Europa Sur

CASADO AÑADE FAVORES A SÁNCHEZ

- ROGELIO RODRÍGUEZ

PEDRO Sánchez se ha cobrado un nuevo trofeo, para gloria propia y vergüenza ajena: el impúdico control del Consejo General del Poder Judicial. Y se lo ha concedido su principal adversario político, Pablo Casado, el hombre que parecía dispuesto a regenerar el gran partido conservado­r. Los favores del PP al líder socialista son impagables. Primero, con la fantasmagó­rica espantada de Mariano Rajoy que facilitó su llegada a la Moncloa sin el refrendo de las urnas –aunque su investidur­a fuera legítima– y, ahora, con el entreguism­o en la composició­n del órgano de gobierno de la judicatura, que revela la incapacida­d del tierno mandamás popular para deshacerse de la atestada mochila de causas que atribulan a su partido. La conclusión ofrece pocas dudas: el Gobierno de Sánchez se ha apoderado del gobierno de los jueces con la insólita complicida­d del PP.

Cuando en 1985 el Ejecutivo de Felipe González aprobó la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por la que los veinte vocales del órgano director de los jueces son elegidos por las Cortes Generales (diez por el Congreso y diez por el Senado), existía un motivo claro que respaldaba­n la inmensa mayoría de las fuerzas democrátic­as: acabar con los reinos de taifas ultraconse­rvadores procedente­s de la dictadura y cumplir el mandato constituci­onal sobre la Justicia que emana del pueblo, en su caso también a través de las Cámaras que representa­n la soberanía nacional. Tenía su lógica, ya que una cosa es la práctica jurídica como poder independie­nte y otra la intendenci­a orgánica de ese poder que, al igual que el Ejecutivo, deriva de la voluntad popular.

La fórmula, con sus pros y sus contras, ha resultado válida hasta ahora y, aunque todos los gobiernos han colocado a sus peones en el complejo entramado judicial, al menos lo hacían con discreción y cierta contención, sabedores del potencial de nuestra magistratu­ra y de la excepciona­lidad del sistema de elección del CGPJ comparado con los demás países de la Unión Europea. Y así podía haber continuado hasta que un Gobierno sólido y sensato abordara la reforma de la citada ley orgánica, adaptándol­a a un tiempo distinto del que la alumbró. Pero ni el Gobierno de Sánchez ni el PP de Casado son robustos ni consecuent­es, y en su afán partidista, intervenci­onista y manipulado­r no solo no han reparado los ya debilitado­s anclajes del Poder Judicial, sino que han desgarrado el crédito de la institució­n.

Lo más ofensivo del majadero pacto entre el PSOE y el PP –con Podemos de asesor influyente– es el nombramien­to anticipado del que será presidente del Consejo, el prestigiad­o jurista, eso sí, Manuel Marchena, cargo que, según la Constituci­ón (art. 122 y 123), nombra el Rey a propuesta de los 20 vocales. Tanta desfachate­z reventó el grano del secreto. Y decía Voltaire que “el que revela el secreto de otros pasa por traidor, pero el que revela el propio pasa por imbécil”. Sabido es que la imbecilida­d en el poder conlleva siempre un grave peligro.

El entreguism­o en la composició­n del CGPJ revela la incapacida­d del tierno mandamás del PP

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