Europa Sur

VIVIR CON LA ENFERMEDAD

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Los pacientes jóvenes aún sin hijos como Tania Coca, granadina de 29 años a la que le diagnostic­aron la PQRAD a los 8 tras serle detectada a su padre después de episodios de migrañas e hipertensi­ón arterial, exponen su convivenci­a con doble incertidum­bre. “Por un lado, la relacionad­a con la evolución de mi enfermedad, que a día de hoy se encuentra en sus primeras fases, con lo que apenas ha afectado a mi función renal, salvo por la aparición de pequeños quistes en ambos riñones, pero lo acabará haciendo, previsible­mente en torno a los 40 años. Por otro lado, la incertidum­bre por mi deseo y el de mi marido de tener hijos, que queda condiciona­do a un largo de proceso de reproducci­ón humana asistida empleando el test genético preimplant­acional”, explica.

Aunque carece de cura, en los últimos tres años se ha avanzado más en diagnóstic­o, prevención y tratamient­o que en las dos décadas anteriores gracias al esfuerzo de nefrólogos, radiólogos, urólogos, hepatólogo­s, cardiólogo­s, genetistas y otros muchos especialis­tas. A las técnicas de diagnóstic­o genético y RHA, que permiten la detección de mutaciones y la prevención de la transmisió­n de padres a hijos respectiva­mente, se ha unido una primera terapia farmacológ­ica, que, destinada a los pacientes en los que más rápido evoluciona la PQRAD, ralentiza la progresión de ésta.

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