IGNACIO G ARCÍA O COMO UNO LLEGA A VENDER SU ALMA POR UN PUÑADO DE ALMENDRAS
Ignacio García (Logroño, 1956) fue 11 años parlamentario andaluz (2004-2015), llegando a ser vicepresidente primero de la Cámara. Antes este ingeniero de Minas y profesor de Matemáticas ya jubilado había sido edil en El Puerto (1995-2007) y diputado provincial (1999-2003), además de coordinador provincial de IU.
LO de Ignacio García con el Parlamento de Andalucía no fue aquello de llegar y besar el santo. En todo caso sería algo así como llegar y descubrir el hambre. Esta es la primera anécdota que recuerda quien fuera cabeza de lista de IU por Cádiz en tres elecciones andaluzas consecutivas, las de 2004, 2008 y 2012. Era apenas su segundo día como parlamentario, salió tarde del Parlamento andaluz y cuando se disponía a cenar algo antes de llegar al hostal en el que iba a pasar la noche, el bueno de Ignacio García conoció como suenan unas tripas cuando se tiene hambre.
Pero ese día y en ese momento Sevilla estaba sufriendo un apagón increíble que duró varias horas y que provocó una reacción social importante, con un aluvión de denuncias por los daños ocasionados en muchos aparatos eléctricos. Aquello lo vivió en primera persona el bueno de Ignacio García, que deambulaba por bares, restaurantes y tascas sin poder llevarse nada a la boca. “No había luz en ningún bar, no funcionaba ninguna nevera y yo con un hambre tremenda. Y así estuve varias horas hasta que al final en un establecimiento me dieron por pena un puñado de almendras acompañadas por una cerveza caliente. Recuerdo que ahí pensé que dónde me había metido yo”, rememora entre risas este logroñés de nacimiento que lleva ya tres cuartos de su vida en El Puerto de Santa María.
Tras once años en los que ha acumulado muchos amigos y mucha experiencia, y en los que ha conocido la diferencia que hay entre hacer oposición y gobernar, Ignacio García recuerda otro día en el que presidiendo una comisión parlamentaria descubrió que un técnico de la Junta se había quedado dormido. Y aunque en principio pensó en despertarlo con un grito o un manotazo al final optó por un método menos brusco: pidió a un ujier que llamara al técnico dormilón desde fuera de la sala de la reunión para hacerlo así reaccionar.
También tuvo que tirar de imaginación para despertar a un técnico de la Junta