Los amigos de Quiñones le recuerdan con lecturas y paseos
La asociación Amigos de Fernando Quiñones tiene una actividad frenética en estos días para conmemorar el aniversario de su fallecimiento. Hoy, a las cuatro de la tarde, se llevarán a cabo lecturas en el paseo Fernando Quiñones, en La Caleta que tanto quiso. A continuacións e trasladan al cementerio para la ectura de un manifiesto y continuar con las lecturas junto a su tumba. Siguen en Chiclana, donde nació el escritor en 1930, donde la Fundación ha preparado un acto en el Museo de la Sal donde estarán Antonio Castaño y Teresa Iribarren. termina la jornada en la Central Lechera con Inma Márquez intrerpretando su “Acordes de un encuentro”. Tras esa maratoniana jornada no se agota el recuer- do. El próximo martes el club de lectura de Puerto Real celebra en el Ateneo una lectura de textos de Quiñones donde estarán Lucía fernández, Alfonso Baro y Blanca Flores. El jueves Felipe Scapachini leerá “El testigo”, acompañado por la guitarra de Javier Cabañas en el Centro de Interpretación del Vino y la Sal, en un proyecto concebido por Juan José Tellez, Koe Casas, Gloria Garrastazul y Manuel Iborra. con el asesoramiento musical a cargo de Koe Casas.
Aparece Quiñones en cualquier relación de la generación de mediados del siglo pasado. No una generación brillantísima, pero la que teníamos. Es decir, mencionemos a Quiñones y rápidamente tendremos que decir Juan Marsé, Gil de Biedma, García Hortelano, Brines, Ángel González y Caballero Bonald. Fue Bonald el que quiso etiquetar (él el primero) a toda esa generación como algo borrachuza, noctívaga y amante de la cuchipanda. Quiñones tampoco quiso hacer ascos a eso en una España tan gris e insulsa. No dejaba de tener algo de rebelión amanecer en los bares. De todo ese grupo no sería él el mejor novelista, que lo sería Marsé; ni el mejor poeta, que posiblemente lo fuera Ángel González; ni tampoco el mejor cuentista, que lo fue García Hortelano. Pero en esa generación Quiñones funcionaba como una pieza sin la cual el engranaje no funcionaba. Quiñones era el sur.
Con Caballero Bonald, paisano de provincia, aunque Bonald tomó las de Villadiego en cuanto pudo y, sí, regresó a Sanlúcar, pero en Jerez dejó una Fundación (la Fundación de Quiñones no tuvo tanto éxito) y no quiso saber mucho más, recreó un viaje identitario por Andalucía que reivindicaba muchas cosas antes denostadas, símbolo de folclorismo. Hablaron de fenicios, romanos y de la llegada de los gitanos. Quiñones era hombre culto de lo suyo, sin afectaciones. Se encuentran pocos.
Creó Quiñones su personaje y debió de ser personaje notable cuando veinte años después aún le lloramos e incluso se le siente presente. Tuvo la capacidad de inmortalizar el Cádiz de su tiempo, que posiblemente no difiera tanto del Cádiz de ahora porque el inmovilismo de esta ciudad es un ejercicio digno de estudio daguerrotipista. Es esa misma ciudad sin Quiñones. Y claro, pierde mucho.