Cuando el ser diferente los pone en la diana
El colectivo LGTB sufre más el acoso en clase, igual que los menores con altas capacidades
“El respeto a la diversidad es fundamental, hay colectivos como el LGTB que sufren más el acoso”, afirma María del Mar Ramos, psicóloga del programa Caixa Proinfancia. Ramos trabaja cada vez más con supuestos de acoso.
“Hay más preocupación por parte de las familias, saben las secuelas que crean en los menores y ya no piensan que sea cosa de niños, se le da más voz a lo que sienten”, indica la psicóloga. Tener altas capacidades o algún trastorno del espectro autista, no comulgar con los juegos y las aficiones de la mayoría o ser más introvertido, por ejemplo, pueden detonar el rechazo de un compañero o un grupo y provocar una situación de maltrato reiterada. Señala la psicóloga que la víctima “no siempre es consciente de que está siendo acosada” y destaca que “en los niños priorizan las conductas más agresivas y en las niñas hacer invisibles a sus compañeras, no contar con su opinión o amenazarlas, son casos más complejos”.
“En esto son protagonistas también los que no hacen nada, y hay que trabajar con ellos, con los observadores, y con los acosadores”, dice Ramos, quien subraya que “los colegios están haciendo muchas cosas, a los niños más conf lictivos los ponen como mediadores para que integren a los que estén solos, solucionen conf lictos e integren otros valores, se están haciendo cosas estupendas”, destaca.
En su actuación terapéutica con las víctimas lo que procede es “devolverles la seguridad en sí mismos, que puedan retomar su relación con los demás, su participación en clase y, sobre todo, quitarles
la culpa, porque se llegan a considerar responsables del maltrato, creen que no han tenido las herramientas para hacerle frente y llegan a perder la motivación por el estudio”. Eso sin contar, como dice la experta en acoso Marta Jurado, con los síntomas psicosomáticos que se producen cuando un menor está viviendo una situación de tensión en el colegio. Dolor abdominal y de cabeza, náuseas, insomnio, ansiedad y en los casos más severos de estrés postraumático. “Los culpables también tienen muchos problemas detrás e igualmente hay que trabajar con ellos”, estima Jurado.