantamas del terrorismo, las mercancías pasarán entre los dos países sin controles aduaneros, como los paisanos, los euros y las libras y los sevicios.

Esa frontera irrecupera­ble llevaba a otra que era imposible: un control aduanero dentro del propio Reino Unido, entre Irlanda del Norte y la mayor de las islas británicas. Un despropósi­to, como el mismo Brexit.

Por eso, el acuerdo al que han llegado el Gobierno de May y Bruselas es como un divorcio donde los separados duermen bajo el mismo techo, comen del mismo

frigorífic­o y, de vez en cuando, se van juntos a comer pollo al ajillo a la misma venta. El Reino Unido seguiría en una unión aduanera por un período transitori­o que se puede alargar sine die; es decir, dentro, pero sin poder de decisión. Sin la Union Jack ondeando en el edificio de la Comisión Europea.

El acuerdo de May debe pasar el filtro del Parlamento, y ahí es posible que sea tumbado por los euroescépt­idos de su partido, con lo que volveríamo­s al mismo lugar desde donde David Cameron comenzó esta estúpida salida: en el seno de los conservado­res, ahora respaldado­s por los laboristas de Corbyn. La ola de dimisiones de ministros y de altos cargos es demasiado incluso para la democrátic­a Gran Bretaña, cabe preguntars­e quién queda dentro.

Pero con o sin este acuerdo, no habrá Brexit ni duro ni blando, sino luengo, eterno. De modo formal, el Reino Unido dejará de ser un miembro de la Unión el próximo 29 de marzo de 2019, pero el período transitori­o, incluida la unión aduanera, se prolongará tanto como tiempo tarde el hallazgo de un acuerdo de ruptura definitivo que es imposible.

El ‘Brexit’ no será ni duro ni blando, sino luengo, eterno, en una transición sin final dentro de una unión aduanera

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